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viernes, noviembre 22, 2013

Todos y todas 30 años de y por Eduardo Solá y Guillermo Gil

“cuando uno hace un hecho artístico, trasciende al tiempo, va más allá.
Por ejemplo Niní Marshall sigue tan vigente hoy como en su época”

(Guillermo Gil dixit)

El escenario del Maipo Kabaret nos recibe con los acordes de un piano,- que Eduardo Solá hace transmitir de maravilla- que desgrana melodías conocidas y va creando el clima para una perfomance a la manera del music –hall, con algo del cabaret berlinés en el vestuario, modos y maquillaje de sus presentadores. Sentados a nuestras mesas, Guillermo Gil con excelencia de anfitrión nos acerca una copa de champagne y nos susurra un saludo de bienvenida. Ambos harán juntos, como tantas otras veces, de la presentación del show, y entre el humor y la nostalgia nos llevarán hacia un camino recorrido desde hace treinta años. Una fecha coincidente con los años de la democracia que supimos conseguir, y un título que al pasar hace referencia a la manera de saludar de la presidenta, pero que luego se diluirá en la historia personal, sin puntualizar en lo colectivo, aunque de ello se trate, en la galería de personajes que desfilarán luego por el escenario. En cuadros que llevan adelante cada uno por separado, o de a dos, se lucen de todas las maneras posibles: en el manejo del humor y su relación con el público, siempre tan variable como imprevisible, en la perfomance de su rutina, en el vestuario deslumbrante, que hace de toda la presentación una revista porteña sólo con dos participantes. Soslayando el monólogo político, la búsqueda de la fama, el amor y la soledad son las líneas del desarrollo de la temática, en una espiral de la memoria que rescate lo vivido, en una crítica al olvido cuando hacen referencia al desconocimiento que el espectador en general y el joven en particular tiene de actores y actrices, próceres de nuestros escenarios: Tita Merello, Pepe Arias, Paulina Singerman, Niní Marshall, entre otros, para sí reconocer y aplaudir a aquellos que la mediatización de la pantalla chica los ubica en el primer plano de las conversaciones cotidianas. El trabajo que ambos llevan adelante recrea no sólo a las figuras conocidas sino a aquellas cuya imitación es un sentido homenaje; por eso, todo en el espectáculo está cuidado con la maestría que da la experiencia cuando se une al talento. El espacio escénico se expande al escenográfico y la llegada de los personajes no se produce sólo desde el foro, sino que su llegada proviene de una platea que disfruta desde el vamos su aparición. Los sketchs cómicos, como el de las amigas establecen un diálogo que recuerda a la escritura de la inolvidable Niní, como el de la paraguaya que se ofrece para todo trabajo, nos remite al humor desenfadado de los ochenta. La música es un elemento fundamental en cada una de las intervenciones, sumando características al personaje como en el caso de la imitación que Guillermo Gil1 hace de Mirtha Legrand o de la gran Tita Merello, o sirve de marco a un juego con el espectador en la canción de Ramona Galarza. Siempre presente, en el teclado virtuoso de Eduardo Solá2 nos invita a seguirla y a emocionarnos. Como en una revista habitual, el cierre debería ser apoteótico con la figura de la vedette con su despliegue de plumas, piedras y color; sin embargo, la figura de la Swanson3, una actriz del cine mudo, toda una institución, que retorna luego de un largo tiempo de silencio, es el preámbulo a la figura de los comediantes que luego borrarán las huellas de su arte en escena. Y así saludarán a un público agradecido por el trabajo que desde el escenario se les ofrece, desde ellos mismos, desnudos de cada uno de los personajes que los habitaron. El último espectáculo que ambos llevaron adelante fue ¡Oh! Juremos con plumas vivir (2009) donde su ductilidad para el transformismo conformaron de la misma manera casi una revista en el escenario del Margarita Xirgu, donde también se lucieron algunas de las creaciones de Roberto Piazza. Todos y todas reúne los mejores momentos de los dos artistas, y nos lleva a disfrutar de un trabajo realizado no sólo con maestría sino con amor.





