Mostrando las entradas con la etiqueta Patio de Actores. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Patio de Actores. Mostrar todas las entradas

martes, julio 23, 2013

Será de Dios sobre textos de Mónica Cabrera




Si algo caracteriza a la puesta dirigida por Laura Yusem es la desmesura. Procedimiento buscado para dar cuenta de lo patético de una sociedad en la visión condensada de un Instituto de Salud, donde sus enfermeras /recepcionistas viven del número de llamadas posibles, y funcionan como los personajes ya conocidos de la poética que Antonio Gasalla impusiera a sus criaturas. Pero la directora logra que esa impronta tan conocida: la empleada pública, la maestra, Soledad, sean llevadas de su mano a una exaltación de torbellino. Todo está superado por lo inesperado, por la inestabilidad de un sentido que se pierde y transfigura en las figuras grotescas que cada actor/ actriz componen. Grotesco no como género establecido, representante de nuestro teatro y nuestra idiosincrasia, sino como fuerte pincelada, como adjetivación que supera lo absurdo y lo expresionista. Pero a veces todo es demasiado, y por momentos decae una energía que comienza en la escena en un nivel tan alto, que es luego difícil de sostener. Dicho esto sin desmerecer las excelentes composiciones que el grupo realiza de esos seres desopilantes, que nos producen risa pero a la vez la inquieta sensación que debajo de la máscara exagerada se oculta una realidad conocida, tejida entre las líneas de lo evidente, como un murmullo, como una música de fondo que nos envuelve. La parodia exasperada, la presencia de una sexualidad múltiple, los traumas y las fobias, las envidias y los recelos, y la presencia de una autoridad que no aparece por ninguna parte, da cuenta de un caos que en micro nos quisiera alertar de uno mayor de alcances indefinidos. ¿Teatro político? Si es así, no sólo lo es desde el discurso ideológico, nos referimos algunas menciones que lo señalan: el sindicalismo en la presencia de la delegada, y sus internas; la marchita y el nombre del General, y las menciones a funcionarios del gobierno actual, o de la oposición; sino también desde una performance que busca la provocación a través de la acumulación de significantes, la inversión de roles, lo escatológico, y un relato sacado de las páginas de un noticiero sensacionalista. Un hecho teatral que podríamos pensar desde la perspectiva de “lo camp”, pues vemos algunos de los elementos que desarrolla Susan Sontag en sus Notas sobre el tema. Sin bien la puesta en escena no tiene nada de inocente ni ingenuo pero sí de saturación y de exageración, “lo demasiado” para ser el principio constructivo y con humor se va construyendo una visión cómica de las falacias de nuestro sistema sanitario. Para aquellos que hayan transitado por la recepción y/o administración de algún establecimiento pueden reconocer, lamentablemente, que a veces el paciente no es prioridad. Quizá por eso la inversión entre la cantidad de personajes recepcionistas / enfermeras y la única paciente. Si para “lo camp” es importante “destronar lo serio” la obra lo logra, en especial, a partir de un canevas formado por diferentes monólogos, momentos en que cada personaje busca la complicidad del espectador. Desde una recepcionista / travesti  muy preocupada en armar el arbolito de navidad a una enferma que languidece e intenta desesperadamente algo de atención. Colores brillantes para el vestuario y los accesorios, a puro artificio y teatralidad las pequeñas historias contaminan el relato de un exceso buscado. Pues como comentó Laura Yusem eligió entre varios texto que Mónica Cabrera le entregó y con el grupo de actores buscaron construir el mundo especial de esta clínica privada (nosotros podríamos agregar que “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia”). Con un final a toda fiesta, una fiesta de Navidad o de Año Nuevo, Será de Dios nos deja el desafío de reconocer algunas de las cualidades de “lo camp” en el “comportamiento de las personas” que trabajan en cualquier Centro de Salud.






