martes, agosto 27, 2013

Seminario Medios, Historia y Sociedad 2013 | Viernes 13 de Septiembre | 18 hs | Dramaturgos comunistas y la televisión en Brasil. | Invitado: Igor Sacramento




El régimen del pienso de Eusebio Calonge por el grupo La Zaranda / Teatro Inestable de Andalucía La Baja





“Pensando el hombre como mero mecanismo en la producción, ajustándonos
 a los principios de una sana economía, cuando el rendimiento cae por debajo
de los gastos de mantenimiento, se comienza a ser una carga inasumible, ya
no vale la pena la “reparación” y es estrictamente lógico suprimirlo”

Un escenario en semipenumbra donde cuatro personajes se mueven entre grandes carpetas de oficina y unos grandes móviles de metal que cumplirán diferentes funciones a lo largo del desarrollo de la puesta. El lugar, un subsuelo donde se llevan adelante las autopsias que den cuenta del por qué de la peste. Peste como metáfora, que recuerda a otra en la palabra de Antonie Artaud, y su teatro de la crueldad. Porque si hay un sentido que se reitera en el trabajo del grupo: es la crueldad, la antropofagia, el hombre como lobo del hombre. La analogía entre los cerdos y los humanos, y su manera de ser ambos cebados hacia el matadero, también recuerda aquel libro fundamental para entender un momento en el mundo como la década del cuarenta y su guerra infamante, Rebelión en la granja de  George Orwell. Lo humano contamina el mundo del hombre y de los animales, y lleva la peste en su esencialidad. Hasta allí, la propuesta metafísica de un teatro que trabaja con la estética barroca del feísmo y de “pintar” la sociedad desde una mirada que va desde adentro hacia fuera. Pero las analogías no terminan allí, en lo concreto, en el presente de la enunciación, Eusebio Calonge da cuenta de una realidad española, fácilmente trasladable a otros escenarios europeos, paisajes tan conocidos por otra parte por el espectador de Buenos Aires. El descarte por edad, la lucha por permanecer, la aceptación del sistema que es el que provoca finalmente las dos situaciones anteriores, están presentes en la representación. Los humanos en una sociedad vacía de valores, donde la palabra es una unidad privada de sentido, es carne para el matadero; es ese mundo perverso, tortuoso, kafkiano el que se presenta a sí mismo con el desenfado propio de un teatro que además se da la oportunidad, de cuestionarse en una discusión metateatral: “ que antigüedad…” “no se entiende nada, nada…” El humor sobrevuela la platea y una risa nerviosa se hace presente ante una realidad que se presenta en escena con todo su dolor y su descarnada verdad. Humor ácido, negro, negrísimo, constituyente de las actuaciones que desde el estereotipo, del trabajo inarmónico con el cuerpo, del desequilibrio buscado en las acciones, provoca la desmesura. Actuaciones que el grupo lleva adelante con precisión y con la madurez de un trabajo exhaustivo en la búsqueda del efecto sobre el espectador. Como se afirma en el programa de mano:

Su trayectoria tiene como constantes teatrales el compromiso existencial y el partir de sus raíces tradicionales para revelar una simbología universal como recursos dramáticos, la búsqueda de una poética trascendente sin perder la cotidianidad, el uso simbólico de los objetos, la expresividad visual, la encarnación de textos en situaciones puramente teatrales y la plasmación de personajes vivos, y como método de trabajo, un riguroso proceso de creación en comunidad.