Todos y todas 30 años de y por Eduardo Solá y Guillermo Gil. Operador de sonido: Cristián Belvedere. Operador de luces: Mariano González. Escenografía: Filippi – Blanes. Prensa: Duche & Zárate. Fotografía y diseño: Fuentes 2 Fernández. Asistente de vestuario: Susana Signorini. Stage Manager: Griselda Martinez. Producción ejecutiva: Ezequiel Blanes. Producción general: Gabriel Filippi. Teatro Maipo Kabaret.











Hemeroteca:
Taro, Rafa, 2011. “Eduardo Solá, entre plumas y lentejuelas” para la Revista Imperio, 27/6.






1
Guillermo Gil ha trascendido a través de la television por aparecer en distintos programas cómicos y por su exacta caracterización de la diva argentina la Sra. Mirta Legrand. No se ha quedado sólo en la caracterización transformista de una sola diva también logró con éxito otras tales como la de Tita Merello. Es ademàs un comediante nato, capaz de llevar por si solo un espectáculo cómico a través de sus caracterizaciones. En el 2010 junto a Carlos Perciavalle llevó adelante Jardín de otoño, una obra de Diana Raznovich, que protagonizaron en los ’70 Irma Córdoba, Rosa Rosen y Claudio Levrino. Luego, en 1983, se estrenó otra versión magnífica, con Tina Serrano, Ana María Casó y Mario Pasik, dirigidos por Hugo Urquijo. Este magnífico texto de Raznovich subió a escena en distintos escenarios internacionales y, por fin, volvió a Buenos Aires, pero en una versión muy particular donde los personajes de Griselda y Rosalía fueron representados por los actores y Julián La Bruna



2 Eduardo Solá (Gustavo Braga) tiene como referente a Niní Marshall, (…) quien lo amadrinó en sus comienzos, allá por los agitados años ´80, épocas de sótanos, de teatros pequeños, de prueba, de ensayo y error. Y de noches interminables, largas y agitadas noches. Recuerda “Una noche de ballet”, “donde bailábamos a través del humor. Justamente, con Guillermo Gil. Rubén (Barreira) nos produjo y fue el primer espectáculo que hicimos. Anduvo muy bien y todavía me emociono al recordar a Niní sentada en la primera fila del teatro El Vitral. Además, como si fuera poco, el vestuario era de Paco Jamandreu. (Taro, Rafa, 2011)





3 Gloria Swanson brilló como una de las principales estrellas del cine mudo en los años 20, y fue considerada como una de las actrices más glamorosas de la época. Tras una larga retirada del cine, durante la que siguió trabajando en radio y televisión, recuperó su fama en la gran pantalla a edad madura, con Sunset Boulevad (1950) de Billy Wilder.