Será de Dios sobre textos de Mónica Cabrera. Elenco: Enfermeras: Julieta Alonso, Tatian Baranoff, Dante Iemma, Rafael Cejas, Gloria Gamallo, Graciela Malvagni, Jorge Sánchez Mon, Silvia Villazur. Paciente: Susana Monjoux. Fotografía: Marcela Gabbiani. Operación de luces: Enrique Velay. Operación de sonido: Marta Uthurry. Asistente de Escenografía y Vestuario: Stéphanie Champagne. Escenografía y vestuario: Julia Camejo. Asistente de dirección: Marta Uthurry. Diseño de iluminación: Marco Pastorino. Dirección: Clara Pizarro y Laura Yusem. Prensa: Varas & Otero Comunicaciones.  Sala: Patio de Actores.










Sontag, Susan, 1996. “Notas sobre lo Camp” en Contra la interpretación. Madrid: Alfaguara: 355-376.




martes, septiembre 18, 2012

Arena entre la carne y el hueso de Bea Odoriz





Ella: La  calle por donde venía  tenía adoquines, pero no pretendía nada con eso. Era solo una calle que tenía adoquines y yo caminé mucho hasta llegar. Me gustaba caminar por esa calle porque todo era más lento y me gusta ir más lento o hablar más lento  ¿te hablo más lento? No veía bien la calle, ni mis pies  sobre la calle. Todo  lo que pisaba parecía borrarse para siempre y eso me daba tristeza. Ahora trato de acordarme para que no desaparezca. Creo que  pisé charquitos cuando venía. Charquitos sobre adoquines que no pretendían nada… Estoy pisando sangre, pensaba, ¡Sangre, que susto! ¿Habré pisado sangre? Guardo la carta, papá, en mi cabeza la guardo. Me enojé y vos me escribiste tantas cosas hermosas y yo con siete años. Me la repito todavía, para que no se me vaya (silencio) Tal vez no te gusta que éste acá,  intente distraerme para no venir, te lo juro ¡Estoy llena de cuchillos! (Ella se acerca más a la puerta. La acaricia. Silencio.) ¿Te acordas de la carta? Vine porque la escribiste y porque se me repetía acá.  Pensé que no  tenía que dejarte ir así, tan fácil después de tantas palabras, de nuestros ojos mirándose. Cuando venía la usé para no tener miedo. La usé como espada. Es gracioso, una carta-espada. Me duelen hasta las suelas de los zapatos. Siento ampollas ¡Todo es tan tibio, papá! La gente no quiere en serio. El camino era largo y con sombras. Yo trataba de  descubrir que cosa eran las sombras ¿Qué cosa son las sombras, papá? ¿Qué cosa son las sombras? (en la penumbra se escuchan ruidos) Escucho los ruidos ahora, aunque te siga hablando. Cuando venía me asusté y del susto me corté  el pelo y lo desparramé por el piso y  quise hacer promesas que no me salieron (Silencio) Que raro es que no me contestes. ¡Es tan difícil recordar como era tu voz! (Pausa) No sé como llegué hasta acá, papá, vine  tanteando. Así, con los brazos para adelante, haciendo airecito hacia atrás para no chocarme con nada. ¡El dolor te hace hacer cosas enormes! Sí ya sé, y cosas estúpidas. (Continúan los ruidos en las penumbras) Tengo que hablar para no escuchar lo de abajo que me asusta. Cuando caminaba olía raro, como ahora. Un olor que no puedo acordarme a que me hace acordar. Se me deben estar saliendo cosas de la cabeza y se están mezclando con las sombras ¡Estaba tan  oscuro! Y yo sin luz. (Dejan de escucharse los ruidos) Sentía las sombras cerca del cuerpo, cerca de mi carne, papá. Grite fuerte tu carta. Grite que estaba dispuesta… y nada. Si había que prometer algo, o quemar viseras, yo lo hubiera hecho. Pero nadie dice nada de estas cosas ¿no? Venía por un camino  interminable y eso me hacía llorar. Lo interminable. (Continúan los ruidos en las penumbras) ¿Escuchas?  Los ruidos digo ¿los escuchas? Deben de ser las sombras de miserables como yo que buscan y buscan algo. ¿Van a atacarme? ¿Vas a defenderme?   Digo tu carta: ¿puede el árbol no querer a sus ramas? ¿Puede el árbol no querer a sus ramas?  (Continúan los ruidos en las penumbras) Me duele el cansancio, papá, o caminar o las ampollas o los cuchillos o no tenerte. (Pausa) Quiero ser  tu hija para siempre ¿sabes? Vine a buscarte.


