jueves, julio 11, 2013

Hijos del monte de Nayla Marchese, Lucas Antona, Alan Robinson



 Hijos del monte, una obra de teatro basada en la novela Monte madre de Jorge Miceli
y los testimonios de los protagonistas de la historia real, la familia Vénica.

La transposición de un género, la novela, a otro como el drama, siempre implica un riesgo que está marcado, entre otras cuestiones, por las elipsis necesarias que una obra de teatro y una puesta en escena debe hacer para dar cuenta del tiempo en extensión que la novela despliega; junto a la suma de personajes que propone y la ramificación de historias. El drama es un género de síntesis, que concentra con todos los procedimientos posibles, desde las poéticas más variadas, un relato o la fragmentación del mismo, que va hacia un sentido único o a multiplicar como un cristal roto, la proliferación de miradas, y de lecturas. Por eso, cuando de la intimidad de una historia que se propone abarcar todos los detalles posibles, se pasa a una narración que en escenas y acciones debe dar cuenta de de un proceso que abarca la zaga de una familia, el resultado no siempre es del todo satisfactorio. Hijos del monte, pierde por momentos tensión dramática cuando procede en dar cuenta del detalle, y gana en profundidad y sensibilidad cuando centra su punto de vista en los encuentros que llevan adelante los personajes en una antinomia, que es además ideológica. Las escenas entre Benito y el comisario, entre este y sus amigos, y la que mantiene Norma con la campesina cuando debe ceder su hija, nos atraviesan como espectadores, por su muy buena resolución, mientras en otros momentos los diálogos que quieren dar cuenta de las dificultades de esconderse en plena naturaleza, asediados por la cultura del miedo, detienen no sólo la acción sino la tensión dramática. Hasta allí, la narración de un pasado que se necesita reconstruir para entender un presente, que también es nuestro pasado reciente, el 2001. Los monólogos de los hijos de aquella cruzada perdida, América o Estela, y Manuel, son también dos puntos de vista, dos maneras de interpretar la historia, las acciones que sus padres, en un universo muy diferente, llevaron adelante. Y son también dos discursos que hoy todavía nos atraviesan como sociedad1. Adolescentes que sólo se miraban a sí mismos, que se la creyeron que podían enfrentarse a todos, ejército argentino incluido, a los poderes que los sustentaban y a la guerra fría internacional, delirantes que incluyeron en su locura a su descendencia, sus hijos, que no midieron riesgos ni consecuencias, héroes de pies de barro, o sólo humanos como se afirma en un libro de reciente edición2 Uno podría afirmar que allí está su mérito mayor, en que no eran héroes con superpoderes sino hombres y mujeres con voluntad, quebrada muchas veces por el miedo y el desconcierto, por las intrigas y las traiciones, pero de carne y hueso, y por eso, tal vez por eso, tan, pero tan peligrosos. Por otro lado, Manuel que recuerda, que busca construir su identidad a partir del juego con el padre y los play móviles, que comprende y se pone en su lugar, que necesita la reconstrucción de una secuencia para no perderse en la vorágine de la ciudad ciega que niega; pero que al mismo tiempo no quiere que América se erija en juez de aquellos acontecimientos y prefiere el silencio. El relato es por otra parte, extraído de la historia real de aquellos años terribles; como figura en el programa de mano:

Esta es una obra de teatro inspirada en una historia real que sucedió en Argentina entre 1974 y 1978. Remo Vénica e Irmina Kleiner sobrevivieron escondidos en el monte chaqueño durante cuatro años a la persecución militar de la última dictadura argentina. Allí cobijados por el amor de la madre tierra y la solidaridad de los más humildes, tuvieron que dar a luz una hija en un pozo que cavaron en la tierra y un hijo en un cañaveral. El presente de la obra es la crisis del 2001, cuyo vacío de poder nos permite pensar y actuar libremente. Nuestra obra cuenta la historia de estos dos hermanos, América y Manuel quienes recuerdan la increíble historia de sus vidas la noche de Navidad de 2001. América quiere discutir con su familia sobre un pasado doloroso, el prefiere el silencio. Dos formas de ver los últimos 40 años de historia Argentina.
La sala del Payró cuenta con un amplio espacio escénico y permite la construcción de los distintos espacios – el departamento / el pueblo y el monte- y de los diferentes tiempos – 1974/75 / 2001- en los que el hecho teatral se desdobla: pliegues que se resquebrajan y emerge sin permiso nuestro triste y funesto pasado. Un acierto de la puesta en escena es la construcción de las imágenes auditivas, tanto desde el discurso verbal que nos lleva por un recorrido laberíntico que si inicia en la cena de Navidad en el 2001, con pocos brindis y muchos cacerolazos. Un recorrido con numerosos flash back que van modificando el tiempo lineal de la historia, que regresa a distintos momentos en los años 74/75 y vuelve necesariamente a anclarse en el 2001. Como también, los sonidos y las voces en off -de la Rúa, Evita, Isabel,…- testimonios que permiten al espacio virtual representado imponerse más allá de la focalización que intente cualquier espectador en el espacio lúdico. Además, la fuerte presencia de la música, por un lado, al ingresar a la sala y al dejarla escuchamos canciones que refuerzan esta historia de vida, y lamentablemente de tantas otras vidas. Mientras que los músicos en vivo funcionarían como contrapunto, tratando de buscar un equilibro ante una memoria colectiva que nos unifica y que estalla dolorosamente a pesar de los años transcurridos.








Hijos del monte de Nayla Marchese, Lucas Antona, Alan Robinson. Elenco: Nayla Marchese, Juan Bar, Martín Dodera, Fernanda Solari, Maximiliano Sarramone, Álvaro Ruiz. Agustina Orquera. Asistencia de dirección: Gisela Delgado. Dirección: Alan Robinson. Música original: Nahuel Martínez, Nahuel Devito, Papo Nahabedian. Diseño gráfico: Nómade. Diseño de vestuario: Melina Cymilch. Diseño escenográfico: Walter Robinson. Realización escenográfica: Walter Robinson, Darío Tarasewicz, Carla Altarelli, Compañía Hijos del monte. Supervisión histórica: Yanina Leonardi. Producción general: La legendario. Teatro Payró.











Cano, Luis, 2003. Los Murmullos. Buenos Aires: Editorial Nueva Generación.






1
El discurso de la hija que le reclama a su padre el no haber pensado en ellos, estaba ya presente también en la textualidad dramática de Los murmullos (2001) de Luis Cano. “Rosario- No te alcanzaba con unas cuantas medallas padre tremendo ambicioso.” (36)




2 Nos estamos refiriendo al libro de Graciela Meijidi







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