miércoles, agosto 24, 2011

jueves, agosto 18, 2011

Vamos que venimos | 3er Festival de Teatro adolescente



Cecilia Ruiz es la creadora de ciclo, es además docente, profesora de música, directora teatral y actriz. Este es el tercer año que en el mes de octubre se va a llevar adelante el Festival de Teatro adolescente, desde el miércoles 5 hasta el 10, conferencias, puestas, talleres, grupos de teatro de jóvenes actores que muestran una vez más su fuerza creativa. Este año, la novedad es que es la primera muestra a nivel Nacional. Comprendiendo que reunirse en un proyecto común da sus frutos, un teatro hecho por adolescentes es un incentivo muy interesante pensando en un destinatario de su misma edad que no encuentra habitualmente en el escenario el tratamiento a sus problemáticas. Aunque Cecilia Ruiz aclara que “sean obras creadas o adaptadas, producidas e interpretadas por jóvenes no significa que estén dirigidas a un público de la misma franja etaria ni que las temáticas abordadas por cada elenco estén explícitamente vinculadas con la adolescencia”; como ellos mismos afirman:

“Vamos que venimos” busca instalar un espacio cultural de intercambio teatral entre adolescentes. Éste espacio es innovador y va mucho más allá del espacio físico. Habilitar el intercambio entre las experiencias teatrales de la adolescencia implica la posibilidad de compartir inquietudes, pasiones y deseos. Así, el Festival genera nuevas redes entre adolescentes: redes qué no sólo los vinculan alrededor de lo social sino que los aúnan en los sentimientos que genera el arte; redes que no proponen competencia sino aprendizaje a partir del intercambio. “Vamos que venimos” genera un espacio donde la diversidad está presente, logrando que los jóvenes puedan vivenciar las diferentes realidades socioculturales1 sin hacer diferencias.

El otro punto interesante del proyecto es la inclusión de los grupos dentro del campo teatral de la ciudad, hacer visible un trabajo comprometido desde lo social y desde lo estético, una producción de teatro joven de valía que merece ser reconocida. La relación por otra parte con teatristas, dramaturgos, docentes y directores de trayectoria ofrece a los jóvenes la posibilidad de acercarse a técnicas teatrales diversas.

Desde muy temprano a la mañana hasta la noche, cada jornada se cierra con una puesta teatral, el Festival se desarrolla en sus presentaciones, conferencias y talleres2, la inscripción a estos últimos se realizará el sábado 17 y el sábado 24 de setiembre; y son de carácter gratuito.

Vamos que venimos es un espacio necesario, que se sostiene con el trabajo y el fervor de un grupo de artistas interesados en su quehacer y en el medio donde éste se desarrolla.















1 Los grupos que participarán en el Festival, que fueron seleccionados de entre cuarenta que intervinieron en la convocatoria realizada en junio a través del sitio web www.vamos-quevenimos.com.ar, provienen de realidades socioculturales sino distantes, distintas: chicos y chicas de ciudad Evita, Banfield, Boedo, Escobar, Berazategui, Mataderos, Liniers, La Plata, Belgrano, Moreno, Marcos Paz, Pergamino, San Nicolás y Mar del Plata, entre otros sitios; actuarán, bailarán, musicalizarán, dirigirán, maquillarán e iluminarán los escenarios de Beckett, Teatro, La Comedia, Del Globo, Mediterráneo, y Santa María.

2 A la par de las funciones, habrá actividades gratuitas que tendrán lugar en las aulas del Instituto Universitario Nacional del Arte (IUNA) en Venezuela 2587. Habrá conferencias, talleres y paneles de intercambio para que los elencos cuenten sus historias. Hacia el final de la maratón de obras el jurado integrado por Javier Daulte, Luciano Cáceres, Ricardo Talento y María Onetto, otorgarán reconocimientos a los chicos que se hayan destacado en las ternas: mejor espectáculo, mejor actriz, mejor actor, mejor puesta, mejor trabajo en grupo, mejor texto espectacular, y mejor elenco elegido por los participantes del Festival.