Este profundo monólogo[1] inicial en la voz del personaje femenino, de espalda y aferrado a la puerta frigorífica, nos sugiere múltiples sentidos; será cada espectador y según su historia particular quién elija a partir del espesor dramático de dicho comienzo el recorrido a realizar. La Sala de Patio de Actores le otorga a la obra, Arena entre la carne y el hueso, el marco íntimo y casi confesional necesario para el desarrollo del hecho teatral. La utilización del espacio en dos niveles nos recuerda a la tragedia griega. En la parte superior, el lugar sagrado de los dioses, en Arena… se encuentra el cuerpo de un padre a quien su hija venera como a un dios. En la parte inferior, los hombres de carne y hueso que intentan cuidar esa puerta, quizá para que no se devele ningún misterio, y quienes constantemente se interponen a las súplicas de Ella. En el inicio, la luz en tono azul claro remarca a la hija llamando a su padre con un lamento y el recuerdo de una carta como una última voluntad; mientras en la penumbra se mueven lentamente esas sombras, como espectros que acechan, y se escucha el ruido que provocan como si afilaran sus grandes cuchillos. Cierta musicalidad que parece encontrar su contrapunto en los golpes que producen los viejos cajones al ser arrojados por estos mismos personajes. La melodía del violonchelo en vivo y los pequeños momentos de comicidad producen cierto respiro al espectador, atrapado en un relato intenso. Como en la tragedia clásica, el cuerpo del padre nunca se verá en escena, pero damos por cierto que detrás de la gran puerta yace sin vida. Los cincos guardianes cumplirían un rol similar al del coro en la tragedia griega – por su carácter ambiguo entre algo ritual y algo distanciador- y encarnan fuerzas que no se pueden individualizar incorporándose a la acción dramática. Hombres que actúan y cantan, hombres con blancos delantales de cocina que pican y destrozan paquetes de acelga y cebollas, que luego esparcirán por el suelo, provocando en el espectador una situación real: el olor de la verdura fresca nos involucra más allá de la fuerte teatralidad en el espacio lúdico. La perfecta utilización del espacio escénico le otorga más dinamismo al ritmo sostenido que tiene la obra, también la iluminación, que de manera acertada focaliza continuamente la mirada del espectador. Todo el texto espectáculo está atravesado por la musicalidad del discurso verbal, del instrumento musical, de las diferentes sonoridades de los chuchillos, de los ruidos que producen los cajones. Además, por la musicalidad que se construye en escena a partir de los distintos tonos, los gestos y los desplazamientos de cada actor, especialmente Bea Odoriz (Ella), quienes logran a lo largo de la obra modificar la tensión dramática en esta búsqueda de un cuerpo insepulto.











Arena entre la carne y el hueso de Bea Odoriz [2] . Elenco: C1: Ariel Hagman (cover. Carlos Diener), C2: José Luciano González, C3: Hernán Bustos, C4: Rafael Walger, C5: Lautaro Mackinze, Ella: Bea Odoriz. Asesoramiento vocal: Pablo Pollitzer. Prensa: Claudia Macauliffe. Fotografía: Catalina Boccardo. Organización gráfica: María Eva Ricchio.   Ilustraciones: Madonna Mayfield. Vestuario: Mariana Seropian. Diseño de iluminación: Fabricio Ballarati. Escenografía: Ariel Vaccaro. Música: Ariel Hagman. Producción: Romina Beraldi. Co- dirección: Carla Baglivo. Dirección: Bea Odoriz. Patio de Actores.









