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domingo, junio 17, 2012

Tengo una muñeca en el ropero de María Inés Falconi


María Inés Falconi ocupó un amplio espacio de su producción para teatro en la problemática adolescente: Hasta el domingo (1995), El nuevo (1996), Caídos del mapa (2001), Sobre ruedas (2002), Tengo un dinosaurio en el ropero (2011). La pieza estrenada recientemente es una muestra más del interés de la dramaturga por una franja etaria que hasta el momento no fue demasiado contemplada en el campo teatral de nuestro país.
            La historia de Tengo una muñeca en el ropero, comienza en el momento en que Julián se independiza. Al tener su propio departamento tiene que hacerse cargo del roperito de su infancia ya que su madre no puede tenerlo en su casa. La presencia del mueble despierta los recuerdos … porque allí, en ese ropero, están los juguetes que signaron su niñez: los juegos que imponía su hermana y de los cuales no salía muy bien parado, en especial, el día en el que hizo de “tía” y con todas felicidad se pintó los labios, juego descubierto por su padre y que nunca más pudieron repetir, la pelota que marcaba los deseos que sentía su progenitor por tener un hijo apasionado por el futbol, la muñeca Barbie que le robó a su hermana y que quedó muy escondida en el estante más alto “porque los chicos no pueden jugar con muñecas”, la camiseta de basquet, deporte que le permitió ser exitoso y lograr un grupo de pertenencia y fundamentalmente, camiseta que le trae el recuerdo de un momento determinante en su vida: aquel en que regresando de un partido en Bahía Blanca, inmerso en el barullo de un micro que llevaba al equipo campeón, ante el ¿quién soy? que seguía sin respuesta en su cabeza de adolescente, pudo sentir y definir su identidad sexual. A partir de allí, Julián se dedica a narrar de qué manera contó a su amigo, a su hermana, a su madre y a su padre sobre su homosexualidad.
            La dirección saca especial provecho de la sala pequeña lo que le permite incluir espacialmente al espectador. Julián -¿cómo Julián Sierra? ¿Julián personaje?-saluda y da la bienvenida a quienes entran y se ubican en las gradas, se genera así un clima íntimo y muy cálido. Julián nos introduce en su espacio y casi sin transición comienza a contar su vida devenido ya, definitivamente, en personaje. En consecuencia, luego del borramiento de la cuarta pared, Julián comienza a narrar interpretando a cada uno de los personajes que conforman la trama: madre, padre, hermana, amigo y entrenador de basquet. Sierra traza una caricatura perfecta de cada uno de ellos, acentúa los rasgos identificatorios utilizando la gestualidad cómplice, la expresividad del rostro y el uso acertado de los tonos graves y agudos, según el personaje. El excelente desempeño genera la risa espontánea del espectador. Y si bien predomina el aspecto verbal, el trabajo con el cuerpo, todo movimiento, fusiona armónicamente con la palabra. La imagen, así armada, adquiere un intenso valor semántico.
La estrategia discursiva de la pieza se apoya en el humor, humor en lo que se dice y cómo se dice. El discurso está lleno de pequeños detalles, simples en apariencia pero que en realidad  conforman un tejido complejo que va de lo cómico a lo sentimental, de lo cotidiano a la profundidad de la lectura psicoanalítica. El desempeño marca la evolución del personaje en la mostración de una sensibilidad creciente que transita, desde la narración distanciada –impuesta por el humor- hasta la liberación total de las emociones, clima que se torna muy fuerte en el momento en que Julián narra la reacción de su hermana. La puesta nos muestra una excelente dirección de Carlos de Urquiza.
            Un comentario especial para la actuación de Julián Sierra, a quien pudimos seguir en su crecimiento actoral, desde Juan Calle (2008) hasta hoy. Emergente de la escuela de teatro de la UPB, fortalecido en su poética actoral por la continuidad en la línea de trabajo del “Grupo de Teatro Buenos Aires”, en este joven actor hay, sin lugar a dudas, una actitud de gran profesionalidad con la que logra optimizar todos los elementos que colaboran para la calidad del desempeño escénico.
            El estilo que imprime la pieza al acto de “contar” hizo que el trance por el que pasa Julián no nos parezca demasiado difícil, aún en el caso del padre, persona prejuiciosa y carente de cualquier atisbo de sensibilidad que no obstante se transforma en alguien que, aunque no comprende demasiado a quienes realizan una elección sexual diferente, descubre que el inmenso amor que siente por su hijo está por encima de todo lo que él puede pensar y sentir. Somos concientes de que socialmente hemos avanzado mucho sobre el tema, la promulgación de la ley 26.618 de matrimonio igualitario (15/07/2010) nos hace pensar eso, aún así, sabemos que no es fácil, quizás por este motivo,  a lo que hay que sumarle la calidad escénica, la pieza se torna en un material indispensable y muy esperanzador por la forma en que lo plantea y resuelve María Inés Falconi.