Esta indiscutible trayectoria de más de 30 años con la incorporación de Calonge como el dramaturgo de la Compañía, desde hace tiempo, permite a nuestro público disfrutar ese humor para nada inocente y repensar las situaciones trágicas que tienen que ver con una maquinaria siniestra. Los cuatro actores construyen a sus personajes desde una corporalidad, más allá de las máscaras, que se fragmenta o se fusiona entre lo humano y lo animal. En el dispositivo escénico los mínimos elementos - estanterías metálicas y pilas de viejos biblioratos por doquier - son desplazados constantemente por los personajes, líneas rectas para los distintos espacios lúgubres que la situación dramática requiere: el hospital / la morgue, la oficina / el depósito. Un gran espacio sombrío y claustrofóbico como el de una cárcel donde todos están encerrados. Ningún objeto parece ser nuevo como tampoco es nueva la idea de que si hay menos cerdos habrá menos trabajo y, por lo tanto, más despidos. Es interesante el trabajo corporal y gestual del actor que personifica a la muerte – un ejemplar macho, 50 kilos, castrado,…, como también la utilización de las lámparas por parte de los personajes para lograr una iluminación extra que recortar cada rostro otorgándole una imagen cadavérica y focalizando la atención del espectado como si presenciara un interrogatorio. Tanto el dispositivo lumínico como la música aportan un sentido plural a esta nueva propuesta de La Zaranda, mientras cada espectador realiza su particular lectura de una problemática que nos abarca y nos excede a todos sin color local. Como en el barroco, el núcleo duro de la historia está formado por dos centros: animalización / humanización, hombre / cerdo, simulación medioambiental / industria “porcina” en quiebra. Da lo mismo cuando la muerte / el poder de turno son los únicos que se benefician con una “epidemia” provocada más por los intereses mezquinos que por los factores naturales e inevitables. El hecho teatral nos ha hecho participe de recorrido laberíntico en esta necropsia a nuestra sociedad y la Sala María Guerrero del Teatro Cervantes es el marco perfecto para la reflexión metatetral y metafísica.









El régimen del pienso de Eusebio Calonge por el grupo La Zaranda / Teatro Inestable de Andalucía La Baja. Elenco: Gaspar Campuzano, Francisco Sánchez, Luis Enrique Bustos, Javier Semprún. Música: Amadeo Vives, Pablo Luna, J. N. Hummel. Imagen cartel: Andrew Polushkin. Dirección: Paco de La Zaranda. Producción ejecutiva en Buenos Aires: Alberto López y Romina Chepe. Producción ejecutivo TNC. David Hoyo. Diseño gráfico TNC: Verónica Duh, Ana Dulce Collados. Producción General en Buenos Aires: Sebastián Blutrach. Teatro Nacional Cervantes.