Desconchertados de Luis Sticco y Andrés de la Cruz


Un público heterogéneo, niños y adultos, espera expectante en la sala - hall del teatro Beckett para presenciar una puesta donde el talento musical más el buen trabajo con el cuerpo, y el uso acertado de la tecnología, ofrece una hora y algo más de un espectáculo que moviliza todos los sentidos, y nos permite reírnos de un humor desopilante. La sala vibra de sonidos que se van incorporando tímidamente desde los acordes de una guitarra en las manos de Luis Sticco1, mientras una pantalla atravesada por un juego de luces da comienzo al relato. El segundo personaje, Andrés de la Cruz,2 entonces en un dueto utilizando como instrumento una mesita de luz de madera, arranca un segundo movimiento que intenta opacar a lo realizado por el primero. Instrumentos musicales confeccionados como tales, “profesionales”, compiten con la audacia de la armonía que aflora de otros que son construidos con ollas, sartenes, tubos, palitos, y cuando, como en el caso de la mesa, con las sillas o desde la imaginación. Pero en el desafío de ver quien produce mejor su trabajo ambos no están solos, un tercer integrante Juan, Juan Diana3, es el eslabón que aglutina la rutina del dúo, indispensable ensamble que permite los cambios de cuadro en escena. Los gags que provocan la risa sin dificultad, recuerdan a los mejores momentos del cine mudo, - que por otra parte había tomado los procedimientos de la mímica, y su gesticulación del varieté y del music – hall - . Las figuras de los actores/ músicos / personajes nos traen a la memoria ya desde el vestuario, otro dúo familiar a nuestro registro, Laurel y Hardy, los inolvidables el gordo y el flaco; los trajes que además ilustran la convención de cómo debe vestirse quien va a ejecutar un concierto. La dirección de Walter Velázquez4, armoniza todos los elementos desde su amplio conocimiento con el trabajo del clown que le permite explorar los recursos que aparecen en el espacio escénico. La complicidad buscada con el público, no lo es a través de la palabra, que sólo aparece para llamar al asistente, o en el famoso no decir nada desde el hablar sin ton ni son, sino a partir de la mirada cercana de los actores en proscenio, primer plano que permite al espectador apreciar el gesto desmesurado que busca el entendimiento con él. La tensión dramática crece a medida que los gags se suceden y la música y los movimientos, forman junto con los instrumentos más extraños en simultaneidad con los fácilmente reconocidos, una coreografía de desmesurada comicidad. La línea de secuencias que construyen el final en la pantalla, antes que aparezcan los créditos como en el cine, da cuenta de la intertextualidad de lenguajes y registros. Un trabajo que nos cuenta una historia simple pero cara a la vida del artista, la necesidad de sobresalir, y los caminos y atajos que puede tomar para lograrlo, un relato de metateatralidad construido con talento, gracia, frescura y una efectividad que se disfruta de principio a fin.









Desconchertados
de Luis Sticco y Andrés de la Cruz. Compañía Artística Desconchertados. Coreografía: Cristian de Castro. Idea, desarrollo y montaje: Sticco/de la Cruz. Luthería de instrumentos no convencionales: Sticco/de la Cruz. Asistente de escenario: Juan Diana. Diseño de luces: Ricardo Sica. Montaje escenográfico: Ariel Vaccaro. Vestuario: Julio César y Matías Begni. Videos: Imago Euterpe. Diseño gráfico: Pablo Dutto. Elementos escenográficos: Belén Pedernera. Road Manager: Vanina Fábrica: Producción Ejecutiva: Andrea Feiguin. Dirección y puesta: Walter Velázquez.










http://www.desconchertados.com.ar

http://desconchertados.blogspot.com
 


http://es-es.facebook.com/people/Desconchertados-Compa%C3%B1%C3%ADa-Art%C3%ADstica/100001563670435

http://www.andresdelacruz.blogspot.com

http://www.youtube.com/user/andresdesconchertado












1 Luis Sticco es un actor que trabaja con el registro del clown y la búsqueda de un luthier y que ha participado tanto en espectáculos para niños como para adultos, o en un teatro pensado en realidad para toda la familia. Las obras en las cuales podemos apreciar su trabajo en cartelera en este momento son: Desconchertados y Deportados de Neverland donde es el compositor y arreglador de la música. También participó en Mini misión caso 2: desafío ecológico, Huellas de tinta, SonIdos SonAdos, y Bajo el agua.