[1] Gracias a la gentileza de Bea Odoriz,  hemos reproducido el monólogo de manera íntegra ante la dificultad de realizar un recorte no arbitrario.
[2] Bea Odoriz tiene una amplia trayectoria en distintas actividades artísticas: dramaturga, directora, regisseur, actriz y docente. Estudio actuación con Norman Briski, Mariana Briski (Clown y comicidad), Diego Starosta (Teatro antropológico). Dirección Eugenio Barba. (Copenhague, Dinamarca); Víctor Varela "Del sensible al vital" y "Training del cuerpo suspendido"; Susana Rivero "Uso dramático del cuerpo" y "Creación del personaje". En dramaturgia se formó con: Daniel Veronese, Alejandro Tantanian. Luego en la Escuela de Letras de Madrid, con José Sanchís Sinesterra, Yolanda Pallín y Juan Mayorga. Sus últimos estudios de dramaturgia fueron en la Escuela de Arte Dramático de Buenos Aires, a cargo de Mauricio Kartun. Terminó la carrera de Regié en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón. Como actriz participó en diferentes obras teatrales y varietes de humor, también participó en televisión. Como dramaturga estrenó "La Parte Pendiente", 2005; escribió "Caída Crónica", estrenada 2007; estrenó en 2009 "Ten Piedad de Mí" de su autoría y bajo su dirección; "Mariela" sin su dirección en 2000; dirigió y escribió "La Piecita, tango en un acto". Fue integrante del ciclo "Bestiario Grimm", presentando la obra musical "El ir al encuentro" como autora, 2006-2007. Como dramaturga escribió junto a Jorge Sánchez "Desierto Aire" estrenada en 2009. Estrenó como autora- directora la pieza "Yo, Renata", 2010. Tiene aun varios textos sin estrenar ni editar. Dirigió "El maestro de música"de Pergollesi;  Puesta en espacio del concierto "Vespro della Beata Virgine" de C. Monteverdi,; Semi- montado de "La Virtud de stralli de amore" de F. Cavalli; dirigió también la ópera "Dido y Eneas" de H. Purcell; hizo el semi- montado de "Flauta Mágica"de Motzar; semi montado de "Ifigenia en Tauride" de Gluck, dirigió "Amahl y los visitadores de la noche" de G. Menotti , 2008. También estrenó un semi montado "Castor y Pollux" de Rameau y fragmentos de "David y Jonathas" de Charpentier dentro del ciclo "Conciertos del mediodía del Mozarteum" y el ciclo "El camino del Santo". [http://www.alternativateatral.com/persona359-bea-odoriz]









domingo, septiembre 09, 2012

Damiens (2003/2012) (El cuerpo de los condenados) de Cristian Palacios



En un juego de abismos la fuerza ejercida sobre un cuerpo, el de Damiens, se transmite al ojo perverso del espectador convertido en multitud en el siglo VXIII, y al ojo individual y expectante de aquella perversidad sugerida y apropiada en el presente de la puesta en escena de un drama que nos involucra en las azarosa huella de la historia. Pero esa violencia centrífuga que nos atraviesa sólo es posible por un texto potente, y una actuación deslumbrante sin eufemismos. Cuando la agonía y el sufrimiento terminan en escena, un piadoso apagón cae sobre la figura del actor, que al reaparecer la luz ya no es aquél que por sesenta minutos nos introdujo en la crueldad del relato, sino un ser luminoso que expresa la alegría del trabajo bien hecho. En ese instante, la pureza de su actuación queda al desnudo, cuando aún sin reponernos de lo vivido, vemos como el actor nos da cuenta de que el teatro es un juego maravilloso que nos permite vivir vidas, situaciones, amores y odios, en un tempo suspendido en el tiempo y salir de él para pensar lo sentido. Cristian Palacios logra una perfomance impactante desde la expresividad del gesto y la técnica del cuerpo, ya desde el instante de su presencia en un escenario despojado, -sólo dos banquitos pequeños, un lápiz mocho que sólo logra escribir a partir de la presión sobre el papel y una pequeña libreta donde el personaje intenta dar cuenta, fragmentariamente, de su propia narración -, mientras un silencio de peso específico y envolvente densidad va creando la complicidad necesaria con el público para el acto lúdico que iba a dar comienzo. La dirección de Paula Brusca, pasa el punto de vista por ese cuerpo /instrumento con el conocimiento de que Palacios era capaz de sacar de sí, todas las tonalidades necesarias. Damiens fue estrenada en el 2003, recibió premios, y participó en Festivales nacionales e Internacionales. ¿Qué narra el monólogo que despliega la puesta?, podríamos decir que los hechos a partir de la voz de los que habitualmente sólo pueden gritar hasta el agotamiento o mantener un delicado equilibrio entre la voz y el silencio. La voz de los condenados no por el crimen del que son culpables sino de los que nacen condenados, porque ya llevan en su sino el estigma de la realidad que los poderosos van creando para él.  Como el personaje expresa, la historia gira a su alrededor y él es sólo testigo. Rebelarse a la prisión que significa no tener derechos, desata la ira que lleva a Damiens a otra donde los barrotes son tangibles y concretos, y donde su cuerpo ya no le pertenece:

