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domingo, septiembre 01, 2013

Roberto Arlt, personaje de la literatura y el teatro



  
Si hay un autor que convirtió su experiencia personal en material literario en nuestra ciudad, ese es Roberto Godofredo Arlt. Personajes de su escritura ficcional poseen muchos de los rasgos y circunstancias que podemos rastrear en su propia vida. Silvio Astier de El juguete rabioso (1926) o Erdosain de Los siete locos, para dar solamente dos ejemplos. Pero lo interesante, hoy por hoy, es como la escritura contemporánea desde la novela o el teatro, construye desde ese personaje que el también creó hacia fuera de la escritura sobre sí mismo, figuras literarias que se mueven entre el delgado hilo de lo real y la necesaria ficcionalización. Para analizar esta utilización del personaje / persona Roberto Arlt vamos a tomar dos materiales paradigmáticos, uno que proviene de la narración: El infierno prometido / Una prostituta de la Zwi Migdal (2006) de Elsa Drucaroff y la pieza teatral La imagen fue un fusil llorando (2008) de Julio Molina.1 En ambas textualidades, los hechos históricos fácilmente reconocibles son atravesados por la subjetividad del personaje periodista que se parece mucho a la imagen que el propio escritor conformaba de sí mismo en su escritura. Roberto Arlt en su lucha para ingresar en un campo intelectual que le era hostil, con una personalidad anárquica al límite de no querer pertenecer a ninguna corriente que lo encasillara, ni en la vida, ni en el arte, ni en la política; debió, sin embargo, ceder muchas veces a los “deber ser” de los directores de los diarios para los cuales escribía, El Mundo, Crítica, como así también en su relación como dramaturgo con el director del Teatro del Pueblo:  Leónidas Barletta.

El Infierno prometido.
Una prostituta de la Zwi Migdal:
El loco Godofredo
.

La escritora Elsa Drucaroff toma el contexto histórico de la década del 20 al 30 para construir una ficción a partir de un hecho histórico cierto: la huida de Raquel Liberman2, la polaca engañada y convertida en prostituta por la organización más poderosa de la época de trata de “blancas” como se decía en el aquel tiempo, trata de personas como se enuncia en el presente. En ese contexto aparece la relación de un periodista con los bajos fondos, ese periodista, apodado “el Loco”, no es otro que el autor de El juguete rabioso. Su contacto y su ingreso al prostíbulo, donde se encuentra la polaca de quien rápidamente queda subyugado, lo hace realizar un recorrido tras sus pasos, para ayudarla a realizar la hazaña del escape junto a un joven anarquista, fundamental en el relato. Como la antítesis en lo personal, su juventud y en su ideología a la figura del juez Tolosa, que los persigue por una moral perversa, por un deseo de poder en esa ecuación dominador / dominado que toda relación sado – masoquista requiere:

“Amo o esclavo, eso es lo que ellas proponen. No es mi culpa”, había resumido Noé. El loco era esclavo, tal vez porque era demasiado bueno…”Zoncito”, le decía su mujer al principio y ahora, directamente “Estúpido”. ¿Acaso podía culparse solamente a Traumann por el oficio que había elegido? (…) De pronto algo se horrorizó, se rebeló, se impuso desde el fondo de sus tripas. “Ah, no”, se dijo, “la vida puede ser otra cosa. La vida es puerca porque la volvemos puerca. ¡Tan bella podría ser! (Drucaroff, 2006, 109)

La autora construye el personaje de su novela, desde el discurso del propio testigo de los acontecimientos de su época y desde la escritura narrativa que sobre su figura ha reconstruido a través del tiempo casi una leyenda sobre su persona; a diferencia de la construcción de la narrativa de Arlt que en estos relatos sobre la prostitución en la Argentina se convierte, por sus relaciones con los bajos fondos de la ciudad, en testigo ocular3. Desde allí, Drucaroff teje una trama donde el cronista deviene investigador aficionado de la mano diligente de Botana que lo sabe capaz de hallar la primicia que convenga al diario y que luego como tantas veces recortará la información que le parezca demasiado comprometida. Lo más, pero no todo, porque el entramado de la corrupción con los cuerpos puede tocar resortes peligrosos. El narrador aclara:

Botana no quiso saber nada con el sumario de notas que le presentó el loco Godofredo. - El desierto, el tren, la Patagonia, el sobreviviente de la masacre del 21… - rezongó –Se va a buscar a una mujer y vuelve dando clases de geografía humana. (…)
 Además lo echo del diario, por supuesto.
(Drucaroff, 2006, 327)

