
La Sala María Guerrero del Teatro Nacional Cervantes presenta una excelente puesta,
de un clásico de nuestra dramaturgia, El
Conventillo de la Paloma1, un
sainete de final a toda fiesta, que como un fresco en movimiento nos da una
instantánea de la mirada idealizada sobre la inmigración de principios de siglo
en Buenos Aires, y su relación con el entorno en el patio del conventillo,
destino común a todas las nacionalidades que llegaban al país: el gallego, el
tano, el turco, el franchute, junto al criollo compadrito, la percanta, el
malevo: todos y cada uno tratando sobrevivir en un territorio ajeno y que el
sainete aunó en los escenarios porteños para el disfrute de todos. La dirección
de Santiago Doria logra que los actores construyan sus personajes en una
actuación similar a la maquietta necesaria para lograr la risa del espectador,
al mismo tiempo que como en la
Comedia del arte, la pareja de enamorados mantenga un tipo de
actuación diferente, Ana María Cores como Paloma y Horacio Roca, en su rol de
Villa Crespo; en sus diálogos cruzan un discurso que no tiene que ver con la
parodia del resto de los personajes, que se mueven en coro mostrando desde un
cuerpo que desafía el equilibrio, el aspecto cómico de sus personas. El Miguel,
(Claudio García Satur) tano encargado del convento, que se juega por el amor de
Paloma, adversario del gallego, (Arturo Bonín), del criollo, eterno buscador de
la melodía que lo saque de pobre, Seriola (Daniel Miglioranza) y del turco, (Cutuli) componen un grupo de muy buena factura
escénica, al igual que sus sufridas mujeres: Mariquiña, (Ana Acosta), Doce
Pesos2, (Irene Almus), Sofía (Marcela Ferradás)
La escenografía arquitectónica, que gira y muestra el frente y el fondo de la
vivienda, es no sólo funcional al suceder de las situaciones sino de una
interesante belleza plástica. Las puertas que dan a las habitaciones, se abren
con precisión, la ventana de Paloma, simula el balcón de una Julieta de
suburbio asediada por más de un Romeo, las plantas que embellecen el espacio
común, único lujo de los pobres que lo habitan, suma un todo que está para dar
cuenta, como quería el autor, de una pobreza que se dignificaba a sí misma con
el trabajo, o con la defensa de los principios morales de la época. El machismo
que convertía a la mujer en objeto de deseo, donde el hombre ejercía su derecho
de exclusividad es transgredido en esta pieza de Vacarezza cuando el amor
triunfa sobre un destino marcado, y sobre el asedio de los otros; a diferencia
del final de Tu cuna fue un conventillo
(1920). Por otra parte, el resto de los personajes femeninos centrales se
atreve a pagar el desdén de sus maridos, embobados por la figura de Paloma, con
la misma moneda, eso sí, aconsejadas por la experiencia varonil de Villa
Crespo. Humor, canciones, bailes, una polifonía de voces, y una relación
amorosa que se debate para el hombre entre ceder al deseo o defender su hombría
fingiendo indiferencia, se despliegan con eficacia, con un muy buen ritmo, que
no decae, y que mantiene al público a pura risa durante toda la jornada. Un
público heterogéneo que aplaude de pie, agradecido por la calidad de lo
ofrecido desde el escenario, con un conjunto de actores que saben como llevar
adelante un género difícil, porque no es fácil encontrar el tono de una
actuación que se construye desde el exterior, y sobre un trabajo con el cuerpo
que no siempre puede ser llevado adelante con eficacia, aquél que era
característico del actor nacional, cuando el sainete y el grotesco eran los
éxitos de taquilla de los teatros porteños. El tango que nos introduce en clima
junto con la voz en off de Raúl Lavié, emblemática figura de la canción de
Buenos Aires, se cierra con un baile general donde otro representante del baile
de nuestra música popular se luce en el escenario: Juan Carlos Copes. Una
pequeña orquesta en escena, le da calidad y calidez a la alegría de todos hacia
ese final a todo festejo. Alberto Vaccarezza estrena la pieza en 1929, con
éxito de público y crítica; la puesta dirigida por Santiago Doria tiene ya tres
exitosas temporadas, para la satisfacción de los integrantes del elenco y para
el deleite de los espectadores.
El conventillo de la Paloma de Alberto
Vaccarezza. Elenco: Claudio García Satur, Arturo Bonín, Daniel Miglioranza,
Horacio Roca, Ana María Cores, Ana Acosta, Irene Almus, Marcela Ferradás,
Néstor Sánchez, Alfredo Castellani, Cutuli, Luis Podestá, Marcelo Bernadaz,
Gustavo Bassani, Julio Viera, Juan Carlos Copes. Vecinas: Diana Arias, Johana
Copes, Mónica D’Agostino, Soledad Rivero, Karina Rivera. Vecinos: Francisco
Menchaca, Emanuel Duarte, Diego Freigedo, Fernando Mercado. Músicos: Lucas
Ferrara (guitarra)m Bruno Giuntini (violín), Pablo Jonisz (bandoneón). Voz en
off: Raúl Lavié. Coreografía: Juan Carlos Copes. Diseño de iluminación: Leandra
Rodríguez. Diseño de vestuario: Maribel Solá. Diseño de escenografía: René
Diviú. Dirección musical: Gaby Goldman. Asistencia de dirección puesta actual:
Ana Calvo / Jorge Marcucci. Asistencia de dirección puesta original: Silvina
Rodríguez. Asistencia de coreografía Johana Copes. Dirección: Santiago Doria.
Diseño gráfico: Lucio Bazzalo. Fotografía: Gustavo Gorrini / Mauricio Cáceres.
Producción TNC: David Hoyo.




Wiñazki, Miguel,
2011. “El conventillo de la
Paloma lucha para no desaparecer” en Clarín, 16/5.




1
El conventillo de la Paloma
era un espacio real y concreto que aún
persiste y donde sus habitantes luchaban en 2011 por no ser expulsados: “Mientras
los comediantes del Conventillo de La
Paloma salen a escena, los habitantes del Conventillo de la Paloma vuelven a sus piezas
después de sus trabajos y sus días arduos de Buenos Aires 2011. Hay dos
conventillos y uno es la representación del otro. En el Teatro Nacional
Cervantes, una nueva versión de la obra de Alberto Vacarezza (de 1929) convoca
a sala llena y el drama, con algo de circo criollo y patio de tango, configura
el sainete, que no ha muerto y sigue bien vivo en la Ciudad. El otro
conventillo, el de Serrano 156, es el real y el drama es una puja que no cesa.
Sus habitantes pugnan por no ser expulsados de sus habitaciones. Hay
herederos (falsos herederos, según los habitantes de La Paloma) que vienen
persiguiendo su propiedad, y hay inquilinos del conventillo que, sin embargo,
no pagan alquiler. “Nosotros, los habitantes actuales, somos la continuidad
de los antiguos inmigrantes, trabajadores como ellos, y luchamos para que esto
sea patrimonio cultural”, dice Abel Acosta, morador. (Wiñazki, Miguel, 2011, para Clarín)
2 Tita Merello tuvo una de sus grandes oportunidades
en 1930, cuando intervino en El conventillo de la Paloma.
Ahí, compuso al
personaje denominado ‘Doce pesos’, estrenado en 1929 por Libertad Lamarque. A pesar
de que nunca fueron amigas, ambas fueron cantantes solistas y tuvieron sus
inicios artísticos en teatro. Lamarque le pidió que la reemplazara en 1930,
pedido que la Merello aceptó.






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