2 Andrés de la Cruz Músico profesional, baterista y percusionista como instrumento base entre otros, Luthiers de Instrumentos No Convencionales, ejecutante de dichos instrumentos, Compositor e Improvisador musical; y clown en pleno desarrollo. Profesor de procesos creativos artísticos musicales (acústica, ensambles, montajes); como así también. Capacitador de docentes sobre procesos creativos grupales ligados a la didáctica y la pedagogía. Cuenta amplia experiencia en distintos proyectos artísticos y educativos. Actualmente se encuentra realizando el profesorado en Nivel Inicial para profundizar sus conocimientos sobre la educación y la iniciación musical en la temprana edad; estudiando Clown en el Celcit con la profesora Cristina Martí y desarrollando proyectos artísticos y musicales con la Lic. Alba Santarcangelo. Además de componer el nuevo espectáculo de "Desconchertados Concierto de instrumentos no convencionales + humor” y coordinar sus laboratorios de música en distintas instituciones educativas.


3 Juan Diana: Docente, profesor de música.

4 Walter Velázquez director de la compañía Sin Pulgares. Los actores que conforman el elenco tienen una larga experiencia y una sólida formación actoral, especialmente dentro de la técnica clown; un teatrista interoceánico, el clown y dramaturgo, reparte su actividad teatral entre España y la Argentina, es el autor y director de "La última habitación (El despertar de Clara). Docente/actor y director/Coach Actoral... Dicta talleres y Seminarios de Clown/Dramaturgia y Armado de rutinas de Humor en Argentina y España. Co-fundador del Teatro Absurdo Palermo en Buenos Aires-Argentina. Cuenta en su producción como director de circo y teatro con más de 35 espectáculos, que recorrieron el mundo y sus alrededores...








lunes, agosto 15, 2011

Punto muerto en un carril de sentido único de Judit Gutiérrez


En el espacio Entretelones, tres jóvenes actores bajo la dirección de Judit Gutiérrez presentan una inquietante puesta teatral, que apela a la performance, a la interpelación a un público que está desacostumbrado a abandonarse al juego y proponer direcciones diferentes al relato, sin embargo, logra mantener desde la atemporalidad (marcada ya desde el vestuario, que mezcla registros de épocas) la sensación de la repetición eterna de los acontecimientos; y provoca una tensión que no cesa, sino que permanece aún después de que todo ha concluido. La dificultad de dar curso al aplauso, a pesar de darnos cuenta que llegó el momento del agradecimiento al trabajo presenciado, habla de una percepción, de un sentir en el espectador que ha sido atravesado por la textualidad espectacular y opta por la reflexión silenciosa para canalizar las sensaciones físicas en pensamiento y no en la dicotomía habitual, bueno o malo, me gusta, no me gusta. O bien siguiendo a Eugenio Barba:
[…] esto quiere decir, para el espectador, que cuanto más difícil le resulte interpretar o valorar inmediatamente el sentido de cuanto ocurre bajo sus ojos y ante su mente, más fuerte es para él la sensación de vivir una experiencia. O bien, dicho de manera más oscura pero tal vez más próxima a la realidad: más fuerte es la experiencia de una experiencia. (1990:78)

En el inicio, los personajes se presentan a sí mismos en el hall del teatro, y desde pequeños gestos, la música y el texto que abre y cierra la obra, anticipan cuál es, en parte, su temática. Sólo que el texto pronunciado por la mujer, Gastón, Juliana Bettinelli, luego del desarrollo de la intriga, está cargado de una significación que escapa en un principio, a la decodificación sencilla. Una puesta cargada de símbolos, una alegoría de todos, de la sociedad, del país, del mundo; de las relaciones de poder, del hombre lobo del hombre, del lugar de la mujer, el último eslabón de esa cadena que ha perdido todo desde la pérdida de su identidad y de su memoria, es decir, de la posibilidad de ser libre1. La libertad y el deseo, obturados, clausurados, en la figura de Ester, el hombre, Esteban Blatt, sometido a voluntad por el deseo de ser Uno, Tomás Raskin, cuyo tiempo será cuando, Uno duerme, o cuando éste necesite que sea el brazo ejecutor que aniquile a quien se rebela. La crueldad, el trabajo con el cuerpo atravesado por el mal, como víctima o victimario, en una cinta de moebius que no descansa. Uno es el mal lúcido, sutil, que no requiere de brusquedad, que da órdenes que parecen sugerencias o pedidos, que se hace fuerte a partir del saber ignorado por los otros, y sobre todo del servilismo de los Ester, que intentan seducirlos inútilmente. Son los comedores de sobras, de las sobras del poder, que se sienten más porque descargan su furor y frustración en los otros, en los supuestamente débiles, pero que son sin saberlo lo que los sostienen. Uno2 es un personaje cruel, que goza con la humillación del diferente, y Tomás Raskin logra componer su personaje con todas las líneas de su maldad, esfumadas en una sonrisa cínica y suficiente ante la ignorancia de Gastón o la impaciencia de Ester. Así, Uno es como un personaje andrógino que interrumpe en el escenario personificando al poder en su forma más despótica. Cada performer busca la ruptura del equilibrio, de lo esperado por el espectador, mediante recursos “extracotidianos”, recursos que se basan en la alteración de ese equilibrio y logran capturar la atención del público mediante una síntesis dramática, por ejemplo, la discordancia entre el nombre del personaje y el actor/actriz que lo representa. Mientras en la pantalla se observan imágenes aparentemente inconexas como un sacacorchos que gira lentamente, en el espacio real representado se ejerce también un movimiento de fuerza y de torsión, de violencia implícita y explícita, como si no se alterara el orden consuetudinario. Incluso el título, Punto muerto, como aglutinador sémico da cuenta de la manera en que el poder y la crueldad son ejercidos solapadamente, de como se naturaliza y a su vez necesita de esos otros para ejercer un control despiadado. Punto de “equilibrio”, como cuando la suma de todas las fuerzas es igual, o sea se compensan, así las fuerzas son ejercidas en “orden”, como si fuera algo tan cotidiano como desgranar un racimo de uvas. Para algo tan perturbador es muy difícil hallar un concepto que lo defina, y este es el logro del texto espectáculo en su totalidad.