Los sentimientos religiosos nos invaden y los movimientos de nuestro corazón nos inducen a la clemencia. Pero nuestro pueblo, al que pertenece nuestra vida más que a nosotros mismos reclama, de nuestra justicia, venganza de un crimen cometido contra la vida que nos deseamos conservar para vuestra felicidad. (Preámbulo de Luis XV)

La monstruosidad de la sentencia en relación al crimen, pone en evidencia la prepotencia del poder sobre los hombres, hoy como ayer.1La propuesta de Cristian Palacios2 como en Alonso y Aguirre[3], aunque con una estructura y una estética distintas, expresa desde la Compañía Nacional de Fósforos[4] el trabajo sobre el relato histórico para dar cuenta de aquellos acontecimientos que produjeron en su vorágine de violencia y codicia, la muerte de muchos inocentes y el comienzo de una transformación. Transformación en varios sentidos, por un lado, en el pequeño programa de mano la imagen parcial de un violín – las clavijas, el astil y parte de su caja de resonancia…- que nos recuerda la mentalidad cortesana del absolutismo francés y las extravagancias del Palacio de Versalles. Por otro, es inevitable recordar que fue la antesala del estallido de la Revolución Francesa. El texto dramático parte de breves citas  a Foucault en Vigilar y Castigar, el filósofo da cuenta de que hubo un cambio importante entre la forma de castigar durante el siglo XVII, Antiguo Régimen francés, y la primera mitad del siglo XIX. Uno se esos importantes cambios es la desaparición del espectáculo público del castigo, del suplicio, y éste es el núcleo duro del texto espectáculo donde la experiencia expectatorial queda clausurada. Es imposible, a pesar de la teatralidad del monologo, evitar como espectadores lo concreto del espacio lúdico, la acumulación de los tormentos y lo opresivo de un devenir inevitable:

Finalmente, se lo descuartizó […] Esta última operación fue muy larga, porque los caballos que se utilizaban no estaban acostumbrados a tirar; suerte que en lugar de cuatro, hubo que poner seis, y no bastando aún esto, fue forzoso para desmembrar [...] (2002:11)

El tenso clímax hacia el final del hecho teatral es logrado con el mínimo de los recursos con que cuenta un actor: solamente con el tono de su voz. Porque incluso se nos oculta su rostro en un momento de tanta crueldad. Damiens, el personaje, se filtra por los poros del actor y está vivo más allá de toda convención teatral. Damiens es la representación de la  ruptura de un cuerpo brutalmente sometido con la sociedad de su época y también con la naturaleza, al que sólo le queda el mundo divino, “Dios mío, ten piedad de mí; Jesús socorredme”. (2002:11)
 





Damiens de Cristian Palacios2. Un espectáculo de la Compañía Nacional de Fósforos. Vestuario: Natalia Alayón Bustamante. Asistente escénico: Juan Manuel Caputo. Desarrollo del Proyecto: Tónicas. Dirección: Paula Brusca. Prensa: Duche & Zárate. Teatro: Patio de Actores.










Foucault, Michel, [1975] 2002. “El cuerpo de los condenados” en Vigilar y Castigar. Nacimiento de la prisión. Siglo XXI: Buenos Aires: 11-37.








