martes, noviembre 19, 2013

Parpadeá si me escuchás de Luciana Morcillo e Iván Moschner


Los autores de Parpadeá si me escuchás recurren a procedimientos de un género como la farsa para darle proceder al relato de la vida y muerte de Mariano Ferreyra1 sin caer en el alegato. Una vida dedicada a la militancia es contada con ternura por el personaje de la madre, que entre el mundo de los vivos y los muertos va construyendo fragmentadamente la subjetividad de su hijo, su amor por la causa, su pasión por el teatro. Es por eso, que en el lugar donde se encuentra, junto a Compinche y al resto que va llegando, vemos a un Mariano preocupado por llevar adelante una puesta teatral, y por comunicarse con el mundo de los vivos para dar cuenta de algunas cuestiones sin resolver. En el medio, la realidad de la apropiación de la casa de quien siente su presencia y la de Compinche, y revive en su cuerpo los enfrentamientos que llevaron a Mariano a la muerte. En ese otro lugar, donde se encuentran los amigos, la memoria de los nombres propios se pierde, porque en realidad lo que importa son las acciones que hay que llevar adelante, así como pensaba en el mundo Ferreyra , que lo importante era hacer lo que fuera necesario para llevar adelante las reivindicaciones sociales, poniendo el cuerpo anónimamente. Un cuerpo que tomó protagonismo para la prensa y para la mayoría de los argentinos cuando una bala cortó para siempre su tiempo y su fuerza2. La idea de la interrelación entre un mundo y otro es una propuesta interesante, pero que en la puesta queda a veces confusa por el exceso de metáfora, en la búsqueda de vestir a la obra de teatralidad para alejarla de la declamación discursiva. Un vestuario que marca el carácter farsesco de la misma, y que desconcierta por momentos al espectador, alejándolo de la idea que se quiere expresar, y un registro heterogéneo en las actuaciones, con el agregado de personajes donde no queda clara su función dramática son puntos que deberían ser considerados para el mejor resultado de una buena idea. La figura de Mariano Ferreyra ha tomado protagonismo como referente de una lucha que la izquierda y el Partido Obrero llevan adelante en oposición a la burocracia sindical, junto a otras víctimas como José Luis Cabezas o Julio López, es  una herida que la memoria mantiene abierta para que no se repitan los mismos errores de ayer. La frase que da nombre a la pieza forma parte de ese registro necesario que la historia, que se teje con los acontecimientos de todos los días, debe hacer para mantener activa la memoria colectiva. Porque la Historia se nutre de hitos trágicos, como la muerte de Mariano, pero son los pequeños gestos los que perduran en el recuerdo de los testigos y de aquellos que serán los portadores de un mensaje que no se ocluye con la muerte del mensajero.


Parpadeá si me escuchás de Luciana Morcillo e Iván Moschner. Elenco: Ariel Aguirre, Dominica Medina, Pablo Blanco, Patricia Vitis, Carlos Balena Palacio, Irene Echenagucía, Jon Lucas. Sergio Escalas / Fernando Conte, Claudia Puzzer, Florencia Zothner Ciatti. Santiago Firpo. Iluminación: Félix Padrón. Escenografía: Félix Padrón y Aimé Pansera. Vestuario: Ana Franca Ostróvsky. Fotografía: Moira Antonello. Gráfica: Patricia Millán. Dirección: Iván Moschner. Teatro: Paraje Artesón Morena Cantero Jrs. (Teatro Independiente)















1 Mariano Ferreyra (3 de junio de 1987- 20 de octubre de 2010) fue un dirigente de la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA) y militante del Partido Obrero desde los 13 años. En una manifestación de trabajadores tercerizados donde se exigía el pase a la planta permanente en la Línea Roca, Mariano Ferreyra recibió un disparo en el pecho producto de la represión de un grupo de afiliados a la Unión Ferroviaria , miembros de la burocracia sindical, y garantizada en su ejecución y retirada por la policía, en un notorio ejemplo de la represión tercerizada, utilizada por los gobiernos para "hacerla más eficaz y con menos costo político que cuando directamente manda sus policías y gendarmes".




2 Su muerte fue lamentada en todo el país y el nombre y el rostro de Mariano Ferreyra invadieron banderas, graffitis, stencils, páginas de internet y marchas, convirtiéndose en un símbolo de las luchas obreras y de los derechos humanos





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