Tus deseos en fragmentos de Ramón Griffero


La vida y la muerte se cruzan en los fragmentos de un rompecabezas que entrelaza además la historia de una tragedia nacional: el golpe de Estado del 73 en Chile. Cinco personajes en escena, en un espacio escénico despojado, sólo los cuerpos y algunos elementos de metal que delimitan lugares, proponen paisajes, instalan relatos; y una pantalla al fondo donde como en una novela, se abre y se cierran los capítulos de una historia que el espectador va reconstruyendo a partir de una percepción propia, individual. Sin alejarse del humor: negro, irónico, descarnado, la escritura de Griffero nos instala en cinco subjetividades jóvenes, deseantes de construir un futuro de felicidad, y sobre todo de la relación con el otro. Todos muestran un desamparo que no resuelven ni el sexo, ni las comunicaciones triviales de un computador, ni el roce desaprensivo de los encuentros casuales. Para eso, la construcción sobre sí mismos, desde el afuera: la ropa, los detalles, el cuidado de lo dicho y de lo callado; recursos para sorprender que niegan la verdad de un ser que sólo busca que lo amen. Sobre todos, la muerte como un destino imprevisto pero buscado, provocado y seguro como fin de todo. La idea de presentarlo como una instalación, donde los cuerpos perciben y son percibidos, como objetos de un museo viviente, profundiza el concepto de cosificación de nuestra posmodernidad indigente, como afirmaría Dotti. En el extremo de un territorio, que sueña con el norte, donde pareciera estar la felicidad buscada, la huída necesaria para salir del círculo vicioso del terror que significa la repetición de lo cotidiano, y del que subyace en los cuerpos desaparecidos, mutilados, por el poder. Marcelo Velázquez lleva adelante una dirección impecable en la armonización de los personajes, que se lucen en cada uno de sus momentos, de sus cuasi diálogos, y de sus monólogos donde desde la mirada rompen con la cuarta pared, e increpan a un espectador que de la risa fácil ante la mención a lo sexual, explícita, obscena, pasa a un silencio introspectivo donde las palabras comienzan desde lo escenográfico su trabajo corrosivo. Tus deseos en fragmentos es una textualidad que apuesta a la palabra, no ya como movilizadora de conciencias, no propone caminos, ni soluciones; sino como la posibilidad de escucharnos fuera de los que la tecnología nos ofrece; no mensajes cortos, no facebook ni mails, que permiten la simulación y el disfraz; cuerpos1 en escena que narran y se narran el relato de sus vidas, pero no siguiendo la lógica causal ni una lógica temporal, esa es una tarea para el espectador, unir los posibles y frágiles lazos que van de un cuerpo al otro, reconstruir la memoria fragmentada, herida de muerte por los recuerdos dolorosos, sino a través de una memoria partida, rota en pedazos, que como en un álbum de fotografías nos muestra los acontecimientos pero no la línea temporal que los une. La fuerza de esa palabra entonces, reside en la fuerza de la actuación, donde los cuerpos de los actores se dejan atravesar por ellas, las palabras, para encarnar y desencarnar las subjetividades construidas desde allí. Los cinco actores que producen el relato, lo hacen desde ese lugar visceral dando cuenta del revés de la trama; dicen pero el cuerpo posee también su propia narración, es por eso, que es fundamental no sólo el trabajo con el registro de las tonalidades de la voz, sino la gestualidad y el movimiento de un cuerpo / herramienta que produce una construcción fascinante para el que observa y es observado: el público. Sus perfomances son por momentos excelentes, en un continuum, muy buenas siempre. Como en la ducha escocesa proceden a interpelarnos contradictorias sensaciones. Un texto inquietante, y una puesta que logra ponernos en estado de fascinación.




Tus deseos en fragmentos de Ramón Griffero2. Elenco: César Riveros, Marité Molina, Leandro Rosenbaum, Constanza Raffaela, Manuel Reyes. Escenografía y diseño de arte: Gabriela Quintana. Asistencia de escenografía: Carina Gavalda. Realización de escenografía: Marco Arrieta. Vestuario: Lara Sol Gaudini. Música Original y diseño sonoro: Javier Barria. Iluminación: Miguel Solowej. Diseño gráfico: Manuel Reyes. Fotografía y diseño audiovisual: Juan Solmonese. Asistente de fotografía: David Lemcke. Maquillaje: María Julia Prut. Asistencia de dirección: Christian Di Desidero. Dirección: Marcelo Velázquez.  Teatro: Del Borde.






http://www.griffero.cl/nuevo.htm

http://www.delborde.com.ar/







Le Breton, David, 1990. Antropología del cuerpo y modernidad. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión.







1 Dice David Le Breton en Antropología del cuerpo y modernidad en su capítulo: “Lo inaprensible del cuerpo”: “Las representaciones del cuerpo y los saberes acerca del cuerpo son tributarios de un estado social, de una visión del mundo y, dentro de esta última, de una definición de la persona. El cuerpo es una construcción simbólica no una realidad en sí mismo. De ahí la miríada de representaciones que buscan darle un sentido y su carácter heteróclito, insólito, contradictorio, de una sociedad a otra. (Le Breton, 13/14)