Punto muerto de Judit Gutiérrez. Elenco: Juliana Bettinelli, Esteban Blatt, Tomás Raskin. Puesta de luces: Carolina Bustamante. Música original: Esteban Blatt. Video y fotografía: Judit Gutiérrez. Asesor de vestuario: Martín Simone. Intérprete musical: Magali Ottaso Losevich. Dirección: Judit Gutiérrez. Espacio Entretelones: Viernes 22hs.







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Barba E. y Savarese N., 1990. “Dramaturgia”, en El arte secreto del actor. México, Pórtico de la Ciudad de México: 76-82.






1 El texto de Eduardo Galeano pareciera sobre volar la puesta en estos versos:
Los Nadies
Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pié derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de los nadies, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.


2 Uno es un personaje universal, anónimo en una crueldad que no se corresponde con un solo hombre, sino que cambia de nombre y escenario, pero que repite con una teatralidad recurrente el mismo designio de horror. Como en la letra de Tertuliano de Liliana Felipe, el poder cambia de rostros, se esconde tras máscaras diferentes, algunas más siniestras que las otras, pero tras el juego de carnaval lo que queda es la banalidad de su mal:
A ver Quintiliano
Qué clase de hombres eran los romanos?
A ver, Cómodo, a ver,
Qué clase de hombres siguen siendo los cristianos?
Pueden ser cuestiones tusculanas pueden ser…
Pero pregunto cómo le vamos a hacer, ceder, toser, coger,
lamer, beber, lamer, beber, coger?
Apuleyo, Diocleciano, Escipión el Africano,
todo es nulo, todo es nulo…
Rutiliano, Estrabón, Polibio, Ninfido y Trajano,
todo es nulo, todo es nulo…
De qué les ha servido su terminación?
La estoica, la peripatética y la académica…
Si a Tertuliano, se le hincha un huevo
y destruye de un huevazo todo todo lo pagano!
A ver Quintiliano
Qué clase de hombres eran los afganos?
A ver, Cómodo, a ver, Qué clase de hombres son los norteamericanos?
Pueden ser cuestiones tusculanas pueden ser…
Pero parece que matar les da placer, matar les da placer, matar les da placer.
Aquí estamos sus pendejos, menos mal que estamos lejos, aquí estamos sus pendejos.
Tiren bombas y misiles, contra todos los civiles.
Mueran cientos. Mueran miles.
De qué les ha servido su preparación?
La estoica, la peripatética y la académica…
Si a Tertuliano, se le hincha un huevo
y destruye de un huevazo todo todo lo pagano!
A ver Quintiliano, qué clase de hombres fueron los humanos?





