¿Se puede comenzar una crítica
diciendo que el trabajo de los actores /clowns es excelente, que el disfrute
del espectador crecía cuadro tras cuadro, que desde la textualidad, palabra
soporte, hasta el juego con la gestualidad y un cuerpo –instrumento que daba la
nota esperada en cada oportunidad todo conjugaba con precisión, mientras la
relación con el público daba la oportunidad al grupo de jugar a improvisar de
acuerdo a la temperatura de la platea? Si se puede, porque no podríamos empezar
a hablar de Cinema sin destacar todas
las cualidades de una puesta cuyo único límite es el tiempo material del aquí y
ahora de la escena. El clown apela a la subjetividad propia para expresarse y a
la sensibilidad de un espectador cómplice que quiere hacer el recorrido de lo
narrado con él; participando cuando se le pide o acompañando con una risa
franca que surge con espontaneidad. Dieciséis actores en escena, cada uno con
su particular nariz, la máscara más pequeña que existe y que le permite cumplir
con una de las reglas principales de su arte: la honestidad1
y una multiplicidad de recursos que los hace indiscutiblemente diferentes. Un
espacio escenográfico que se extiende hasta el límite de la última fila, y
hacia la imagen del fondo del escenario donde una pantalla introduce la
secuencia fílmica que luego va a tener su correlato en los Clownies. Humor,
picardía, en las reproducciones de las imágenes que vuelven al recuerdo,
algunos de los momentos inolvidables de la cinematografía, como el cuadro del
filme The Full Monty (1997), o los episodios casi imposibles de
encuentros fortuitos que suelen suceder en las películas románticas. Todos los
géneros aparecen en escena desde el mítico Carlitos Chaplin, y su personaje,
marginal y angelado, que despierta risa y ternura, hasta los filmes de terror
que son satirizados con humor, igual que las películas del lejano oeste
americano, del norte claro, o la nunca infaltable en el código hollywodense de
la ciencia ficción y su Volver al futuro.
El grupo dirigido por Martín Joab lleva adelante su espectáculo en Espacio
Aguirre2; un espacio dedicado al arte del clown
que dirige Marcelo Katz. Un espacio teatral distinto con algo de íntimo y con
la frescura de los jóvenes; antes de ingresar a la sala podemos disfrutar de
las imágenes, en un televisor, de una suerte de película muda realizada por los
participantes de la Escuela
de Clown. Si el cine es el hilo conductor del espectáculo, el recorrido por los
distintos géneros es laberíntico y onírico, además de muy divertido, pues somos
cómplices del juego que se nos propone desde el espacio escénico. El colorido
vestuario, los momentos musicales – con instrumentos tradicionales o no, las
miradas al público y/o los apartes van creando el clima de ese mundo lúdico y
poético. Siguiendo a Cristina Moreira:
El clown construye la mimesis y la empatía como una forma de acercamiento para llegar al otro que hay en uno mismo. Comienza andando el camino de la infancia perdida, recuperando el lejano sabor de la niñez. (:47)
Con profesionalismo cada actor
a partir de su gestualidad, de sus pantomimas y con una picardía a flor de piel
nos va sorprendiendo en escena tras escena y logra poner entre paréntesis el
stress de nuestra cotidianidad. Los dieciséis personajes – Aerosmith, Bernardo,
Brotola, Convicción,… y el presentador que va rotando- con los silencios
oportunos y las miradas ingenuas esperan la respuesta del espectador que no se
resiste a participar. El ritmo interno de la obra y el ritmo del cuerpo de cada
clown le dan un espesor muy especial al texto espectáculo. No hay caídas ni
golpes bruscos, por el contrario, hay una búsqueda en provocar la risa
espontánea a partir un cuerpo entrenado, de una técnica, que transforma una
figura que podría resultar grotesca en una figura inocente y risueña, con una
dirección que acierta en remarcar la individualidad de cada integrante del
elenco. Gracias por devolvernos ese mundo olvidado por la mayoría de los
adultos.
Moreira,
Cristina, 2008. “Clown: el mundo ingenuo”en Las múltiples
caras del actor. Buenos Aires: INTeatro: 41-69.
1 El actor Clown se ríe de sí mismo, de
sus defectos, de sus fracasos y de sus torpezas. Ésta es una risa franca y
sincera que proviene de lo más profundo de su ser, se logra gracias a un
trabajo constante de ser un observador de sí mismo y con una alta autoestima.
Es un ser ingenuo que no agrede ni se rie de su público. La nariz del clown es
la máscara más pequeña que existe, pero a diferencia de las otras su función no
es ocultar, sino que protege para que el artista pueda mostrase honestamente,
aumenta los gestos, emociones y personalidad.
Para lograr interpretar un clown se necesitan muchos años de
entrenamiento y autoconocimiento. Se deben manejar técnicas como: relajación,
meditación, desapego con el pasado, desbloqueo corporal y emocional, ritmo,
improvisación, desarrollo del imaginario, entre otras. Lo más complejo del
clown es que es por sobre todo honesto. (www.cachiporra.blogspot.com)
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