La observación, la mirada es fundamental en el Arlt, cronista de la sección policiales, y en el personaje periodista construido en la novela que además juega al investigador. Mirar y ordenar los símbolos a partir de un recorte de percepción que lo lleva a producir sentido, a organizar el caos de la sucesión de los hechos y a seguir a partir de ahí una línea de comportamiento. Como afirma John Berger en Modos de ver:

Lo visible no es más que el conjunto de imágenes que el ojo crea al mirar. La realidad se hace visible al ser percibida. Y una vez atrapada, tal vez no pueda renunciar jamás a esa forma de existencia que adquiere en la conciencia de aquel que ha reparado en ella. Lo visible puede permanecer alternativamente iluminado u oculto, pero una vez aprehendido forma parte sustancial de nuestro medio de vida. Sin duda, uno de los inventos más formidables de los humanos. De ahí su afán por multiplicar los instrumentos de la visión y ensanchar así, sus límites. (2006)

La construcción resulta verosímil, el personaje que la autora construye con los fragmentos de lo histórico, de la escritura del verdadero cronista, o del incansable autor de relatos que lo muestran como un conocedor no sólo de sí mismo y sus complejidades sino también de las que abarcan el alma humana de su tiempo, es muy parecido a sí mismo; fiel en acto y pensamiento, al que podemos descubrir en cada una de sus acciones conocidas, o las que podemos intuir a través de la lectura de una variedad de géneros que Arlt atravesó con la irreverencia de su mirada.

La imagen fue un fusil llorando:
Arlt y el anarquista Di Giovanni.

La textualidad dramática de Julio Molina pertenece a un proyecto dirigido por Luis Cano, que incluía los trabajos de un grupo de autores de la nueva generación porteña, que construyen sus materiales a partir de textos clásicos de la literatura argentina. La historia como una espiral reitera marcas, circunstancias y sus protagonistas a veces parecen tomar las huellas de sus antecesores para recorrer sobre ellas caminos que parecen cruzarse en sus variables temporales. Molina reconstruye a partir de una aguafuerte escrita por Roberto Arlt para el diario El Mundo, dirigido por Carlos Muzio Saénz Peña, en 1931, el conflicto ético de un periodista que testigo de una muerte “anunciada” que no puede evitar y con la que no está de acuerdo, junto a otros compañeros de ruta, describe los momentos previos al fusilamiento del conocido anarquista Severino Di Giovanni. En soledad se desarrolla el conflicto ético del personaje, la escritura de Molina crea una subjetividad que descubre desde el cuerpo y la palabra la fibra íntima de un desgarramiento que es producido por la sensación de injusticia que le produce el hecho que acaba de presenciar. Desde las didascalias enuncia la necesidad de incorporar el espacio, como cárcel también de un pensamiento que se mueve dentro de la conciencia del personaje en una espiral de impotencia; por eso la marca actoral exige movimientos que le permitan al actor abarcar el espacio, transitarlo para llenarlo con la obsesión de un recuerdo, desde la expresividad segura de un trabajo, que recrea por momentos con increíble fidelidad, la figura ya legendaria del periodista que registra con sus propios ojos el fusilamiento del ácrata. El luchador anarquista, y el escritor anárquico que lucha por imponerse en un campo intelectual profesional, que siente como un ring de pelea, y al que sabe que va a vencer por “prepotencia de trabajo”, se propone como un acontecimiento que transciende el límite espacio-temporal del espacio teatral. Un cuerpo de sentido, como un conjunto de particularidades, de rasgos que nos son propios, de un orden social que nos pertenece, construido a partir de múltiples relaciones intersubjetivas. Julio Molina intuye ante la lectura de He visto morir, el curso de agonía que atraviesa a su autor y desde ese punto abismal construye una textualidad expresionista, donde la conciencia se revuelve entre la pasividad del testigo imposibilitado de acción y el pensamiento que ruge desde el dolor que esta ciudad y sus castigos inhumanos le producen. Arlt el eterno inconformista, que sufre desde su infancia las desigualdades sociales, en una Babilonia infernal donde las diferencias comienzan muchas veces desde el lenguaje, siente la necesidad de no estar ajeno al dolor de los demás, captarlo desde la mirada y atravesar la imagen con la palabra, a pesar de sentir como muchos  la inutilidad de su esfuerzo El Arlt que a las nueve años se entera en su casa del fusilamiento de Ferrer, el maestro de la Escuela Moderna, en Montjuich, España, y que lleno de furia quema delante del negocio de un “asturiano bruto” una bandera española confeccionada por él, es el mismo, que luego cuando sea testigo presencial de la muerte de Di Giovanni, destrozado, se exprese así: “Yo no me explico –le dice a un obrero linotipista – que haya gente que se ponga guantes blancos para ver matar a un hombre”, en clara referencia a los muchachos de la Liga Patriótica que llenos de felicidad acudieron ese día a ver al ácrata ser comido por las fieras, como en el circo romano. Pero también es en ese momento donde va a darse cuenta de sus propios límites, cuando la primera nota que escribe sobre lo sucedido, altamente condenatoria, le es devuelta tachada; comprueba entonces que, el ver y el decir entran en un conflicto que es el que Molina desarrolla con exactitud en La imagen fue un fusil llorando. Molina construye al personaje de su pieza dramática en la imagen detenida que éste tiene de sí mismo ante el acontecimiento: un fusilamiento, el aniquilamiento de una vida y la búsqueda de borrar de la faz de la tierra una identidad por demás inquietante. Lo hace en una pequeña frase que aparece al comienzo de la escritura: “Yo acababa de ver”. Definiéndose entonces como alguien que hasta ese momento de su vida, hubiera recorrido un camino sin “ver” en realidad, o sin “ver” la realidad.
                    Refregarlos ponerlos en remojo