2 Es un premiado dramaturgo chileno. En 1971 entra a la Escuela de Sociología de la Universidad de Chile, centro neurálgico de las ideologías de la época donde participa activamente en los movimientos sociales del periodo de la unidad popular, vinculándose con las actividades políticas del FER (Frente de estudiantes revolucionarios) 1973 A raíz del golpe de Estado se clausura la Escuela de Sociología, se exilia en Londres en Octubre de 1973 donde se le otorga la beca del "World University Service" que permite la continuación de sus estudios en la Universidad de Essex. En 1976 Viaja por La India y reside en Sri Lanka donde realiza su Tesis profesional, obteniendo el grado de BASC de la Universidad de Essex, Inglaterra. El deseo de pasar del análisis sociológico a la creación lo lleva a los estudios artísticos. En 1978 Estudia en Instituto Nacional del Cine de Bruselas, Bélgica, donde realiza el cortometraje "L'escargots" En 1979 Realiza sus estudios dramáticos en el Centro de Estudios Teatrales de la Universidad de Lovaina. En 1982 Regresa a Chile durante la Dictadura Militar, para generar a través del arte Una contestación al estado de opresión que se vive en su país 1983-87 Fundador del Teatro Fin de Siglo y del Espacio de resistencia cultural "El Trolley", en este espacio ubicado en un antiguo galpón del centro de Santiago emerge y se presenta un movimiento artístico autónomo, tanto en Música- Plástica - Video- Danza-Poesía etc. que será parte importante de la renovación cultural del Chile de Fin de Siglo. Ahí presenta la trilogía, de "Historias de un Galpón abandonado" -"Cinema- Utoppia"- "99-La Morgue". 1985 –Escribe el: "Manifiesto para un teatro autónomo" Dirigiendo múltiples performances y acciones de arte en las connotadas fiestas del Trolley. Como las Direcciones de dramaturgias en relación a Kafka-Fassbinder y el montaje Santiago-Bauhaus. El trabajo artístico de Griffero durante este periodo genera, una renovación fundamental en la concepción de la representación escénica, como en la escritura dramática tanto para Chile como para Iberoamérica. Considerando su trabajo por los investigadores escénico como una de las primeras manifestaciones del teatro post moderno. incorporándose en Democracia activamente al movimiento cultural post dictatorial. El fin de la dictadura en 1990 y la llegada de la democracia generan un cambio en su escritura dramática y se re plantea- el rol del teatro y del arte bajo las nuevas condiciones que surgen tanto por la llegada de la democracia como por el cambio De espíritu de época a un mundo de capitalismo global  A esta etapa pertenece la pieza dirigida por Marcelo Velázquez, Tus deseos en fragmentos (2003)






martes, agosto 20, 2013

Psicología barata para una familia berreta de Mariano Retorta



 
Un personaje que se desdobla, e intenta comprender a través de un Freud de bolsillo, por qué su familia es como es. Una familia disfuncional, o más cercana a la realidad y alejada del estereotipo de la familia ideal a lo Ingalls, que tanto se nos inculcó como modelo y que por supuesto nos llevaba a la frustración. Hoy, la llamada base de la sociedad está en crisis permanente, es decir, encontrándose a sí misma. Mariano Retorta toma esta temática para dar cuenta del conflicto y la incertidumbre, narrando un instante, un momento que va develando un pasado confuso, obturado, nunca revelado totalmente, ocluido por el miedo. Si el pasado es de tinieblas el presente es claro en que todo vínculo real y sentido está roto. Sobre todo cuando aparece ese otro, que ingresa a su mundo para poner claro sobre oscuro el nivel de desamparo de cada uno de los personajes. La puesta lleva adelante este sentido, aunque a veces se pierde en tiempos detenidos, los actores no están todos al mismo nivel de registro; y mientras el intruso y la mujer, que lleva siempre a cuestas un bebé, presencia y ausencia, -es un acierto que ningún muñeco en ese contexto se hiciera cargo del personaje-, logran momentos íntimos de intensidad dramática, por momentos desconcierta el personaje del hermano / psicólogo/ narrador, que a veces sobreactúa su rol, y no resulta verosímil. El espacio, escena y extraescena, es funcional y deja fluir la entrada y salida de los personajes sin complicaciones. El sofá y la mesa familiar con su pantagruélica cena, deja delimitado el locus de lo público y lo privado. Quienes están invitados a un convite sin participar en él, quienes dan cuenta de la comida como una metáfora del canibalismo de una familia cuyos miembros se devoran unos a otros. El vestuario, que en el personaje femenino busca siempre ser sugerente en calidad de que la mujer se ofrece y necesita encontrar una respuesta contenedora en otra situación, con otra relación y que en el resto de los personajes es gris en el sentido de opacidad, dando cuenta así del tono de las vidas que llevan puestas los personajes.  La opacidad de sus vidas es señalada por el semitono que trabaja la iluminación, creando un clima desapacible, que en contraste marca los momentos de intensidad mientras el entorno queda en penumbras. El personaje femenino centro y objeto de deseo de un otro, -que es a su vez el objeto de exaltación de su femeneidad-, el que atraviesa por azar las puertas de esa casa trampa, es al mismo tiempo invisible para la presencia masculina de la casa, que ignora su juego de seducción permanente; fugado ya el amor, quebrado el deseo;  cuyo refugio es la pantalla del televisor. El autor / director en esta su primera obra presenta en estado descarnado un núcleo considerado fundamental y que sin embargo es fuente de todas las desdichas. Donde el deber ser se impone sobre el deseo y en un tiempo que se presume circular, toda situación vuelve sobre sí misma, en un accionar falso, para que nada cambie.