Espejito dime tú de Mercedes Farriols


Un texto de comedia, con unas buenas actuaciones que provocan desde sus personajes hacernos reír y pensar es la que lleva adelante Virginia Lombardo en el Vitral. Las seis actrices componen, cada una en su registro, un personaje que desde el humor plantea una de las problemáticas, que las mujeres asumimos como podemos, ante el avance de un “deber ser social” que nos quiere siempre jóvenes, lindas, atractivas; sin importarle demasiado que sentimos o que pensamos. Un concurso presenta a sus participantes, esperándolas en un espacio escénico con cinco sillas blancas donde hay cinco espejos de tocador y una bata, el blanco es el color para todos los elementos que contrastan con el negro de la caja a la italiana, que va a sustituir al vestuario pensado y elegido por ellas. La presentadora, las introduce preguntas mediante en un registro que desconocen y que las va llevando a reflexionar sobre el valor que se le da a la apariencia en nuestra sociedad; y sobre todo a que somos capaces de resignar o sacrificar para detener un reloj biológico que sigue su curso inexorablemente. Una escritura femenina con una dirección que sabe traducirla en el escenario, para sacarle a cada personaje las características que las identifica en su manera diferente de asumir el paso del tiempo. Una crítica hacia una sociedad que nos exige detener las manecillas del reloj, porque la juventud es un bien que cotiza en el mercado, donde los valores efímeros son los primeros en su escala. Pero todo desde un humor tierno o sarcástico según el personaje, pero que logra arrancar una sonrisa al espectador que seguramente se siente identificado con algunos de sus tipos. Mercedes Farriols es una dramaturga que encara con profundidad la problemática de género en relación a la demanda social, y a un contexto que obliga a las mujeres a protagonizar las acciones de la historia, como su dramaturgia sobre las Madres de Plaza de Mayo. Sus trabajos conocidos en el país y en el exterior, tanto de cine como de teatro, la constituye en una de las autoras más comprometidas y complejas de este momento. Virginia Lombardo es una directora de extensa trayectoria que abarca diferentes poéticas y que tiene también en el cine un lenguaje que la incluye en una lectura inteligente. La puesta con recursos sencillos logra su objetivo divierte, provoca la risa, y además hace una denuncia sobre la problemática femenina en relación a la mirada que la sociedad le impone sobre su cuerpo. Un cuerpo que guarda la memoria de nuestra historia, y cuyas huellas son las líneas que la vida va marcando en nuestra piel, y que nos constituyen porque son un libro que sólo nosotras supimos escribir.



Espejito dime tú de Mercedes Farriols. Elenco: Graciela Giménez, Claudia Lagard, Rosa Ciano, Alicia Pradella, María Rosa Solari, (las integrantes del concurso) Flavia Mpolás (la presentadora). Música: Matías Keller Sarmiento. Gráfica y fotos: María Guadalupe Guiñazú. Prensa: Octavia Comunicación. Asistente: Guadalupe Zambra. Dirección: Virginia Lombardo. Teatro: El Vitral.



http://www.teatroelvitral.com.ar/el-teatro.html



El gran deschave (1975 / 2013) de Armando Chulak y Sergio De Cecco

“A veces soñábamos con el estreno. Lo veíamos lejano, casi inaccesible, pero todo eso no importaba. Junto a Armando yo había aprendido a gozar del trabajo en sí, con la misma ternura con que un ebanista acaricia las vetas de la madera. Gracias Armando”.
Sergio

