
La primera, Idea
de Juan, es espectáculo basado en textos de Idea Vilariño y Juan Carlos
Onetti. En un espacio escénico divido en dos lugares y tiempos diferentes,
ambos personajes parecen estar en orillas diferentes siendo uruguayos los dos.
El río que los une o separa bien podría
llamarse Poesía o bien Leteo, en el primer caso, porque los unía la misma
pasión por la escritura y, en el segundo, tal vez para olvidar las cosas
mundanas y cotidianas. Los versos de la poetisa están atravesados por el dolor,
la soledad y una cierta lejanía con el mundo que lo rodeaba, la narrativa de Onetti
también lo presenta como solitario y pesimista, aunque irónico y menos
pasional. Si la relación amorosa entre ellos dio mucho que hablar en su momento
hoy es un mito de la literatura rioplatense. Es un tiempo vital y literario que
no nos pertenece lo que desde el espacio escénico los actores (Gabriela Licht /
Gustavo Manzanal) con profesionalismo evocan, al permitir que el estilo de la escritura
de ambos se diluya en sus respectivos cuerpos y voces. La iluminación con
suavidad delimita cada lugar creando una atmósfera casi onírica: a la derecha,
una pequeña biblioteca y una mesa para la creación poética y amorosa; a la
izquierda, una cama que parece contener más el cansancio de los años que recuerdos
de noches de amor. Si “nada es eterno” ni en la vida ni en la muerte (como
dicen los personajes) solo queda la experiencia artística para rescatar a estas
dos personalidades y el amor que supieron construir y contradecir a través de
la palabra escrita. Después de haber finalizado el evento teatro-poesía que
provocó distintas emociones en el espectador queda aún el desafío de leer y
buscar entre líneas por qué “Onetti dedicó su novela Los adioses (1954)
a Idea Vilariño, e Idea le dedicó a Onetti sus Poemas de amor (1957)”.[1]
Poeta en Nueva York, es una selección de poemas de Federico
García Lorca que conformaron un excelente relato en la voz y el cuerpo de
Gustavo Pardi, y fue uno de los momentos más felices de la Jornada. Con un escenario
despojado sólo iluminado por una luna sangrante, de corte surrealista, espacio
simbolista que estiliza cada elemento formando un todo significante – casi
monocromático – y autónomo dejando al actor poner en escena la voz del poeta
andaluz alejado espacial y sensiblemente de la ciudades de su origen, para dar
cuenta de otras realidades y otras geografías que lo golpean con la fuerza de
la soledad y el desconcierto. Su poética es otra, ya no parece él mismo, el del
famoso romancero español, el dramaturgo de las blancas paredes encaladas de su
ciudad natal, el de los dolores y prejuicios atravesados, por la religión y la
costumbre de un país aferrado a la tradición. En ese lugar desconocido, las
palabras habituales no alcanzan a descifrar los códigos, por eso, y por su
cercanía a André Bretón y Salvador Dalí, necesita romper el lenguaje y a partir
de la metáfora insólita construir un mundo nuevo, y construirse en un hombre
diferente. El “duende”lorquiano se materializa sin pedirnos permiso, durante el
tiempo real del unipersonal, no sabremos si Pardi construye a su personaje de
una forma extremadamente visceral o bien Lorca se ha apoderado del cuerpo del
actor por una misteriosa capacidad de médium. Si la palabra está puesta el
primer plano, entonces ¿qué lugar ocuparía el cuerpo del actor? Pues, hay una
energía interna que desborda e impacta en el espectador atento, un tiempo
interno que estalla en pequeños fragmentos, a veces con la inmovilidad de la
reflexión y otras con el tono desgarrador ante la presencia de un mundo
demasiado real. Un claro ejemplo de lo que plantea Eugenio Barba, las manos de
Pardi parecen cobrar vida en esta la transmutación onírica y poética: “la mano
respeta un dinamismo, variaciones, juego de tensiones y oposiciones cuyo
impacto visual es determinante para la percepción del espectador” (1990: 134). La
profusión de las imágenes auditivas necesariamente nos atrapa como si fuera el
último aliento del creador y nos permite transitar por la poesía lorqueana
surrealista y menos conocida; un texto espectáculo en el que se amalgamaron
perfectamente teatro y poesía.

Poeta
en Nueva York de Federico García Lorca. Actuación: Gustavo Pardi. Escenografía
y Vestuario: Nicolas Nanni. Fotos: Sol Stryn. Diseño Gráfico: Andrés San
Martín. Diseño Iluminación: Pedro Zambrelli. Prensa: AYNI Comunicación.
Asistencia de Dirección: Tony Chavez. Asistencia: Julieta Gamba y Analía
Aizersztein. Producción Ejecutiva: Josefina Vitón y Pablo Silva. Dirección:
Mariano Dossena; Contacto Silva Producciones. Sala Raúl González Tuñón
Comisión
Organizadora V Festival Latinoamericano
de Poesía en el Centro: Susana Szwarc (Chaco), Nara Mansur (Cuba), Vicente
Muleiro (Buenos Aires), Silvia Castro (Río Negro), María Malusardi (Buenos
Aires), Juano Villafañe (Buenos Aires), Inés Manzano (Buenos Aires), Carlos J.
Aldazábal (Salta) y Julián Axat (La Plata). Prensa: Silvina Pizarro. Centro
Cultural de la Cooperación Floreal Gorini.
http://festivalpoesiaenelcentro.blogspot.com.ar/
Barba, Eugenio, 1990.
“Manos”en El Arte secreto del actor. Diccionario de antropología teatral.
México: Escenología: 171-186.
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