Tamara Kiper en Guardapolvos nos demuestra que no se puede llevar adelante
ningún relato lineal, cuando la historia que se necesita narrar tiene elipsis,
puntos oscuros, agujeros negros que la horadan y que la palabra no puede
suturar. La puesta por eso trabaja desde la fragmentación y la simultaneidad de
hechos que enlazan el pasado y el presente, en un intento desolado de explicar
lo que inexplicable; de llenar los espacios vacíos de la memoria y del corazón.
Al ingresar a la sala a través de un placard, los espectadores entramos también
en ese mundo encerrado, claustrofóbico del silencio obligado, del miedo y la
búsqueda desesperada; y allí en ese espacio que presenta los objetos propios de
una casa: una cama, una mesa, el placard ahora cumpliendo su función
específica, las mujeres, niñas adolescentes y adultas, las tías, la madre, van
reconstruyendo a través del dolor y la bronca, los pequeños momentos felices de
la infancia, las circunstancias de la pérdida. Teatro documental que no sólo
relata una historia colectiva sino que tomando la parte por el todo nos sumerge
en la intimidad del relato uno y lo despliega en las voces y los cuerpos de
cada una de los integrantes de la familia del médico desaparecido en 19771. Juegos que marcan una etapa sin
fantasmas ni duelos, momentos que intentan la vida sin memoria, y finalmente el
lugar de la búsqueda y la verdad, la necesidad de hablar, preguntar y exigir
una reparación. Los personajes son encarnados con un muy buen registro de
actuación, que construye el pasado, el
presente, y el momento infinitamente actualizado de alguien que vigila, y que
es visto una vez y cuya ausencia es la consecuencia de la desaparición de su objetivo.
Memoria individual, memoria colectiva, silencios, ausencias, y presencias vivas
en el recuerdo de los que nunca van a dejar de estar, presos en la espiral de
un tiempo detenido por la violencia de Estado, y la necesidad de los suyos de
no olvidar para seguir con la investigación que devele la verdad, que acerque
el cuerpo a su destino familiar. Al ingresar a la antesala el espectador se
encuentra con los objetos caros a la figura de Kiper, su guardapolvo, fotos
familiares y hasta un pequeño plato de aceitunas que le gustaba comer mientras
tomaba mate; el clima de esa presencia /ausencia ya ha sido creado y al
atravesar el placard pleno de ropa, y ubicarse en la platea, la sensación de
formar parte de ese mundo privado es tan fuerte que provoca golpe a golpe
emociones que a veces no pueden contenerse y se produce el llanto. La ropa, los
objetos que comprueben la identidad, forman parte de ese universo femenino que
carga la responsabilidad de la búsqueda. El lenguaje ejerce una densidad doble
al cargarse de lo no dicho, las frases cortadas, las miradas significativas,
los gestos repetidos, los lugares que en su cotidianidad son el refugio del
guerrero. Tamara Kiper construye el relato individual de su historia y de esta
manera ayuda a construir el mapa inacabado de una narración mayor que necesita
de cada una de sus líneas para ser conformado en su totalidad.
Guardapolvos Dramaturgia y dirección: Tamara Kiper2. Actúan: Alejandra Carpineti, Gabriela Irueta, Nadia Marchione, Vanina Montes, Julia Montiliengo, Soledad Sauthier. Escenografía: Tamara Kiper. Diseño de luces: Ricardo Sica. Asistencia de dirección: Fabricio Mercado. Producción ejecutiva: Fabio Petrucci. Colaboración artística: Macarena Trigo. Comunicación: Mariana Mazover. Prensa: Marisol Cambre.
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1 Luis Saúl Kiper es el padre de Tamara
Kiper, secuestrado en su lugar de trabajo, el hospital donde ejercía sus
funciones de médico. “El era médico y en ese instante estaba trabajando en la
guardia” afirma la autora. Luis Saúl Kiper nació en Capital Federal el 2 de
febrero de 1937 y se recibió de médico en la Universidad de Buenos
Aires. Fue muy reconocido como médico, sobre todo por su dedicación a los más
necesitados. Esta labor con los que más necesitaban la desempeñaba incluso los
fines de semana en la sala de guardia de la Asistencia Pública
de Boulogne, situada donde ahora se encuentra el Centro Cívico de esa
localidad. Y justamente en ese centro asistencial fue detenido forzadamente el
30 de julio de 1977.
2 Tamara Kiper comenzó su carrera
teatral en el sótano del colegio Mariano Moreno con sus compañeros Lautaro
Perotti y Claudio Tolcachir. Desde entonces continua su formación artística
creando y participando de lo que hoy es Timbre 4, el mismo lugar donde estrena
“Guardapolvos”, su opera prima como
dramaturga y directora pero que, además, plantea un desafío con su historia
personal. Entre su formación se destaca el entrenamiento vocal, la danza clásica, contemporánea y afro
con formación en la Escuela
de danzas María Ruanota. Realizó estudios en la Escuela Nacional de Bellas
Artes Prilidiano Pueyrredón. También estudio teatro, entrenamiento corporal,
vocal y clown con Guillermo Angelelli, Verónica Oddó, Thomas Leabhart
(discípulo de Decroux), Gabriel Chamé, Cristina Martí, Lilo Baur (teatro de la
complicité). Desde el año 2006 recorre distintos continentes como actriz en las
obras “La omisión de la familia Coleman” y “El viento en un violín”, ambas
escritas y dirigidas por Claudio
Tolcachir. (extraído de la gacetilla entregada en el teatro)