Domingo,
la pieza de Luis Cano forma parte de su última edición de textualidades
dramáticas Escuela de marionetas (2012)1; nombre significativo para un conjunto
de textos que indagan en subjetividades atrapadas por el infierno de lo
cotidiano y por sus propios avernos interiores. Personajes que danzan entre la
línea sutil que va de la locura a la cordura, entre lo normal establecido y
aquello que rompe con todo contrato convencional naturalizado. Con una poética
atravesada por los procedimientos de la posmodernidad, que podemos resumirlos
en uno altamente productivo: la fragmentación; la escritura de Cano nos sitúa
como espectadores en el lugar de la incomodidad. Observadores, en muchos casos
pasivos, de situaciones que nos tocan, en nuestro también muchas veces confuso
pensamiento racional, para desestabilizarlo horadando la realidad. Un espacio
escénico, que se divide en el afuera del sótano, el sótano y la escalera que
suma a esa relación la idea de un movimiento continúo hacia ninguna parte.
Espacio construido desde el discurso por el personaje, que va elaborando lo
real concreto mixturado por las situaciones que teje su imaginación a partir de
un soliloquio interrumpido por la voz de la señora de la baranda verde, o por
otros de los habitantes del edificio que suspenden su relato. La dirección de
Verónica Mc Loughlin, le propone a Mauricio
Minetti / Domingo que sea a través del desdoblamiento de su voz quien
introduzca a los otros personajes. El actor compone una subjetividad compleja
desde la fragmentación del recuerdo, “que iba a hacer”, desde el quiebre que
aparece en su lenguaje, y desde el cuerpo, con movimientos quebrados,
dificultosos que muestran el desequilibrio interno a partir de la irregularidad
externa. La puesta en escena realista ubica al espectador en un espacio muy
reducido y nada habitual, formamos parte del sótano al final de la escalera y quedamos
atrapados en la soledad del personaje, un personaje que se desplaza en un no tiempo
y que gira en falso a pesar de él mismo, en un intento vano de encontrar la
única salida.
En la segunda obra, Imágenes de una Novela, la dramaturgia de Pablo Iglesias le suma un plus
extra a la particular escritura de Cano. Desde el mismo título, pues pareciera
hacer referencia a la publicación de otros textos dramáticos publicado con
anterioridad[2] y, sin
embargo, el núcleo duro está formado por dos obras breves o quizá más del libro
mencionado anteriormente. Además, con cada programa de mano nos llevamos parte
de un texto que intenta desvanece en este contexto específico: la página
225/226 del texto Bibí Carabé sobre la cual está impresa la ficha
técnica. El orden aparente de la puesta en escena a partir del desorden buscado
para poner en crisis el concepto y la productividad del lenguaje. Tres
personajes femeninos construidos a partir de la palabra, de la memoria y de un
desplazamiento temporal que se fragmenta constantemente. La casi inmovilidad de
las tres mujeres y del pequeño muñeco no suturan el ritmo interno de la obra
sino que, por el contrario, potencian la inestabilidad intrínseca del texto
primero. Un espacio escénico reducido, claustrofóbico, donde lo único cierto
parece ser las “fotos marrones”, los recuerdos de la infancia, que tratamos de
aprehender desde nuestro sitio. El color azul brillante de las mallas y de la
pileta inflable, la iluminación y la música son elementos que pretenden devorar
el dolor que emergen en cada intersticio del discurso verbal. Tres niñas /
adolescentes o tal vez un solo personaje que se ha escindido porque necesita de
otros cuerpos para poner en escena la subjetivada profunda y casi intolerable
del relato. Las jóvenes actrices con profesionalismo le dan una fuerte e intensa
textura al hecho teatral; la fragmentación, la repetición, los silencios
producen una recepción accidentada dejando que cada uno de nosotros complete
los huecos / lo no dicho, ya que algún punto y no por azar nos involucramos en
el juego que desde el espacio lúdico nos atrapa y aleja a nuestra cotidianidad
al aceptar el artificio:
Una vez armé un ramito de flores para el cumpleaños
de mi mamá. […] Le di el ramo a mi madre y se puso feliz. Me tomó de la mano y
me llevo a su habitación. Dijo que me iba a castigar por haber llegado tarde.
Estaba bien, me correspondía. Mamá era estricta con la hora. Me dijo que me
desnudara […] Ella me amaba y yo la amaba. Fue la única persona que tenía en la
vida. (Cano, 2012:130-131)
Si
bien la poética posmoderna hace estallar cualquier principio constructivo, esta
puesta en particular no tiene fisuras pues subyacen formas y sentidos que
provocan en el espectador ver lo que no está y escuchar lo que no se dijo.
Imágenes de una Novela sobre textos de Luis Cano.
Dramaturgia: Pablo Iglesias. Actrices: Valeria Actis, Camila Palacios,
Clara Virasoro. Asistente de dirección: Martín Rey. Colaboración artística:
Christian Lange. Concepto y realización plástica: Gabriela Delmastro.
Realización dispositivo lumínico: Mauricio Minetti. Concepto de espacio: Pablo
Iglesias en colaboración con el grupo. Diseño gráfico: Estudio Papier.
Prensa: Carolina Alfonso. Dirección: Pablo Iglesias. Buenavía Teatro.
Luis Cano, 2012. “Elementos del paisaje” en Escuela de Marionetas.
Buenos Aires: Libro Disociado; 127-131.
1 Domingo fue escrita para el
proyecto Edificio, al que el autor fue invitado a participar junto a Javier
Daulte, Marcelo Bertuccio, Alejandro Tantanian, Daniel Veronese y Rafael
Spregelburd en el año 2000.
[2] Imágenes de una novela
es una recopilación de textos dramáticos de Luis Cano: Ostras frescas, Comedia
de un hijo, Bancos posando, Socavón, El paciente y Chiquito.
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