Psicología barata para una familia berreta de Mariano Retorta. Elenco: Mariana Santillán, Juan Martín Lami Dozo, Santiago Alonso, Sebas Roques. Diseño de luces y gráfica: Los patos que se nos volaron. Escenografía: José Luis Pereyra. Operación de sonido: Leo Pintos. Vestuario Pablo Juan. Fotografía: Virginia Arencibia. Dirección: Mariano Retorta. Teatro: Del Artefacto.



Historia de Witold Gombrowicz | Dramaturgia de José Paez y Adrián Blanco


La puesta se llama Historia y encierra una doble lectura, por un lado la historia particular, peculiar de su autor, Witold Gombrowicz, por el otro, el relato de un contexto que el autor narra de manera crítica sobre la sociedad polaca y el contexto mayor que abarca las dos grandes guerras. Adrián Blanco y José Paez llevan la intriga hasta la vejez del escritor, hasta el momento en que este se enfrenta con su pasado y dialoga con el joven que fue y que aún sigue siendo. La dirección de Blanco resalta además el grado de ironía, sarcasmo y humor negro que contiene la pieza inconclusa del autor, y construye una farsa divertida, de buen ritmo, que logra la risa del espectador, y también la reflexión sobre la crueldad, el despotismo, la intolerancia, la desigualdad, y sobre aquello que era la preocupación constante de Gombrowicz, la juventud, y su supuesta inmadurez. ¿Qué es ser maduro en una sociedad que se pierde a sí misma, sumergida en un sistema que colapsa, y la hunde en dos guerras, en la desolación y el desamparo? La secuencia de la disputa por Polonia entre las dos potencias que serán, según las circunstancias, enemigas o aliadas, es paradigmática para entender el punto de vista del escritor y del director. Mientras como espectadores nos reímos de la muy buena parodia de Stalin y Hitler, dividiéndose el mundo, Polonia y los polacos son cosificados hasta dejarlos en el más absoluto estado de desnudez. El acierto es que todo sucede simultáneamente, y ambos registros se funden en uno, cuando todo se resuelve con la muerte. Con un muy buen uso del espacio, donde coreográficamente los personajes se mueven y construyen las acciones, es interesante la presencia de un ropero que es a la vez entrada y salida de todos en diferentes momentos, y donde también se juega la posibilidad del ser y no ser de cada uno. Wiltod, el joven, y el viejo, atraviesan los tiempos para dar cuenta de una coherencia de pensamiento, y de una percepción aguda desde la más temprana edad, cuando todos iban contra él, porque no se sumaba al rebaño. Como se afirma en el programa de mano:

Gombrowicz comenzó a escribir, Historia,  a mediados de los años 50 durante su residencia en Argentina. Es una obra a la que abandona y retoma repetidas veces dejando de ella sólo un poderoso boceto inconcluso que fue rescatado tras su muerte y nunca fue editado en español, ni llevado a la escena en nuestro país.
Historia es la visión de fragmentos de su vida y sus cuestionamientos inmadurez versus madurez y la Forma como su gran tema, relatados por los personajes de su novela familiar (Adrián Blanco).

