lunes, septiembre 30, 2013

Detrás del viento | Idea original y texto: Mónica Bruni, Justina Bustos, Camila Outon, Brenda Chichlowski, Carla Petrillo


Un espacio en un tono neutro, que se divide en tres posibilidades, un rompecabezas que no tiene todas las piezas necesarias, un costurero que une el desgarro, revistas y cartas que suturan las ausencias, el juego con el muñeco que pretexta la esperanza del instinto y una limpieza de calzado que muestra el orden, la disciplina y el cuidado de guardar aquello que no se usa; símbolos de una relación que guarda más de un secreto. Señales de la relación de cuatro hermanas atrincheradas en una casa, que es ellas mismas, refugio de los peligros de un afuera amenazante que sin embargo pareciera no tenerlas en cuenta. Contrastes de tonalidades, blanco y negro, el primero la pureza y el deseo reprimido, el deseo que se escapa por cada resquicio de cuerpos inmaculados, y respira humanidad en cada uno de los detalles controlados; el segundo, la trasgresión, lo no permitido herido por el atrevimiento del dejarse llevar por el deseo, la garrapiñada o el dedo de Tito. Las cuatro actrices llevan adelante un texto fragmentado, que juega con el espacio, los cuerpos y el tiempo; que comienza por el desenlace del relato, y vuelve sobre él para darnos la justa medida de su final. Un final inesperado, pero que fue construyéndose con los retazos de las historias reales o fingidas desde el sueño. Desenlace que fue  creciendo desde la extraescena hacia el centro del espacio escénico tejiendo verdades cruzadas por el prejuicio que se sostiene por la mirada del otro. Desde lo actoral el trabajo es exquisito, delicado, los cuatro personajes son construidos con cuidado y sin olvidar detalles, desde los nombres, cuyas iniciales las une como una marca más de pertenencia, un vestuario pensado desde el calzado hasta la manera de sujetar el cabello, la gestualidad, la postura corporal. Los nombres, Janet, Jennifer, Jane y Jezabel, además, las hacen diferentes al espacio geográfico, un pueblo rural de la provincia de Buenos Aires y una prehistoria de un tiempo dorado atado a una clase que deviene decadente e inoperante; y juegan con las afinidades en parejas: Janet y Jane, Jennifer y Jezabel1. Las primeras custodias del orden y de la moral, las otras envueltas en la vorágine de un deseo desatado. Jennifer y sus sueños recurrentes con la sexualidad, mientras Jezabel es quien ha concretado finalmente el deseo de todas, la que lo reprimen y aquella que “paga” para oír el relato. El clima que van creando a través de las secuencias, se ve delineado por un buen uso de la iluminación y el sonido.  Nunca sabremos bien quienes son esas criaturas que pasan de ser frágiles a tomar decisiones irreversibles. La dirección de Mónica Bruni1 deja fluir a los cuerpos en escena, ya que cada uno aporta lo suyo, desde una textualidad que se siente escrita desde la actuación. El quinto personaje, necesario para que el conflicto se desate en tragedia, como en la clásica, no está en escena y como en una bacanal dionisiaca, será devorado. Ante el espacio que es ahogo y protección sólo queda la relación con el afuera a partir del espejo, que se atraviesa sólo cuando es necesario, o cuando finalmente el personaje se despoje de su máscara para lograr volver el tiempo atrás, después de consumar el sacrificio. Los versos de Alejandra Pizarnik que acompañan el programa de mano, forman parte también de ese camino de huellas que los personajes va dejando caer sobre el espectador para que como un detective aficionado,  pueda unir los rastros e involucrarse en ese exterior amenazante que mira lo que desea y no desea ser mirado. “Y  mi corazón está loco / porque aúlla a la muerte / y sonríe detrás del viento / a mis delirios.” (A. Pizarnik) Una puesta inquietante que trabaja desde el centro del corazón femenino, donde la mirada del otro está en el brillo luminoso del espejo.







Detrás del viento Idea original y texto: Mónica Bruni, Justina Bustos, Camila Outon,  Brenda Chichlowski, Carla Petrillo. Estructura dramática: Agustín Camissa. Colaboración escenográfica: José Chaya, Santiago Talledo. Música original: Juan Pablo Schafira. Asistencia de producción y técnica: Gerónimo Reig. Dirección: Mónica Bruni. Elenco: Justina Bustos, Camila Outon, Brenda Chichlowski, Carla Petrillo. Multiespacio JXI.











1 Según la Biblia, Jezabel fue la encarnación misma del mal. El arquetipo de la mujer liviana y ambiciosa que, movida por sus propios intereses, causa la perdición de todo aquel que cae en sus redes. Sin embargo, la historia y la arqueología hablan de una mujer enérgica y culta, una princesa fenicia que dejó su país para cumplir el mandamiento de su padre y llevar la paz entre Fenicia e Israel. Una mujer fiel a sus propios ideales, que quiso instaurar el culto de sus dioses en su nuevo país, a la que no le importó luchar contracorriente, ni enfrentarse a los sectores más tradicionalistas de Israel. Jezabel fue una esposa leal y la mano derecha del rey. Jezabel también muestra el perfil de mujer cruel, dispuesta a asesinar para conseguir sus objetivos.



2 Mónica Bruni: es profesora de actuación de la UBA Centro Cultural Ricardo Rojas. Maestra de taller de iniciación teatral Escuela de Alejandra Boero. Actriz y docente se formó con reconocidos maestros como Alejandra Boero y Carlos Gandolfo.











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