“Elegimos este material porque creemos en la memoria como uno de los recursos fundamentales de subsistencia humana. Luego de más de treinta años en democracia, nos encontramos con diferentes discursos que intentar equiparar la actualidad -en materia de expresión- con aquel periodo nefasto, sangriento y oscuro de nuestra propia historia. Nos hemos acostumbrado a poder elegir y opinar, sin censura mediante: hace apenas tres décadas este simple acto nos costaba la vida. En ese sentido 1978 se presenta como un grito necesario. Es sencillo: sin libertad, no hay mundo humano posible”
David Paez[1]
La propuesta de la Escuela Scalabrini
bajo la dirección de David Paez pone a un grupo de noveles actores a recrear
los momentos más difíciles en la vida de personajes que tienen un nombre y
apellido en la larga lista de los desaparecidos en nuestro país. Tarea nada
fácil para actores jóvenes que deben internalizar emociones desconocidas
gracias a los treinta años de democracia que como sociedad hemos transitado. En
un espacio dividido en cuatro y una extraescena que se recorre por las esquinas
de ese cuadrado imaginario que los contiene, las historias se suceden en los
personajes con diferentes instancias de su vida, pero todos unidos en un
destino común, el del compromiso político y las consecuencias de no traicionar
los ideales en los trágicos días de 1978. Un año contradictorio donde la muerte
y el festejo de un mundial, que sirvió para acallar las voces que clamaban por
los derechos humanos, se cruzaban en una mezcla extraña, que pocos podían ver
en su totalidad. Por eso, mientras planean, temen, sufren, y luchan por la
esperanza de un futuro diferente para ellos y para los que está por venir,
gritan los goles como todos. Como para los que después de dos largos años de no
poder asumir el conjunto de gente en la calle, nos veíamos en ella con
sorpresa, dudando del permiso de poder expresar nuestros sentimientos. Pero si
en la superficie todo parecía alegría, triunfo y festejo, en definitiva vida en
acción, las sirenas y los Falcón verdes, arrasaban las calles en las sombras de
la noche, y también con su descaro a plena luz del día, con las ametralladoras
por fuera de las ventanillas. Había que mirar hacia los costados, y alejarse de
los discursos televisivos y radiales, que construían una realidad edulcorada e
inexistente para poder ver. Un elemento a destacar es la música en vivo, que le
otorga una calidad diferente al clima de la puesta. Si bien el proyecto es interesante y necesario
para que las nuevas generaciones comprendan un presente que aún no ha cerrado
esa etapa de sus vidas, el grupo no logró todo el tiempo conectarse con sus
personajes. El amplio espacio
escénico de la sala en color negro permite hundirnos en este simulacro donde
los relatos de vida emergen recortados y sin necesidad de mayor explicación. Las escenas que capta la luz mortecina en las habitaciones,
cerradas y temerosas a plena luz del día, crea un estado de permanente desvelo
y el miedo visceral por la amenaza constante del Falcón verde. A lo largo del
relato, el dispositivo lumínico va destacando cada espacio real representado,
siempre de forma débil casi desfalleciente, mientras la furia del espacio
virtual se impone - la represión, los disparos y los gritos - en una dolorosa
complicidad con el público.
1978. Dramaturgia: Lucas Balducci-David Paez. Elenco: Sol Alsina, Jimena Bengochea, Adolfo Javier Benítez, Rocío Panozzo Cardoso, Agustina Gonella, Camila Hierro, Nestor Ippolito, Daniela Jordan, Maximiliano Laiño, Sebastián Poveda. Músicos: Dalila Alvarez, Dominique Silva Lucía, Fernando Villarruel. Diseño de Escenografía: Paula Picciani. Diseño de Vestuario: Tati Marioni. Diseño de Iluminación: David Paez. Diseño Gráfico: Lucas Scialabba. Community Manager: Guadalupe Bengochea. Fotografía: Julieta Herstic. Prensa: Silvina Pizarro. Producción Ejecutiva: Alan Gejtman. Asistencia de Dirección: Myriam Simeran. Dirección: David Paez. Teatro Espacio Urbano.
1 Luego de siete años de trayectoria docente en diferentes espacios culturales, a principios del 2012 David Páez funda su propia escuela. Se trata Escuela de Teatro Espacio Scalabrini; un nuevo lugar artístico cuyos principales objetivos son los de experimentar e investigar en el marco de la actividad docente. Respecto del área teatral, la escuela se divide en tres niveles, con periodicidad anual. A lo largo de esos tres años, se busca que el alumno conozca y experimente las diferentes técnicas y herramientas que permitan potenciar sus propias capacidades expresivas (a través de diferentes recursos y etapas que van desde el juego y la improvisación hasta llegar a trabajar diferentes textos teatrales - de autores universales tales como Discépolo, Tennessee Williams, Chejov, Shakespeare). La segunda área de la Escuela es la de Expresión Corporal, la cual consta de dos niveles, y busca principalmente a mejorar la consciencia corporal, conocer y poner en práctica las posturas más adecuadas y enriquecer el movimiento libre y consciente. A su vez, también se desarrollan diferentes talleres con el fin de poder abordar diversas técnicas y lenguajes específicos, tales como: “Clown, Bufón, Impro”, “Máscara Neutra” o el “Taller de Entrenamiento, Exploración y Composición Física para Actores”. Los alumnos que egresen de la Escuela de Teatro Espacio Scalabrini montan una obra cuya producción y dirección está a cargo de la propia escuela. Uno de éstos es “Subte”, de creación colectiva, con el asesoramiento en dramaturgia y dirección de David Paéz. El mismo se estreno el 30 de septiembre de 2012 haciendo dos temporadas con éxito de público y prensa en el Espacio Urbano.
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