jueves, noviembre 21, 2013

Fotos de señoritas de Arístides Vargas



Los negativos de la memoria nunca se borran.
Los griegos decían que, para hacer una función de teatro,
tenías que conectarte con los dioses o con los muertos.
Y yo decidí conectarme con los muertos.
(Arístides Vargas)

Arístides Vargas tiene una forma de escritura fragmentada que es una metáfora de las fisuras que la memoria produce en aquellos que guardan recuerdos dolorosos. En Fotos de señoritas, el recuerdo se disfraza de reunión de ex compañeras de colegio secundario, religioso, y donde las preocupaciones mayores se vieron atravesadas por una época que no tuvo límites para el horror. Sin embargo, veinte años después todo parece quedar en una nebulosa y el presente con su cotidianidad exasperante pareciera haber borrado “el secreto” que todas ellas guardan. Las fotos que las reunió a lo largo de sus vidas, y que aparece en diapositivas a los costados de los paneles escenográficos, son una constante presencia de lo que no quiere ser revelado. El personaje narrador, que lleva adelante con una muy buena actuación Ángeles Acea, el quinto elemento en esa suma de recuerdos, que devendrá en testigo ocular, el mozo, del encuentro de las ex compañeras, une los momentos e incorpora algunos interrogantes que merecen la atención del espectador en el recorrido que debe hacer sobre el relato. Las actrices llevan adelante cada personaje con soltura y compromiso, en algunos momentos de manera brillante, provocando con el humor muchas veces ácido del autor, arrancar la risa del público a quien van dirigidos los apartes; recurso que teje un segundo tejido discursivo que contradice la manera afectada en que se relacionan las amigas. El vestuario que las presenta en su imagen del pasado, deja paso al paso del tiempo, acompañando su discurrir, y es como una segunda piel que las identifica. El vestido es una forma de expresión que puede cumplir dos funciones: expresar lo que no nos animamos a decir con palabras pero que no queremos que quede desapercibido, u ocultar nuestros temores cuando es sólo una manera apropiada de tapar nuestra desnudez. El vestuario elegido para los personajes señala el tiempo transcurrido, pero también la personalidad que la homogeneidad del uniforme escolar velaba. Entre la paradoja de dejarse ver y esconderse transcurre la intriga que parece develar la intimidad más vergonzosa de cada una de ellas pero que al mismo tiempo ocluye, cierra para el entendimiento un pasado que puja por nacer.  La dirección de Mario Petrosini consigue armonizar un todo que resulta entonces homogéneo en la efectividad de las actuaciones y en el uso del espacio escénico en el que la funcionalidad de los cubos va dibujando una coreografía que impide que la escena se cristalice. Una puesta que transita la textualidad de Vargas desde su punto neurálgico la memoria y el olvido, y que logra conectarse con el juego intertextual que el autor necesita para que lo ocluido de cada personaje surja entre las líneas de un diálogo trivial.








Foto de señoritas de Arístides Vargas. Elenco: Ángeles Acea, Romina Corvalán, Crimi Hardt, Carolina Rodriguero, Daniela Viegas. Escenografía y vestuario: Tantos Vericuetos. Diseño de luces: Mario Petrosini. Diseño gráfico: Fernando “Nando” Spagnuolo. Fotografía: Guss Correa. Asistente de dirección: Paula Hartwig. Dirección y adaptación: Mario Petrosini. Teatro: La Ratonera Cultural.







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