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lunes, noviembre 11, 2013

Al servicio de la Comunidad. Epopeya Isabelina de Andrés Binetti y Mariano Saba

Esta obra es la tercera y última parte de la Trilogía Argentina Amateur de reciente publicación[1]. En el prólogo del texto dramático, Roberto Perinelli celebra el “feliz encuentro de dos autores con poéticas similares y que obran en terreno afín”, obviamente, nosotros compartimos el comentario sobre esta dupla que en poco tiempo ha logrado tener visibilidad en nuestro actual teatro. Al ingresar a la Sala, la música en vivo y la voz de Malala van generando el clima especial del espacio escénico – la sala de espera de una casa de citas, mientras desde el espacio virtual llegan los murmullos de las habitaciones. La fecha elegida no es azarosa, 1910 - Centenario de la Revolución, y como en las otras dos obras los co-autores crean a sus personajes simples contextualizados en un tiempo preciso. Un tiempo que es un hito en nuestra historia y una polifonía de voces que no dejará al espectador en una actitud pasiva. Por un lado, recordemos que los festejos del Centenario se realizaron bajo el estado de sitio, en especial, por el rechazo del movimiento obrero anarquista y socialista ante la organización de las imponentes celebraciones y la esperada visita de la Infanta Isabel de Borbón. Por otro, el modelo agroexportador estaba en pleno apogeo y la oligarquía quería dar una imagen de progreso y de prosperidad. Además, en la heterogénea sociedad dada por la masa de inmigrantes y movimientos internos, comenzaba a consolidarse el campo teatral de Buenos Aires. Por último, la necesidad de la clase gobernante por definir de una vez y para siempre la identidad nacional. Éste es el contexto social y político que se construye a través de un elenco sólido; con mucho humor e ironía, Al servicio de la Comunidad es un claro cuestionamiento a nuestra historia oficial desde el interior mismo de la actividad teatral. El acertado dispositivo escénico recorta el desplazamiento de los personajes sin saturar el espacio lúdico ni provocar una imagen caótica. Por el contrario, cada actor / actriz se mueve con seguridad y le da textura a su personaje con profesionalismo, a partir de su gestualidad y sus posturas, de los diferentes tonos y miradas cómplices. Viejas sillas, cortinas por doquier, una mesita con algo de alcohol para amenizar la espera; espacio a mitad de camino entre el mundo construido por la élite de turno con los festejos y ese otro mundo ignorado, el de aquellos que reclaman con huelgas y manifestaciones por una sociedad más justa y de aquellas jóvenes que aceptaban su infortunio. Con el cráneo de una vaca en la mano, Pocodiente trata de aprender el monólogo para representar al Hamlet criollo, mientras Oscuro, quizá el alter ego de Binetti / Saba, intenta llevar adelante la tragedia shakesperiana con una concepción dramática del color local: Ni locos ni equivocados: ¡patriotas! ¡Adelantados de la argentinidad creatividad que no busca mostrar el hambre sino el genio! (102). La intervención de La Gitanita tiene algo de gracia salerosa y mucho de realidad, en especial cuando realiza un recorrido por las arenas de la política cuando después de echarle la ventura a las mujeres augura la suerte de la patria entera:

Vendrá la sangre en las caie’

vendrán lo’ grito’ obrero’

y la luna iorará

por todos sus hijo’ muerto’.

Despué’ vendrá el milicaje

montado en caballo negros

a devorarse la patria

con fraude y muerte primero. (126-127)

Si la epopeya narra las acciones dignas que deben mantenerse en la memoria de un pueblo, la nuestra tiene muy poco de héroes o de dioses, salvo algunas excepciones - la mujer embanderada, un hombre que habla a la’ masa – con el broche del último gobernante nefasto - un hombre con patillas - que rifará el suelo patrio. La gitana después ya solo puede ver el torpe nacimiento de dos poetas malditos. Nosotros tenemos la suerte de haber asistido al feliz nacimiento de estos dos autores que forman parte de una nueva generación. En un proceso de constante investigación en el quehacer teatral y de revisionismo histórico Binetti y Saba amalgaman ambos procesos creativos en un estilo particular de escritura en beneficio de nuestra memoria colectiva.




Al servicio de la Comunidad de Andrés Binetti, Mariano Saba. Actúan: Silvia Aguado, Malala González, Fabián Caero, Oscar Tato Cayón, Osvaldo Djeredjian, David Ledesma, Alejandro Lifschitz, Teresa Murias, Juan Pascarelli, Alejandro Robles, Michelle Wejcman, Mariano Saba. Diseño de vestuario: Ana Algranati. Escenografía: Magali Acha, Andrés Binetti. Diseño sonoro y música: Martín González. Músico en vivo: Marcelo Aruzzi. Diseño de luces: Andrés Binetti. Diseño gráfico: Andrés Kyle. Asistencia de dirección: Sabrina Gilardenghi. Prensa: Marisol Cambre. Dirección: Andrés Binetti. Apacheta Sala Estudio.










Binetti, Andrés - Mariano Saba, 2013. Trilogía Argentina Amateur (1948-1933-1910). Córdoba: Universidad Nacional de Córdoba: 92-136.