sal y lavandina

el tiempo que haga falta

mis ojos

vieron lo que vieron eso es todo

una nota más me repito

con los ojos cargados de lagañas rojas igual que ese hombre apestado de fiebre 

manchones diseminados en zonas precisas y no tanto

zonas rojas en varias partes

El tiempo

LOS OJOS

quitar lo que vieron quisieran

ellos

yo.

En forma fragmentada, el dramaturgo elabora la construcción que de su propia observación hace el personaje Arlt;  que se observa a sí mismo al mismo tiempo que observa como cronista de su época al otro, al que va a ser ajusticiado, y siente atravesando por su cuerpo la mirada condenatoria de la complicidad de estar presente y no hacer nada, ante lo que considera una injusticia. Desde el expresionismo los personajes desde la angustia y la culpa viven la obsesión de sus actos, y el dramaturgo toma este rasgo trabajado por Arlt escritor de teatro y lo potencia en su propia escritura. Como en el análisis que Foucault hizo en su texto Las palabras y las cosas del cuadro de Las meninas de Velázquez, el cuadro que analiza la presencia del cronista en el lugar donde el ácrata va a ser ejecutado rodeado de testigos y fanáticos que están allí para verlo morir, le ofrece la posibilidad  de analizar el juego de miradas que se cruzan: la del condenado hacia los presentes, la de los testigos entre sí y hacia el condenado, y finalmente la del propio Arlt que mira hacia ambos puntos de fuga y objetivándose como un participante más, hacia sí mismo en ese presente que lo lleva a un punto de inflexión donde toda certeza sobre quién es quién y los valores que sustenta entran en crisis.

Epílogo
Ambas escrituras, la de la novela y del texto dramático, atraviesan lo biográfico de la figura convocada, y proceden  a realizar con el “personaje” Arlt un salto de doble transposición. De la vida concreta a la escritura, donde Roberto Arlt es testigo, cronista de casos policiales, narrador, dramaturgo en el Teatro del Pueblo. De esa primera transformación a la construcción del personaje que cruza en su subjetividad: la vida propia, la de los otros y la ficción. Esa apropiación de la vida de Roberto Arlt es en ambos casos en un tiempo determinado entre su trabajo en Crítica y el comienzo de sus trabajos, las Aguafuertes que lo hicieron un escritor popular, reconocido, en el diario El mundo4. El fusilamiento de Severino Di Giovanni fue en 1931, y el relato de Arlt quedó fijado en su memoria y en la escritura en el relato del aguafuerte He visto morir. La novela de Elsa Drucaroff instala a su personaje en el momento que aún trabajaba para Botana, cuando éste lo deja librado a su suerte, para luego ingresar al diario El mundo:

Así que el Loco no entró al otro diario como oscuro cronista de policiales sino como escritor y periodista estrella, con un sueldo mucho mejor que el que tenía, cobrando por escribir un solo artículo por día, artículo que debía ser más bien literario y captar cada vez el alma de la ciudad. (Drucaroff, 2006, 327)