El personaje histórico, el personaje de ese personaje, que cuenta desde una memoria selectiva los momentos de las contradicciones de una sociedad, la polaca, nunca estará de acuerdo con un sistema que estigmatiza lo diferente, que impide nuevas maneras de comportamiento, que llama inmadurez a la duda sobre lo común y naturalizado por todos. Un buen desempeño escénico de parte de los actores, da carnadura a los continuos flashes – backs, que se suceden, acompañados por la música y un vestuario que modifica los cuerpos y da cuenta del transcurso de un tiempo detenido en la memoria del autor, que refuerza la iluminación de Leandra Rodriguez. Hay un tiempo que es el de los pueblos, historia vívida que escapa a los acontecimientos que la Historia registra en su sintetizadora manera de percibir los hechos. Hay historias individuales que son las que construyen desde el cuerpo expuesto por los otros, una memoria colectiva que no puede ni debe ser ignorada. La tragedia de Polonia no es sólo la de los campos de batalla, está dentro de su propia concepción dicotómica de entender la vida. Como en la distinción que hace estar o no calzado, y que la dirección resuelve en una secuencia clarificadora. Como el huevo de la serpiente, son los pobres y desclasados, los que sin darse cuenta sostienen el poder. Gombrowicz vio ese proceso con una claridad que lo expuso a la discriminación de sus pares y al exilio1. La escenografia, funcional, es desplazada por el espacio escénico y permite a su vez el desplazamiento de los actores en un buen ritmo sostenido por una actuación farsesca, de explícita teatralidad y desmesura en lo gestual y corporal.
El campo teatral de Buenos Aires hace ya un tiempo que ha ido al rescate de la escritura del autor polaco. Interesa sobre todo su indignada e inconforme manera de mirar el mundo, su antibelicismo, su contrariedad contra todo lo que suponga una autoridad sin derecho, su desobediencia debida, y su interpelación a la juventud para que no sea una realidad sólo cronológica sino una forma siempre nueva de construir la vida.







Historia de Wiltod Gombrowicz, dramaturgia: José Paez y Adrián Blanco. Elenco: Ramiro Agüero, Manuel Bello, Estefanía D’anna, Hugo Dezillio, Diego Echegoyen, Luis Escaño Manzano, Mario Frías, Yamila Gallione, Cecilia Tognola. Asistencia de dirección: Marina Kryzczuk. Escenografía y vestuario: Liliana Robaina. Diseño de luces: Leandra Rodríguez. Espacio sonoro y canciones: José Paez. Asistente sonoro: Gustavo Luis Sandobal. Músico intérprete: Carlos Ledrag. Producción ejecutiva: Adriana Pizzino. Fotografia: Sol Janik. Diseño grafico: Emiliano Orellano. Dirección: Adrián Blanco. Prensa: Silvina Pizarro. Teatro: Hasta Trilce. Realizadores: Pablo Pinola (escenografía) María Auzmendi (sombreros) Anahí Ferrando (postizos) Stella Maris López \ Alicia Casares (modistas) Asistentes escenograficas: Mariela Barros. Jainen Fernández Ortali. Asistente de vestuario: Daniela Eminione. Dirección: Adrián Blanco











1 Cuando hablo de exilio, no me refiero solamente al que de alguna manera lo expulsó de Polonia para hacerlo desembarcar en 1939 en el Río de la Plata, sino del exilio que supone estar siempre remando en un mar de arena, a contra mano de los conceptos de su época, en cuanto a lo moral, lo político y lo literario. Gombrowicz siempre eligió el margen, era el espacio donde se sentía más él mismo, y donde podía mirar y ver. Incluso a su llegada a la Argentina, no obtuvo reconocimiento pronto de sus pares pero el se las ingenió para sobrevivir a esa adversidad sin quejas, y lograr construir un cenáculo pequeño que fue el que realizó la traducción de Ferdydurke.



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