La Tarántula de Patricia Suárez



Patricia Suárez fiel a su poética realista incursiona en el costumbrismo de principios de siglo siguiendo los pasos de aquellos dramaturgos que tomaron la temática inmigratoria; no lo hace desde su problemática política – social, (aunque en el texto de La tarántula marginalmente el conflicto aparece: en la forma despreciativa que el viejo italiano se refiere al país, a sus habitantes, y a sus políticos); sino desde la problemática más íntima que subyace en el enfrentamiento generacional, entre padres gringos e hijos criollos, y la desconfianza sistemática entre ambos no sólo por una cuestión sentimental sino por el atravesamiento del dinero, de la tierra que lo produce, de los bienes que se poseen y se disputan, de quien en definitiva ejerce el poder privado que con el tiempo derivara también en el poder público. Ser el dueño de la tierra convierte al personaje del padre, excelentemente interpretado por José María López, en un pequeño dios tutelar de su lar, donde como un demiurgo egoísta y caprichoso, controla vidas y pareceres; del otro lado su hijo varón, Fiore, construido con la misma calidad artística por Martín Urbaneja, reclama para sí y su familia la tierra “prometida”, en sus dos significaciones, aquella que se le dijo que sería suya, y aquella que representa en su imaginario la libertad del yugo paterno. En el medio, el triángulo se cierra con la figura inquietante de la mujer, que en más de un relato tanto dramático como narrativo de la historia literaria argentina, produce la ruptura entre la amistad posible de dos hombres1, sin importar si su parentesco es sanguíneo o no; la relación de Felice, Melody Llarens, con ambos hombres se construye desde el deseo en todos sus matices, y el rechazo más visceral, y ella como la tarántula sabrá tejer su tela con los hilos de su cuerpo y de sus palabras. La actriz construye un personaje seco y extraño que permite y prohíbe, que establezca redes con los otros integrantes de la familia, la mamá / suegra, y que finalmente desnuda su alma material, desamorada y fría, que llega al espectador desde ese constructo pero que no le acerca matices a su composición. Mientras los actores le dan cuerpo, como en un reñidero de gallos, al enfrentamiento entre padre e hijo, con sus desplazamientos en el espacio real representado van midiendo sus fuerzas pero, a diferencia de la riña de gallos, no están en las mismas condiciones. Sino que son dos generaciones distintas: El Padre ejerce su poder dictatorial para someter al resto de la familia; y Fiore, que ha resistido su autoridad en inferioridad de condiciones, abandona su “huelga particular” por una nueva esperanza con la llegada de su hijo, el varón tan esperado. El clima violento, claustrofóbico, y la amenaza de un único desenlace posible es creado tanto desde el dispositivo escénico con los materiales utilizados como por el accionar de los actores. Quienes a través del sólido texto dramático y con mucho profesionalismo van “cerrando” el espacio privado de los personajes y dándole, a la vez, un sentido univoco: la joven pareja está atrapada en la retícula patriarcal. El espacio virtual representado surge como lo injusto y lo falso -las hectáreas prometidas y nunca otorgadas por El Padre- o como lo nefasto y lo pecaminoso –la vida en el pueblo y el trabajo en las fábricas para las pequeñas hijas de Felice. La tensión dramática no produce el clímax quizá necesario para el logro final del texto espectáculo, pero como desde el inicio de la obra esta tensión no decrece en ningún momento se produce en el espectador una opresión que si bien es ficcional se siente a flor de piel.








La Tarántula de Patricia Suárez. Elenco: José María López, Melody Llarens, Martín Urbaneja. Escenografía: Raúl Marego. Vestuario: Nora Cervantes. Iluminación: Osvaldo Ponce. Fotografía y diseño gráfico: Daniela Torta. Realización escenográfica: Oscar Marego, María Basilotta. Operación técnica: Leonardo Giardina. Prensa y difusión: Laura Brangeri. Producción ejecutiva: Claudio Lentz. Directora asistente: Mónica Benavides. Dirección y puesta en escena: Héctor Oliboni. Teatro del Pueblo. Sala Teatro Abierto. Sábado 20hs.









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Borges, Jorge Luis, 1989. “La intrusa” en El informe de Brodie. Buenos Aires: Emecé.








1 El cuento de Borges sobre los dos hermanos Nilsen en su cuento La intrusa, es un buen ejemplo de cómo desde la mirada patriarcal la mujer siempre siembra desavenencias, y es producto de conflicto al cosificarse bajo la mirada masculina. De hecho desde la gauchesca literaria o teatral, la amistad entre hombres es más importante y necesaria que el amor por una mujer. Narra Borges: “(…) Caín andaba por ahí, pero el cariño entre los Nilsen era muy grande -¡Quién sabe qué rigores y qué peligros habían compartido!- y prefirieron desahogar su exasperación con ajenos. Con un desconocido, con los perros, con la Juliana, que había traído la discordia.” (Borges, 1989,21)






















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