Decidí comenzar la nota con un epígrafe que transcribe un párrafo del prólogo con que De Cecco le agradece a Chulak el tiempo compartido como un pequeño homenaje a dos figuras relevantes de nuestro teatro. El gran deschave es una obra emblemática de nuestra dramaturgia, sus autores Chulak y De Cecco escribieron la obra siguiendo la línea que inauguraron Roberto Cossa y Ricardo Halac en los sesenta, con la figura de un sujeto fracasado, antihéroe nacional que se sueña conquistador de espacios y oficios pero que en la realidad de su vuelo de gorrión se golpea cruelmente contra el asfalto. Jorge se asemeja al Raúl de Nuestro fin de semana (1964), pero si aquél tenía la complacencia de su mujer, Beatriz, que observaba en silencio, y asentía con resignación, Susana en El gran deschave, está harta y no soporta una vida mediocre que sólo oculta la fantasía de las novelas de televisión. Han pasado más de diez años y el rol de la mujer es otro, lo que se comenzaba a cuestionar en los sesenta ya no se tolera a mediados de los setenta. La pieza en su estreno tuvo a Federico Luppi y Haydeé Padilla en los roles principales, y fue un éxito de público y crítica1, en su crudeza de desnudar la inestabilidad de una relación que el ‘deber ser’ social exigía exitosa en todos los planos y que la realidad mostraba insoluble en su falta de diálogo, al no compartir universos comunes, diferencias de criterios, y un contexto social que como dije antes le pedía a la mujer que ocupara otros lugares, que asumiera otros compromisos. La puesta que lleva adelante Luciano Suardi, hace pasar el punto de vista por el contexto y establece una lectura sesgada donde si bien el televisor es el detonante de la tensión dramática, al provocar la necesidad de una conversación infinitamente postergada, incorpora a ese escenario a actores que en la pieza están sólo como representantes de una época, y los convierte en testigos, siempre presentes, atisbando por el muro del patio, introduciéndose de prepo a través de la música, para finalmente irrumpir en ese mundo decadente que representa la familia burguesa, núcleo constitutivo de la sociedad capitalista: los jóvenes; que quieren hacer la revolución, cambiar el mundo, porque ese mundo está en estado de descomposición; ellos son presencia inequívoca de esa situación. Los autores no llegaron a hacer en el momento de su estreno una lectura sobre esos personajes que las perspectiva de los años le permite a Suardi hacer en la puesta que lleva adelante en el Teatro Cervantes casi cuarenta años después. Una lectura equidistante e inteligente, que penetra en la idiosincrasia de una sociedad que estaba en permanente estado de cambio. Una mirada que fluye y que refuerza la excelente escenografía de Graciela Galán permitiendo que el espacio escénico se expanda hacia la extraescena y que los personajes se mueven coreográficamente por él; dándoles a los actores la oportunidad de constituir desde el cuerpo un otro lenguaje que a veces contradice el discurso de la palabra, que sigue siendo en la poética de la pieza el eje fundamental. Las actuaciones de Muriel Santa Ana, y Guillermo Arengo, componen a sus personajes en crescendo, desde una trivialidad buscada hasta una tensión efectiva que los coloca fuera de todo tiempo, encerrados en una historia íntima, como tantas, pero en su eterna particularidad destructiva. Su relación está amenazada, por la memoria, por lo no dicho, por el engaño de Martinucci, solvente actuación de Marcelo Bucossi, que le aporta al personaje la cuota de cinismo necesaria para destruir las ilusiones de Jorge y quitarle la venda de los ojos por sus sueños rotos, y por último, por el silencio del único cómplice que sostenía su vacío de sentido, el televisor. Tanto la Nona, Graciela Pal, como Don Robustiano, Iván Moschner, construyen con talento dos personajes que son además representantes de una sociedad que sostiene el status quo desde la complacencia de aceptar como natural lo que puede ser modificado. El final es para polemizar en cuanto a la mirada que Suardi le permite al texto, pero es mejor que vean la puesta, que se lo merece y no develar nada. Sólo podemos afirmar que la música toma protagonismo y no sólo ilustra el sentido del texto sino que trabaja como un espejo cóncavo2, donde el contraste entre unos y otros es metáfora de toda una época.






El gran deschave de Armando Chulak3 y Sergio De Cecco4. Elenco: Muriel Santa Ana, Guillermo Arengo, Graciela Pal, Iván Moschner, Marcelo Bucossi, Juan Faisal, (bajo y voz) Miguel Alché, (guitarra y coros) Martín Miguel López Grande (batería y coros) Producción TNC: Melina Ons. Fotografía: Gustavo Gorrini, Mauricio Cáceres. Diseño gráfico: Verónica Duh, Ana Dulce Collados. Asistencia de dirección: Ana Calvo. Coreografía Cecilia Elías. Música original: Carmen Baliero. Iluminación: Matías Sendón. Vestuario: Gabriela Aurora Fernández. Escenografía: Graciela Galán. Dirección: Luciano Suardi. Teatro Nacional Cervantes: Sala María Guerrero. 
 











1 El gran deschave se estrenó el 11 de agosto de 1975 en el Regina de Buenos Aires. Se presentó en el Ópera de La Plata el 12 de diciembre de 1976 y del 4 de enero al 14 de marzo de 1977, en el Astral de Mar del Plata, para retornar al escenario del Regina el 25 de marzo del mismo año, acercándose a las mil representaciones. También se dio en Río de Janeiro, Brasil; México y España. Fue premiando con el Estrella de Mar, como texto dramático, y sus actores también como su director, Carlos Gandolfo.