[1] La Trilogía está compuesta por La patria fría (grotesco ambulante); Al servicio de la comunidad (epopeya isabelina); Después del aire (sainete oral) con prólogos respectivamente de  Luis Cano, Mauricio Kartun y Roberto Perinelli






martes, octubre 29, 2013

Un mundo flotante de Mariano Saba


El texto dramático, Un mundo flotante, obtuvo el segundo Premio en el I Concurso “Estampas de la Argentina Actual”, organizado por el Teatro El Popular en su compromiso permanente con nuestro teatro. Esta obra teatral junto a Al servicio de la comunidad son las dos propuestas de Saba en nuestra actual cartela porteña. El dramaturgo también ha presentado hace pocos días su Trilogía Argentina Amateur (1948-1933-1910)[1] en co-autoría con Andrés Binetti, en el Salón de Argentores[2]. Estos eventos dan cuenta de qué manera la particular escritura del autor está atravesada por la búsqueda constante en repensar al teatro en sí mismo y, a la vez, a nuestra sociedad. Pues sus textos, en general, tienen un fuerte perfil social y político aunque pareciera que el acento está puesto sobre los personajes en cada obra. En Un mundo flotante, el contexto de finales de la década de los ‘90 se filtra más allá del discurso verbal de cada personaje. Cada historia de vida es diferente y a cada uno lo acompaña algún espectro de épocas mejores; salvo Yuyito que aún tiene cierta inocencia, por su juventud, y sus motivaciones están relacionadas con el juego de azar. El amplio espacio escénico le otorga algo de fantasmal y de decadencia a la escena, pues los pocos muebles viejos bien distribuidos son la parte visible del hotel. Mientras, por detrás, está el intento de sobrevivir de los pobladores que recurrieron a la idea de la cooperativa después del cierre de la fábrica de cemento, en Pipinas[3]. En el relato se amalgaman ambos niveles, por un lado, el suceso real del pueblo y el esfuerzo por convertirlo en un sitio de atractivo turístico. Por otro, la situación dramática se desarrolla con humor, ironía y suspenso materializando los distintos intereses: de aquellos que remiten a la idea de una sociedad más justa y a la defensa de los puestos de trabajo, y de esos pocos que se benefician de otros muchos. Mario es el ex-sindicalista en lucha permanente por no venderle su alma al diablo (o mejor dicho a las grandes corporaciones), Walter tiene ideales menos sólidos y, por último, está el Extranjero. Paradoja del destino, el foráneo es aceptado como la única posible solución para levantar la hipoteca pero, en realidad, solo ha llegado para comprar lo poco que de sueños les quedaba. Es interesante como Cristian Sabaz construye a su personaje a partir de un cuerpo corroído, más que por los años, por la utopía de una lucha sindical más justa para los últimos obreros de la planta; con un tono ronco y profundo que denota bronca e impotencia, con una cojera quizá para arrastrar sus últimas ilusiones. Es el mundo atravesado por la crisis económica-financiera que asestó un golpe mortal a nuestra sociedad con la destrucción de la industria local, entre otras cosas. El partenaire de Walter ventrílocuo, Pupo travestido (Simón Auad), es el muñeco de su padre y es el único que se permite filosofar sobre la situación real del pueblo. Ésta es la relación estrecha que el coleccionista logra romper (cualquier situación con la realidad es pura casualidad), quien a su modo intenta detener el tiempo recuperando objetos del pasado, mientras especula con las concretas necesidades de los pocos habitantes que aún quedan. Las buenas actuaciones, en general, permiten al hecho teatral adquirir un ritmo interno dinámico que, por momentos, pareciera detenerse ante el ataque de los feroces perros hambrientos. Tensión y suspenso que no se resuelven dejando para el espectador la tarea de encontrar las respuestas posibles sobre ese “afuera” que acecha brutalmente. Si la implantación regional del neoliberalismo comenzó décadas anteriores y las políticas económicas que se establecieron en los ‘90 inevitablemente nos condujeron a la devastadora crisis del 2001, necesitamos de la creación artista y su función social para mantener viva nuestra memoria colectiva, una de las formas para seguir construyendo de cara al futuro.




Un mundo flotante de Mariano Saba. Elenco: Emiliano Mazzeo, Cristian Sabaz, Patricio Belmont,  Ricardo Bustos y Simón Auad. Asistente de dirección: Cecilia Milsztein. Edición musical: Lucas Bustos. Escenografía y vestuario: Jorgelina Herrero Pons. Fotografía: Ariana Caruso. Diseño Gráfico: Celeste Suardíaz. Iluminación técnica: Daniel Aimi. Asistente técnico: Gabriel Cultura. Producción ejecutiva: Anabella Valencia. Producción: Teatro El Popular. Dirección: Cristian Sabaz.

https://www.facebook.com/pages/Teatro-el-Popular/246695985356433






[1]
La Trilogía está compuesta por La patria fría (grotesco ambulante); Al servicio de la comunidad (epopeya isabelina); Después del aire (sainete oral) con prólogos respectivamente de  Luis Cano, Mauricio Kartun y Roberto Perinelli.

[2]  Sociedad General de Autores de la Argentina.

[3]La vieja fábrica que diera vida a la otrora localidad de Pipinas, en el Partido de Punta Indio, cerró sus puertas en el año 2005, iniciando con esto un proceso de éxodo que dejó prácticamente sin habitantes ni posibilidades de progreso al pueblo… Un conocido ocasional en el Hotel Pipinas (emprendimiento cooperativo de vecinos) me posibilitó la entrada al predio….”





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