Como bien
sabemos, en nuestro país no tenemos el hábito de poner a los chicos, desde edad
temprana, en contacto con la música clásica. Este tipo de música no nos llega
en forma natural desde las emisoras de radio, desde la televisión, en horarios
variados, para que niños y adultos podamos escuchar una composición, al menos,
en algunos breves momentos del día. Es decir, no forma parte de nuestra vida
cotidiana y tampoco es actividad de la educación musical en las escuelas, (está
presente en el diseño curricular pero su implementación queda librada al gusto
y capacidad de los profesores de música y supervisores que los orientan). Este
tipo de práctica se circunscribe entonces, a emisoras y canales específicos, a
las familias que lo puedan transmitir y a las características de la escuela que
lo quiera implementar en su educación formal. Y esto es lamentable porque tal
como lo comenta el programa de mano: “La gran mayoría de los adultos supone (y
está comprobado por diversos estudios e investigaciones recientes) que el
introducir a un niño en el mundo de la música clásica no sólo es importante per
se sino que también funciona como estímulo para potenciar su rendimiento en
otras áreas de su vida cotidiana, tanto en el orden intelectual como en el
emocional.”
Como algo fundamental, la puesta de La
vuelta al mundo en un violín tiene una arista pedagógica, por supuesto,
realizada con creatividad y apoyándose en el juego. Valga como ejemplo, cuando
el Director explica que concierto viene de “concertar”, que el primer violín da
la nota “la” y el resto de los instrumentos deben “afinar” llegando a ese misma
nota, que el silencio posterior significa que todos la alcanzaron. Cuando explica que el violín es el bebé de la
orquesta, la viola es la hermana mayor del bebé y que en sus comienzos se la
llamó “viola de abbraccio” y mostró el porqué, que el violoncelo es el padre y
en sus orígenes tuvo el nombre de “viola de gamba” porque se la coloca entre
las piernas y finalmente, que el contrabajo es el abuelo. No faltó un pequeño
espectador que preguntó: “y quién es la madre”, con su natural simpatía el
director mostró otro violoncelo y a su intérprete femenina, lo que le permitió
salir del paso agregando: “por ahora da para familia tipo”. Cada una de estas
explicaciones está acompañada por una breve interpretación, que en este caso
cobró más gracia cuando el violoncelo tocó un fragmento de La marcha turca y al instante los chicos la identificaron como “¡la
música del Chavo!”. Cuando dialoga con
el primer violín, y el maestro responde con su instrumento dando el tono que
conviene a cada pregunta (llanto de un bebé, piar de los pajaritos, zumbido de
un mosquito), explicando luego que para lograr todo lo que se está escuchando y
que tanto les complace, hay que estudiar mucho, muchos años y esforzarse mucho
“como para todas las cosas que se quieren hacer bien”, y cita varias
profesiones.
La puesta se estructura en una
primera parte que conviene, precisamente, para explicar las diversas formas de
composición que existen para orquesta de cuerdas y que el director desarrolla apoyándose en recursos como
algunos de los mencionados en el párrafo anterior. En este primer momento
escuchamos: “Pequeña serenata nocturna” –
primer movimiento, de W. A. Mozart. “La primavera” –primer movimiento, de A. Vivaldi. “Ave María” de Franz Schubert,
con la interpretación vocal de una soprano y “Canon en Re” de J. Pachelbel.
Luego, comienza la vuelta al mundo: “La muerte del Ángel”, A. Piazzolla-
Argentina. “Pompa y circunstancia”, Edward Elgar- Inglaterra. “Meditación” (de la ópera “Thais”)- Francia. “Danza
popular China”, Anónimo- China. “Vals Nº1 de Fa Mayor” (de “Cuentos en los Bosques de Viena”)- Austria. “Czardas”,
Victorio Monti- Hungría. “Samba de una nota so”, A. Jobim- Brasil. “Jazz
Pizzicato”, L. Anderson- Estados Unidos. “Sur”, Anibal Troilo y Homero Manzi-
Argentina.
Con relación a los
procedimientos que se utilizan en el entramado de este viaje, son los mismos a
los que se recurre en cualquier historia para chicos: el chiste simple,
espontáneo y rápido: “Vivaldi tuvo muchas dificultades, como vivió en Venecia
tuvo que remarla mucho …”, las repeticiones: mientras el director habla al
público el primer violín se peina, el Director se sorprende por la risa de los
chicos, gira la cabeza, le saca el peine y la acción se reitera tres veces.
Este músico (señor mayor muy histriónico) se constituye en el travieso del
grupo: cuando en la música de “La
primavera” se desata la tormenta, él se tapa la cabeza con el violín, luego de
finalizada “CZardas”, continúa con los
movimientos estentóreos, de manos y piernas, que le provocó el ritmo de la
pieza. La complicidad de los intérpretes con el público: hacen sutiles travesuras
entre ellos que logran la carcajada de los chicos porque son a espaldas del
director. En la presentación de cada una de las composiciones de la vuelta al
mundo, sube al escenario una parejita de niños vestida con trajes típicos del
país, que desfila o realiza alguna coreografía. Por supuesto, se aplica la
didáctica que necesita la comprensión de cada composición, por ejemplo, que en
la música china y para el jazz se utiliza el “pizzicato” y en qué consiste.
Toda explicación viene con el apoyo de la comicidad gestual o verbal.
El
nivel musical de la orquesta de cuerdas, la simpatía de sus integrantes, la
sencillez, gracia y fuerte presencia escénica del maestro Sergio Feferovich, la
riqueza pedagógica en lo que se enuncia, hacen que esta vuelta al mundo se
transforme en un espectáculo imperdible para los chicos, más aún, la asistencia
a la misma debería formar parte del currículo de Nivel Inicial y Primario. Un
viaje obligatorio hacia la sensibilidad.
La
vuelta al mundo en un violín. Idea y Dirección General: Sergio
Feferovich. Teatro “La Comedia”,
4812-4228. Violines I: Sergio Polizzi
(concertino). Julieta Bril. Rubén Polizzi. Nora Pasternak. Lucila Tetelbaum. Violines II: Esteban Turco. Ivana
Ordaz. Valeria Collante. Nicolás Pazur. Violas:
María Inés Llambí. Sergio Parotti. Sandra Cacia. Violoncellos: Carlos Diener. Héctor Furfaro (Onelia Funes). Contrabajo: Marisa Hurtado (Enrique
Puoci). Soprano: Laura Sangiorgio
(Nacha Nocetti). Percusión: Ricardo
Boretta (Fernando Urrea). Asesoramiento pedagógico: Gabriela
Miasnik. Diseño e imagen: Lía Parsons:
Fotografía: Guillermo Dorfman. Prensa: Varas y Otero Comunicaciones.
http://sergio.feferovich.com.ar/espect%C3%A1culos
http://www.lacomedia.com.ar/programacion/vuelta-al-mundo-un-violin.htm
http://www.youtube.com/user/MARTINWULLICH?feature=watch
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