2 En la puesta original se incorporó poco antes del estreno Balada final  con música de Horacio Delia Rocca  y letra de Sergio De Cecco, la voz fue de Marikena Monti. Como afirmaba su autor: “Lo que se dice en ella resume toda la obra. No solamente por sus versos sino por el ritmo musical que le supo imprimir su compositor. Comienza sentimental, romántica, hasta rayar en la cursilería y va creciendo en una ironía agresiva, violenta, para finalizar con un pedido de clemencia, casi litúrgico.” Si, /Que bueno es nuestro amor: / un tango ruin, un vals engañador/el tramposo hijo de perra/que se vaya a la mierda. / Dios, sálvanos de este amor…

3 Nació en Buenos Aires en 1927 y murió en 1975 antes del estreno de El gran deschave. Inició sus estudios teatrales con Hedy Crilla. Fue ayudante de dirección, y luego fue director. Escribió numerosos libros de poesía: La senda estrecha (1952), Balada para esperarte (1953), entre otros. Fue crítico de teatro, cine y arte en el diario La mañana  Trabajó en revistas de humor como: Tía Vicente, María Belén, Tío Landrú. Al radicarse en Mar del Plata se incorpora a la emisora LU9, donde ocupó cargos directivos. Alejado del teatro  en 1973 vuelve a escribir con Sergio De Cecco, una pieza que iba a llamarse Final feliz y que luego De Cecco tituló El gran deschave.

4 Sergio De Cecco nació en Buenos Aires en 1931 cuyo nombre completo era Sergio Amadeo De Cecco, también conocido con los seudónimos de Javier Sánchez y Amadeo Salazar, fue un periodista, actor, dramaturgo y guionista de cine y de radio, que falleció en la misma ciudad donde nació el 26 de noviembre de 1986. Se inició a los 18 años como libretista de radio, mientras recorría Argentina y el resto de Latinoamérica con su teatro de títeres “De las malas artes, luego fue guionista de televisión, periodista y dramaturgo. Su primera obra fue: Durante el ensayo. Autor premiado, su obra paradigmática en la década del 60 fue El reñidero, que sería llevada al cine bajo la dirección de René Mujica, obtuvo un tercer premio en el país y fue conocido en Festivales internacionales como el Festival de Cannes en Francia. Su otra pieza reconocida fue Capocómico en 1965. Tras un lapso de diez años vuelve al teatro con El gran deschave.




jueves, noviembre 21, 2013

Anís de Marina Fantini, Irene Goldszer, Cecilia Meijide


Cuando uno toma conciencia de que lleva su árbol genealógico en el cuerpo
y que puede expulsar el sufrimiento que esto conlleva
igual que se expulsan los demonios, todo puede cambiar de golpe.

(Alejandro Jodorowsky)