1 La monarquía quiso sentar un precedente para el delito de regicidio, pero a todas luces se les fue la mano. Después de la muerte de Damiens se emprendió una verdadera cacería de brujas; la aldea donde nació fue arrasada con la orden expresa de que nunca más volviera a ser reconstruida ni poblada. Su esposa e hija, sus padres y hermanos, fueron desterrados de Francia bajo pena de muerte instantánea si regresaban. El resto de su familia se vio obligada a cambiar de apellido por temor a las represalias.
Este cruel asesinato y la posterior persecución a su familia, estremecieron varios cimientos de la sociedad, empezando por la mentalidad del mismo pueblo que solía disfrutar de estos espectáculos. Por primera vez, empezaron a tener conciencia de la injusticia, sobre la desproporcionalidad con la que fácilmente se juzgaba el delito de un plebeyo. Este evento, ampliamente difundido entonces, marcó un punto de inflexión en los espíritus libres. Hubo un antes y un después de la muerte de Damiens.

2  Cristian Palacios estudió la carrera de Letras en la Universidad de Buenos Aires y Dirección de Artes Escénicas en el Instituto Universitario Nacional de Artes. Es profesor de Teatro, Literatura y latín y licenciado en Letras. Ha realizado seminarios con Pompeyo Audivert, Suzanne Lebeau (Canadá), Robert Woodruff (U.S.A.), Hassane Kouyate (Kenya). Estudió en México con el maestro Nicolás Nuñez y en Colombia con Marian Ralea de Rumania. Trabajó junto a Carlos Mathus en La Lección de Anatomía. Perteneció (como actor, director y fundador) al Circo Cicuta. Estudió Artes Circenses con Mario Pérez, Trapecio con Gustavo Silva, Clown con Enrique Federman y Técnicas Circenses con Los Siete Dedos de la Mano (Canadá). Ha dictado talleres y seminarios de teatro en Córdoba, Mar del Plata, Tucumán, México DF, Bogotá y Madrid. En televisión realizó trabajos para Ecuador, Costa Rica, Chile, México y Argentina. Ha formado parte del elenco de DE LA GUARDA, con el cual ha realizado giras por Rusia, Chile, Colombia y Argentina y junto al cual ha participado del prestigioso Festival Iberoamericano de Bogotá. Como dramaturgo ha estrenado nueve obras de su autoría. El autor /actor junto a  Paula Brusca dirige La Compañía Nacional de Fósforos, con la cual presenta espectáculos tanto para adultos como para niños. En el teatro para niños realizó: LIBROS DE PIRATAS, 2003 (Mención Especial Mejor Espectáculo para Niños en la Fiesta Regional del Teatro de la Provincia de Buenos Aires, 2004) LOS SONÁMBULOS: UNA HISTORIA DE LA CIENCIA EN DOS PATADAS, 2006 (Espectáculo seleccionado para la Fiesta Provincial de Teatro Para Niños 2007; 2da Mención Fiesta Provincial de Teatro para Niños 2007, premio ATINA mejor actuación masculina) EL EXTRAÑO VIAJE DE NIKOLAUS PIPER, 2008 (Segundo premio en el Concurso Nacional de dramaturgia “Cultura, Derecho, Necesidad y Decisión” organizado por el Instituto Nacional del Teatro, Argentores, la Asociación Argentina de Actores y la Asamblea Permanente para la Defensa de los Derechos Humanos.)


4 Herederos de la renovación de antiguas tradiciones, buscadores de nuevas formas para pervertirlas, deformarlas y abandonarlas a la búsqueda de más, la Compañía Nacional de Fósforos nace en marzo de 2002 con el estreno de El Abismo en el Teatro Municipal de Morón. Sus espectáculos se caracterizan por ser siempre una búsqueda, conjugando la teoría con la práctica, adaptando viejas técnicas a nuevos modelos, apostando siempre al espectáculo como pensamiento, y como tal revolucionario, subversivo, inquisidor, irreverente.  
http://lafosforerateatral.blogspot.com.ar/p/presentacion.html



Related Posts with Thumbnails