¿…Todo el furor del alma herida /calmará la hiel de la garganta?
¿Alcanza un grito? ¿Qué has hecho Dios / con estos pobres cuerpos tuyos…?
Nada de lo que podamos decir puede dar cuenta de las sensaciones en el
cuerpo que la puesta dirigida por Zunilda Roldán1
e interpretada por Claudia Cárpena2 nos
produjo. Hubo junto al fuerte texto de Zito Lema3
una conjunción que reunió la excelencia de una sincronía de elementos. La
dirección logró explorar toda la maravillosa sensibilidad de la actriz, que se
transformaba en cada nuevo movimiento y nos transformaba atravesando con su
decir y hacer nuestros cuerpos sujetos a su voz. Blasfemia es un texto de una dureza necesaria, que pone en acto una
verdad que el uso y las buenas costumbres no quieren escuchar. Una madre puede
aspirar a la justicia y luchar por derecha durante más de treinta años para que
ésta finalmente llegue, pero no puede dejar de sentir desde las vísceras todo
el dolor y la furia que la tragedia provocada le produjo. Cómo perdonar a los
que no piden nunca perdón y se jactan de que volverían a hacer lo mismo con sus
hijos, y los hijos de sus hijos. Como afirma Horacio González en el prólogo al
libro del autor que recoge algunas de sus obras: Lengua sucia. Escenas de poder, servidumbres y muertes (2000):
El teatro de Vicente Zito Lema surge del movimiento
interior de la blasfemia, que tiene una cara de injuria provocativa y otra de
restitución sagrada. No se trata de un teatro de acciones o de situaciones
cuyas tensiones se van acumulando o aplazando según un régimen narrativo
convenido. Se trata de un grado de expiación con el lenguaje que lleva a
practicar una lengua “del diablo”. La teatralidad es entonces la huella interna
que queda cuando aparece el sentimiento de que ya nada más se puede purificar.
Ambas caras de la
blasfemia recorren el texto, ambas construyen la puesta. La dureza de una
acusación directa, sin filtros ni tamices, es una forma purgativa de una
tragedia que merece expulsar sus demonios, arrojándose a viva voz en los
rostros de los culpables, y de todos aquellos que no quieran oír. El silencio
siempre fue cómplice de todo genocidio, el teatro siempre fue el vehículo que
rompió con todo pacto de invisibilidad de las víctimas y de los victimarios. En
los recovecos de nuestra historia no nos podemos permitir bajar los brazos, y
menos pensar que todo ya está dicho sobre el tema de la dictadura militar, y de
su mecanismo de tortura y desaparición de los cuerpos. En el espacio escénico unos
pocos elementos pero de fuerte connotación – las imágenes de las Madres de
Plaza de Mayo, las máscaras blancas en el piso formando un semicírculo,…- en un
doloroso homenaje a nuestras Madres y a nuestros Desaparecidos. Al inicio una
voz en off interactúa con el personaje femenino, personaje que irá tomando una
corporalidad muy expresiva y visceral a partir de su gestualidad, sus tonos y
sus miradas, con una fuerza interna que excede los contornos físicos de la
actriz. Una mujer escindida, no entre alma y cuerpo sino entre el amor y la
desesperación de una madre y el dolor de un hijo / hija que es torturado. Por
momentos, pareciera que ambas voces se superponen, poniendo en escena una
corporeidad que no tienen límites precisos sino que es “carne historizada” e
“imagen inasible”[4] que
gime y se arrastra, una hembra que se animaliza ante tanto horror: una madre /
todas las madres. Necesariamente, dejamos el final de esta nota en las palabras
de Elina Matoso, pues a pesar de la pura teatralidad que exige el unipersonal
nos resultó imposible mantener cierta distancia expectatorial:
Recién
desde los últimos años estamos recuperamos un cuerpo propio y cuerpo social, en
dibujos borrosos “agujereados”. Agujeros de nuestra sociedad, memoria de años
terribles, agujeros en la carne de cada uno, como desaparición y muerte
tatuada, sellada en nuestra corporiedad y sobre todo ausencia de
representación, vaciamiento de imagen. Memoria activa de cuerpos ausentes en
nuestros propios cuerpos. (2007: 190)
Matoso, Elina, 2007. “Memoria colectiva,
cuerpos ausentes, cuerpos desaparecidos” en El cuerpo, territorio de la
imagen. Buenos Aires: Letras Vivas: 189-190
Zito Lema, Vicente, 2000. Lengua sucia. Escenas de poder, servidumbres y muertes. Buenos
Aires: Ediciones fin de siglo.
1 Zunilda Roldán
2 Claudia Cárpena
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