Jugar, el teatro es saber jugar sabiendo que ya no es una actividad íntima entre pares solamente, sino una exposición donde lo divertido está precisamente en saber que las miradas de los otros están allí, a veces como mudos testigos de nuestro juego, otras como participes necesarios. Jugar recordando, o recordar jugando; en un doble salto mortal hacia atrás, es lo que propone la puesta que dirige Adrián Canale, que nos lleva por un laberinto de secuencias que se repiten como si perdiéramos la pista a seguir y volviéramos sobre nuestros pasos para que la memoria sea más fiel, más verdadera. La familia, la propia, la real, o aquella que la vida nos ofrece para compartirla en algunos momentos peculiares, aparece desde ese juego de la interpretación, de ser otro, o los otros, modificando los recuerdos, que se hacen presentes en pequeños signos, en referencias fragmentadas. Tres personajes, cuyas relaciones se entrecruzan, niñas observando las acciones de los adultos; adultos que aparecen en actitudes que lastiman; la infancia que juega con la memoria que a veces demistifica una edad que la mayoría recuerda como el paraíso perdido, y donde las relaciones de poder en asimetría ponen a sus participantes infantes en calidad de víctimas de los actos de sus mayores. Un teatro que exorciza la memoria, que en la repetición de la palabra y la gestualidad va disminuyendo el poder de una constelación familiar1 que inevitablemente nos lleva a repetir viejos errores. Y el anís como el sabor de la infancia, que como la magdalena de Proust, es el sentido que agudiza los recuerdos. Los ochenta y sus neurosis producto de una década anterior con profundos agujeros negros, y ausencias inexplicables, están presentes en el vestuario, la música, y una manera de mirar el mundo desde los ojos asombrados de la niñez, que a través de lo lúdico intenta recomponer una historia familiar donde sus integrantes no están unidos sólo por lazos de sangre, sino por una comunión que se establece en la misa ritual de compartir un espacio. Un espacio que materializa el dispositivo escénico y lumínico con acierto. Espacio y tiempo inestable pero no caótico con fragmentos de realidad, de sueños y de borracheras, mientras cada actriz con profesionalismo construye la inestabilidad de su personaje. Personaje que a su vez se desdobla en varios y se vuelve a contrae con el recuerdo infantil, por momentos angustiante y en otro risueño. Inocencia que permite la discontinuidad del discurso a nivel verbal / corporal y la instauración de distintos puntos de vista desde del mundo infantil. Dinamismo visual en espacio lúdico con pocos elementos, algunos concretos – como las sillas, la lámpara,… y otros irreales - como la puerta y el perchero amorfo de color blanco y de material inflable. Las tres niñas / jóvenes a partir de sus desplazamientos constantes, de las repeticiones gestuales y verbales generan un “modo de vincular la discontinuidad del tiempo de la narración con la continuidad del tiempo narrado de la serie”[2]. Recurso del relato para ordenar y desordenar la historia creando la atmósfera laberíntica, efímera y onírica de Anís. Esta puesta en escena, en particular, teatralizar la memoria infantil en un sólido canevas dramático, una ficción construida a partir de retazos y un hecho escénico sin fisuras, posible gracias a un grupo de profesionales del hacer teatral.






Anís de Marina Fantini, Irene Goldszer, Cecilia Meijide. Elenco: Marina Fantini, Irene Goldszer, Cecilia Meijide. Coreografía: Paola Belfiore. Música original: Irene Goldszer. Escenografía y vestuario: Laura Poletti. Fotografía: Cecilia Lohrmann. Asistente de escenografía y vestuario: Tatu Ravotti. Asistencia: Jimena Ducci. Dirección: Adrián Canale. Teatro: El extranjero.















Calabrese, Omar, 1999. La era neobarroca. Madrid: Cátedra

Maillard, Catherine; Van Eersel, Patrice, 2010. Mis antepasados me duelen. Psicogenealogía y Constelaciones familiares. España: Ediciones Obelisco.










1
“Reconstruir un árbol genealógico puede empezar de la manera más sencilla. Como explica la página web psychogéné .com: ‘En general, para trabajar sobre una historia familia, no es necesario haber realizado investigaciones genealógicas. Cada uno empieza con lo que tiene. Las pocas informaciones recopiladas bastan para situarse y empezar a trabajar. En la mayor parte de los casos, los demás datos irán apareciendo, algunos incluso de forma sorprendente. Lo importante es entender que, a partir del momento en que uno empieza el camino psicogenealógico, activa una memoria que atraviesa el tiempo, las épocas, los acontecimientos y que puede surgir de un recuerdo hasta que la conciencia le dé sentido.’ (Van EErsel, Maillard, 2010, 9)

[2] Calabrese propone que al gusto predominante de nuestro tiempo aparentemente confuso, fragmentado e indescifrable, sea llamado neobarroco. Y dentro de los conceptos que desarrolla el autor se encuentran “la repetición” y “la inestabilidad”.




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