La señora Golde es uno de los personajes necesarios de la trilogía Las polacas de la dramaturga Patricia Suárez; el otro es Schlomo. Emilio Urdapilleta comprende esto cuando lleva adelante una puesta de uno de sus textos: La casamentera; donde el enfrentamiento entre los dos personajes teje una red que involucra a Emma y a Edith, como a tantas otras muchachas / objetos, pero con una finalidad diferente. En ese ritual en que cada uno sabe cuál es el papel que debe desempeñar, la llegada del hombre que viene de esa tierra extraña llamada Argentina, enciende la codicia, y la venganza. En ese círculo infernal, todos mienten, los victimarios y las víctimas; unos para cumplir el plan que hará factible su negocio, los otros para dentro de una realidad que los doblega, lograr burlar al burlador y obtener al menos una posibilidad de resarcimiento. Ese otro, que no se ve como sujeto sino como cuerpo / mercancía, son mujeres jóvenes que tienen en la señora Golde una enemiga y una aliada. El engaño es la pieza de cambio, el matrimonio el señuelo, la prostitución el destino. Las actuaciones construyen el universo polaco que Patricia Suárez diseño para la pieza, el frío, el hambre, la necesidad de atravesar la miseria y los peligros que encierra en los paraísos que promete. El espacio aparece desolado salvo por el té y las galletas que la señora Golde ofrece a ese visitante que trae una misión que ella conoce bien. En una representación dentro de otra, las polacas ofrecen una puesta para Schlomo, una versión adecuada a los intereses de ambos, sin el consentimiento del hombre. La trata de personas en la Argentina en los comienzos del siglo XX, las organizaciones que iban a buscar mujeres pobres a una Europa desvastada por la miseria para un territorio visto como una tierra prometida, una Buenos Aires con una población mayoritariamente extranjera y masculina, que llegaba a sus calles buscando un futuro son las piezas de un juego macabro que todos jugaban aunque en una relación asimétrica e injusta. El engaño se iba diluyendo con el correr de los años y los casos que se repetían con la misma consigna: un casamiento fraguado con papeles falsos. La puesta fiel al texto, tiene sin embargo, algunos baches de ritmo que podría corregir ya que las actuaciones son muy buenas, y logran introducirnos en el tema con recursos sencillos y genuinos. Un buen uso de la extraescena, tanto desde el interior del espacio escénico como por fuera de él, y la iluminación completan el clima necesario para llevar adelante la tensión dramática. Patricia Suárez es una dramaturga que desde la poética realista propone una temática que involucra las relaciones entre los personajes femeninos involucrados en situaciones sociales y familiares complejas en el centro nuclear del contexto social1. Mundos privados que se hacen públicos, y mundos públicos que tienen en cada personaje los pliegues sinuosos de un mundo privado, por lo personal e íntimo, impedido de ser, fuera de los límites del poder patriarcal.
La señora Golde de
Patricia Suárez. Elenco: Emma Rivera, Sebastián Stanicio, Lucía Alazraquí,
Juliana Guerín. Diseño y realización de escenografía y vestuario: Victoria
Hirschmann. Asistencia de escenografía y vestuario: Melina Febles. Diseño
gráfico: Victoria Hirschmann. Producción y asistencia general: Martín Savi y
Victoria Hirschmann. Producción general: Neqktarea producciones. Asistencia de
dirección: Marta Villar. Espacio JXi. Dirección y puesta en escena: Emilio Urdapilleta.
https://www.youtube.com/user/NEQKTAREA
Lacan, Jacques, 2010. La familia. Prólogo de Oscar Masotta. Buenos Aires: Editorial Argonauta.
Suárez, Patricia, 2002. Las
polacas (Historias tártaras, Casamentera, La Varsovia) Buenos
Aires: Ediciones Teatro vivo.
1 “La especie humana se caracteriza por un desarrollo singular de las relaciones sociales que sostienen capacidades excepcionales de comunicación mental y, correlativamente, por una economía paradójica de los instintos que se presentan como esencialmente susceptibles de conversión y de inversión; sólo en forma esporádica muestran un efecto aislable: de ese modo, son posibles comportamientos adaptativos de una variedad infinita. Al depender de su comunicación, la conservación y el progreso de éstos son, fundamentalmente, una obra colectiva y constituyen la cultura: ésta introduce una nueva dimensión en la realidad social y en la vida psíquica. Esta dimensión especifica a la familia humana, al igual, por otra parte, que todos los fenómenos sociales del hombre. (Lacan, 2010, 14).