El recorte de Molina se circunscribe al momento del fusilamiento y el proceso que esa acción produce en el cronista. El relato de Drucaroff, establece más líneas de desarrollo sobre su personalidad; en el Loco podemos dar cuenta de muchos de los datos de su vida, los infinitamente mencionados: la relación con su trabajo, con su mujer y su hija; pero también aquellos que se hacen cargo de un pensamiento que por el accionar del hombre Roberto Arlt, en más de una circunstancia, la autora supone posibles en el fluir de la conciencia que el personaje despliega en relación a los cuerpos de las mujeres abusadas en el prostíbulo:

Con alivio, comprobó que la tristeza del espectáculo había hecho que su erección cediera. “¿Cómo podés…? ¿Sos como ellos?” Pero ellos no estaban pálidos, probablemente tampoco excitados. (…) En cierto modo eran hombres admirables: extraían plusvalía ahí donde él, donde tantos sucumbían. En su inescrupulosidad eran mejores, lucraban con miserables como él. “En realidad, los peores son los otros, los señores oligarcas que están acá para comprar” pensó el Loco y se sintió mejor. “Compran para usar y pasado mañana domingo irán a misa tranquilamente con sus señoras esposas y sus insoportables infantes, toda la familia de punta en blanco. O condenarán a prisión perpetúa a la misma asesina que el hijo de ellos o ellos mismos preñaron a la fuerza. Pero vos, Loco, no viniste acá a comprar una mujer. Viniste a observar de cerca la miseria humana. ¿No es lo qué querés? ¿No escribís sobre ella, vos? “Y además usted es notero de policiales, déjese de joder. ¿Qué periodista de policiales dice que no a una posibilidad semejante?, la voz del jefe le retumbó en los oídos. Botana se metía en todo, hasta en la cabeza de sus empleados. (Drucaroff, 2006, 107)

Ambas textualidades construyen al personaje como un vouyer activo, un observador sagaz que además se deja llevar por los sentimientos que los sentidos afinados, sobre todo la visión le producen. Molina trabaja su figura de adentro hacia fuera, con un texto que balbucea las palabras que le duelen y provocan la angustia del personaje. Drucaroff, convierte su repulsión en acción, de la reflexión que lo que ve le produce, a la acción directa; la salvación de la mujer que representa en su cuerpo todas las mujeres que aquella tarde vio en la subasta de la confitería Parissien. Del malestar de encontrarse entre las fieras, el cruce a la vereda de las víctimas.










Arlt, Mirta, 1985. Prólogos a la obra de mi padre. Buenos Aires: Torres Agüero Editor.


Arlt, Roberto, 1931. He visto morir en Aguafuertes porteñas, diario El Mundo.


Bayer, Osvaldo, 1989. Severino Di Giovanni. El Idealista de la violencia. Buenos Aires, Legasa.


Benjamín, Walter, 1940. Tesis de la filosofía de la historia. (Ficha de cátedra, maestría Osvaldo Pellettieri)



Berger, John, 2006. Modos de ver. Barcelona, España: Gustavo Gilli.



Drucaroff, Elsa, 2006. El infierno prometido. Una prostituta de la Zwi Migdal. Buenos Aires: Editorial Sudamericana.



Escobar, Patricio; Finvarb, Damián, 2006. Documental. La crisis causó 2 nuevas muertes. Los medios de comunicación en la masacre de Avellaneda. Foco Producciones.



Guy, Donna J, 1994. El sexo peligroso. La prostitución legal en Buenos Aires 1875- 1955. Buenos Aires: Editorial Sudamericana / Historia y Cultura.



Larra, Raúl, 1992. Roberto Arlt, el torturado. Buenos Aires, Leviatán (6ta edición)



Matoso, Elina, 2003. El cuerpo, territorio de la imagen. Buenos Aires, Letras Vivas.



Saítta, Sylvia, 2000. El escritor en el bosque de ladrillos. Una biografía de Roberto Arlt. Buenos Aires: Sudamericana.



Selva, María Silvia, 2011. Cine, Escuela y discurso pedagógico. Articulaciones, inclusiones y objeciones en el siglo XX en Argentina. Buenos Aires: Editorial Teseo.




