miércoles, noviembre 06, 2013

Era de Piedra por Compañía de Funciones Patrióticas


La compañía, como nos tiene acostumbrados, ofreció un espectáculo enmarcado en una fecha histórica significativa para el desarrollo de nuestra cultura. Esta vez, la conmemoración de la muerte del arquitecto creador del Obelisco, monumento emblemático, así afirmaba su autor que debería llamarse, si los hay para nuestra idiosincrasia nacional, y que fue inaugurado en 1936 tras una larga polémica, en plena década infame y bajo el gobierno de Justo1. Tras un relato en pantalla, donde un reloj que marca años, va señalando los acontecimientos que lo involucraron a lo largo de la vida nacional, y que también aparece en la muestra que puede apreciarse en Proa en el primer y cuarto piso sobre el mismo objeto, el obelisco; tres personajes que incluyen al mismo director, nos inicia en el relato. La actriz con un vestido de rosas blancas y celestes, que es la voz que narra, va con registro de locutora, aquello que la compañía, construye: una historia que une los acontecimientos populares que rodearon al monumento, contrapuesta a la de otro monumento tan emblemático como aquél y de anterior factura como la Pirámide de Mayo, enlazando la figura de ambos con la cultura egipcia y sus obeliscos custodios de las tumbas de los faraones, y finalmente como símbolo masón, y el peso que la masonería tuvo y tiene entre nuestro acerbo político, desde Cornelio Saavedra en adelante. Pero la nominación de la puesta es Era de Piedra, y su significación nos lleva por caminos diferentes. Piedra pues de monumentos hablamos, construidos con ese noble material que ofrece la naturaleza y que el hombre convierte en cultura; piedra como era que retorna destruyendo todo lo conquistado hasta entonces y que viene desde el fondo de la historia para conquistar un nuevo tiempo, en un nuevo espacio vacío de viejos contenidos. En el medio de la clase magistral sobre el obelisco truena el furor de los monumentos. Otra vez más la Compañía de Funciones Patrióticas logra sorprendernos y, en especial, esta obra / evento artístico / performance se hace difícil de asir e imposible de catalogar. Si en el discurso verbal se entrecruzan los datos de nuestra historia oficial con elementos teatrales y, hasta cierto punto, de ciencia ficción como espectadores quedamos atrapados entre la enorme pantalla y la cabina o estudio de edición. Sin darnos cuenta nuestra focalización es dirigida unívocamente – imágenes de archivo, imágenes de una información en constante proceso de digitalización, comics animados,… Por momentos, la gran pantalla queda divida en dos, a un costado podemos ver a los personajes en la tarea de editar un video sobre el Obelisco - Realizador 1, Realizador 2 y Locutora. Tal vez, esta última propuesta de Seijo no solo tenga que ver con el revisionismo histórico pues como él mismo afirma: “los monumentos también hablan del poder y sus modos adecuados o inadecuados de ejercerlo”[2] sino que da un paso más. Por un lado, darle vida a los monumentos para descubrir la ideología y el clima de época y, por otro, también cuestionar el lugar del espectador. Ya que nos dejamos llevar por las imágenes que siempre implican, necesariamente, un punto de vista mientras los personajes estaban a nuestras espaldas. ¿Cuál es el espacio real de la representación? Mucho para pensar y mucho para disfrutar, desde el humor irónico hasta la música en vivo, los pequeños obeliscos en ricas masitas y en el tradicional souvenir que cada uno de nosotros se llevará para continuar con la colección. A partir de ahora tendremos el Obelisco en el espacio público y otro en nuestro espacio privado.








Era de Piedra de Martín Seijo. Con: Julieta Gibelli, Martín Seijo, Sergio Zanardi. Merienda: Vil Manjar. Vestuario: Nora Iniesta. Música: Minoría Activa. Músico en vivo: Martín Leiva. Fotografía: Jorge Marino. Ilustraciones: Hernán Ozorio. Luces: Fernanda Balcells. Prensa: Claudia Mac Auliffe. Dirección de video, realización y diseño gráfico: Paolo Baseggio. Dramaturgia y dirección: Martín Seijo. Fundación Proa.
















1 En el solar donde hoy se encuentra el Obelisco estaba emplazada anteriormente la iglesia dedicada a San Nicolás de Bari, que se decidió demoler para la construcción de la Avenida 9 de julio. En la torre de esa iglesia, fue izada oficialmente por primera vez en Buenos Aires, en 1812, la bandera argentina. Dicha circunstancia se recuerda en una de las inscripciones del lado norte del Obelisco. Se decía que el bloque radical de las cámaras presentaría un proyecto para que en ese lugar se erigiera el monumento a Hipólito Yrigoyen. Pero, en 1936, el intendente Mariano de Vedia y Mitre, nombrado en la presidencia de Agustín Pedro Justo, de manera apresurada y en contra de las opiniones, encarga al arquitecto Alberto Prebisch la construcción de un obelisco, la cual, sin mucha planificación, se realizó en sesenta días; antes que los porteños reaccionaran, éste ya estaba construido, la obra comenzó el 20 de marzo de 1936 y fue inaugurada el 23 de mayo de ese año. Alberto Prebisch es uno de los principales arquitectos del modernismo argentino y autor también del vecino Teatro Gran Rex. Con respecto al motivo de la forma del monumento Prebisch dijo: “Se adoptó esta simple y honesta forma geométrica porque es la forma de los obeliscos tradicionales... Se le llamó Obelisco porque había que llamarlo de alguna manera. Yo reivindico para mi el derecho de llamarle de un modo más general y genérico «Monumento».” (…)Inmediatamente después de su construcción, el obelisco se tornó en centro de las burlas y protestas de los porteños. Tres años después de su inauguración, en junio de 1939, el Concejo Deliberante sancionó la demolición del Obelisco por Ordenanza Nº 10.251, por 23 votos contra tres, aduciendo razones económicas, estéticas y de seguridad pública. Pero la ordenanza fue vetada por el intendente Goyeneche, ya bajo el gobierno de Ortiz (1938/1942) y no prosperaron otras tentativas por derribarlo. (Wikipedia)


[2]
Sobre “Era de piedra” escribe Martín Seijo, director de la Compañía:
“Ricardo Rojas escribió que en las estatuas habita una pedagogía que enseña a los ciudadanos sobre civismo, estética e historia. Pero el gran ensayista se quedó corto. Porque los monumentos también hablan del poder y sus modos adecuados o inadecuados de ejercerlo. Y así como un premio cuenta más del premiador que del premiado, un homenaje, hecho de piedra, bronce u oro, y emplazado en la medianía de una plaza, devela un clima de época, un sentir patrio, una ideología no siempre explícita.” http://proa.org/esp/events/tag/era-de-piedra/










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