Grupo de Teatro Buenos Aires y la UPB presentan 
Tengo una muñeca en el ropero de María Inés Falconi. 
Universidad Popular de Belgrano. Campo Salles 2145 T.E. 4701-3101 – sábados a las 21 hs.
Actor: Julián Sierra. Video: Julián Carschenboim y Santiago Squadroni. Fotografía/Gráfica: Antú Martín. Arte/Vestuario: Endi Ruiz. Asistencia de dirección: Elena Zago. Puesta en escena y Dirección General: Carlos de Urquiza 









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domingo, septiembre 12, 2010

Corazón de boxeador de Lutz Hübner

Algunas claves para convocar dos soledades: Alma de boxeador

Susana Llahí

El sábado ocho de agosto, coincidiendo con el festejo de los ochenta años de la Universidad Popular de Belgrano, el Grupo de Teatro “Buenos Aires” puso en escena Corazón de boxeador del autor alemán Lutz Hübner.
En los últimos tiempos es común ver en la cartelera comercial de Buenos Aires obras extranjeras de autores contemporáneos abordadas desde la convención realista, tal es el caso de Agosto: Condado Osage pero también este fenómeno se da en el circuito independiente, como lo evidencia la pieza que nos convoca. Lutz Hübner es un dramaturgo contemporáneo de teatro para jóvenes de amplio reconocimiento en su país.
Curiosamente, en un momento donde en el teatro de intertexto posmoderno en nuestro país se continúa trabajando con la deconstrucción y fragmentación del lenguaje, con el armado desde el pastiche, comienza a darse en otros ámbitos una importante vuelta al realismo, en este caso, a una forma de realismo reflexivo.
La pieza refiere el encuentro entre Yoyo, un joven de barrio que a raíz de un delito menor debe cumplir con tareas comunitarias, las que consisten en pintar las paredes de un geriátrico y de Leo, ex boxeador que vive en ese geriátrico. Dos marginados, dos soledades que se encuentran: la del viejo boxeador olvidado por todos y la del joven que no tiene contención ni familiar ni social y que cometió el error que esta pagando, precisamente, por su necesidad de ser amado y aceptado por alguien. De esta manera se cruzan, el viejo que aporta experiencia de vida y el joven que ofrece generosidad e ingenio para ayudar al anciano en su último esfuerzo por ser feliz. Perfecta conjunción en el encuentro de dos personas con buena pasta.
En esta pieza se privilegia el aspecto verbal, no obstante, dista mucho de ser textocéntrica, en realidad, este teatro trabaja con el texto, el texto es un nivel más en la estructura dramática, el otro nivel fundamental es el cuerpo. En esta forma de realismo el texto es un recurso de expresión que recién se completa en la acción, cuando el actor involucra su subjetividad desde el trabajo corporal. En este caso la creación de los actores se sitúa más allá del relato, en un comprometido trabajo que enlaza texto, autor y director con quienes necesitaron vincularse para construir el personaje. El trabajo actoral de Provenzano y Galván hace que los cuerpos hablen: la rigidez mezclada con la habilidad adquirida en el deporte en el cuerpo del anciano, la vitalidad puro impulso en el cuerpo del joven, dibujan significativamente la historia de vida de cada uno.

La pieza está estructura a partir de las fuertes discusiones que se entablan entre el boxeador y Yoyo, recurso que se repite cíclicamente en cada secuencia atenuando la violencia final de las palabras a medida que avanza la acción. Poco a poco estos personajes comienzan a acordar: el joven recepciona los consejos del viejo y el viejo se deja ayudar por el joven. La obra no queda en la mera exposición, se desarrollan los conflictos, se profundiza en los personajes y hay una evidente toma de posición. Resulta muy interesante el automatismo con que la enfermera atiende al anciano, lo cual remite ni más ni menos al estereotipo de atención geriátrica. El humor atraviesa la puesta como un productivo recurso y hay un toque de caricatura en el personaje de la enfermera ampliamente vinculado con el humor negro.
La escenografía planteada con toda sencillez, muestra la habitación de un geriátrico, la música acompaña los momentos “casi siniestros” de las tomas de medicamentos, los apagones dividen las escenas. En forma minimalista todos los signos confluyen para hacer de la puesta un conjunto integrado que armónicamente define su sentido.
Una propuesta sumamente interesante y para todas las edades, digna de un día de festejo.

Ficha Técnica
Grupo de Teatro “Buenos Aires” presenta, Corazón de boxeador de Lutz Hübner. Adaptación de María Inés Falconi. Traducción del alemán: Reinhard Becher. Teatro: Universidad Popular de Belgrano. Campo Salles 2145. Elenco: Claudio Provenzano. Javier López Galván. Norma Bachmann. Musicalización: Norma Bachmann. Diseño de vestuario: Lucía de Urquiza. Diseño de escenografía: Carlos Di Pasquo. Asistente técnico: Pablo Mayor. Asistente de Dirección: Lucas Esterson. Puesta en Escena y Dirección General: Carlos de Urquiza. Prensa: Robin Laight


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