Hemeroteca:


Dillon, Marta, 2003. “Romper el silencio” en Página 12, Las 12, Radar, 26/9-


Joffe, Azucena Ester; Sanz, María de los Ángeles, 2010. La imagen fue un fusil llorando de Julio Molina. Un testigo privilegiado, una escritura con sangre; en Revista Afuera.
http://www.revistaafuera.com/articulo.php?id=54








1
Nos desconocemos el trabajo que con la figura del autor realiza Ricardo Piglia, autor entre otras obras de  Respiración artificial.  “En Homenaje a Roberto Arlt fue publicado en 1975, como el último relato del libro, Nombre falso, una recopilación de seis cuentos de Piglia, pero desde el principio parece ser algo distinto de los demás en cuanto a su género. De hecho, el autor dice en las primeras líneas que "esto que escribo es un informe o mejor un resumen: está en juego la propiedad de un texto de Roberto Arlt, de modo que voy a tratar de ser ordenado y objetivo.  Yo soy quien descubrió el único relato de Arlt que ha permanecido inédito después de su muerte.  El texto se llama Luba. Aunque Piglia finge narrar esta historia de manera objetiva--describiendo cómo él obtuvo el ejemplar de Arlt e identificándose como un investigador responsable por la edición del cuento de Arlt que vamos a leer--su "informe" es principalmente un homenaje a Arlt en el sentido de que es una provocación ficticia.  La primera parte de la obra tiene que ver con la descripción de un cuaderno de Arlt con supuestos apuntes del autor de Los 7 locos y Los lanzallamas.  Un toque típico: Al mencionar ideas para un proyecto futuro, Arlt habla de un personaje que va a escribir un ensayo que se llama "Elogio del arsénico" Y otro: Arlt opina que "creo que jamás será superado el feroz servilismo y la inexorable crueldad de los hombres de este siglo.  Creo que a nosotros nos ha tocado la misión de asistir al crepúsculo de la piedad y que no nos queda otro remedio que escribir deshechos de furia para no salir a la calle a tirar bombas o a instalar prostíbulos” (en Homenaje a Roberto Arlt, Ricardo Piglia 1975, para Caravana de Recuerdos blogspot)



2 Cuando la Zwi Migdal hacía pingües negocios en Argentina a principios de siglo, sus mejores aliados eran jueces y policías, los mismos que registraban las actividades de las “pupilas”, las sometían a controles médicos y registros denigrantes que las dejaban al margen de todo orden social fuera del prostíbulo. Después de la denuncia de Raquel Liberman, el 31 de enero de 1929, 108 de los más de 400 proxenetas registrados en aquella sociedad que se declaraba de socorros mutuos fueron detenidos y procesados. Pero el poder del dinero que generaban los burdeles era fuerte. Menos de un año después, cuando ya se había instalado la primera dictadura militar en el país, la Cámara de Apelaciones liberó a 105 de los procesados. ¿Cómo habrá vivido desde entonces “la denunciante” a que hacen referencia los documentos de la época? ¿Cómo esperaba el juez de instrucción Manuel Rodríguez Ocampo que otras mujeres llegaran a su despacho para contar su historia con la amenaza de la revancha de esos hombres que las mantenían en cautiverio quitándoles sus documentos y hasta el dinero que ganaban? ¿Sabrían esas mujeres que, como cuenta Albert Londres en su libro El camino de Buenos Aires, la misma Policía Federal se empezó a formar en 1891 reclutando delincuentes y traficantes europeos que venían “con la única finalidad de ingresar a la policía local para ejercer mejor su oficio de agentes de la prostitución”? El miedo de aquellas “polaquitas” que eran traídas de una Europa devastada, con promesas de casorio o trabajo, que hablaban idish o polaco y eran encerradas bajo la custodia de rufianes de distintas escalas y madamas de cuerpos mancillados por años de explotación sexual no debe haber sido muy distinto del que sintieron otras mujeres, traídas de Paraguay, casi un siglo después. (Marta Dillon, Página 12, 26/9/03)


3 “Para el mundo de clase baja que Arlt describe, la religión, no constituía una fuente de tranquilidad ni una posibilidad de salvación. Buenos Aires era un lugar helado y duro donde los hombres extorsionaban por dinero, tomaban drogas, abusaban de las mujeres y los niños y, sin embargo, se sentían impotentes. Sus personajes eran sexualmente adolescentes y preferían la masturbación a los encuentros sexuales con mujeres. Reflexionaban acerca de la revolución, pero sin definir si sería anarquista, fascista o comunista. La realidad eran tan difícil de abordar, que Arlt confiaba fundamentalmente en la ironía, el absurdo y las técnicas de la investigación criminal para cuestionarla y reconstruirla. (Guy, 1994, 203)




4  Las primeras Aguafuertes porteñas que el autor escribió para el diario El Mundo bajo la dirección de Gernuchoff, se presentaban sin firma.


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