“El mundo al revés nos enseña a padecer la realidad
En lugar de cambiarla, a olvidar el pasado en el lugar
de escucharlo y aceptar el futuro en lugar de imaginarlo…así práctica el crimen,
y así lo recomienda.
(Eduardo Galeano, Patas arriba)
(Eduardo Galeano, Patas arriba)
Un clásico1 es una obra que ya no
admite discusión, y la dirección de Alejandro Giles, no discute con el texto
del autor español sino que comulga con él y lo lleva por el sendero de la
escritura hacia el de la actuación con naturalidad, y con el convencimiento de que
cada una de las palabras, los giros, las pausas están allí para ser puestas en
la tercera dimensión del escenario. Los actores bajo ese punto de vista,
también componen a Paulino y Carmela como si fueran los personajes de aquella
tragedia, y nos estuvieran contando a los espectadores el drama de una vida
atravesada por la guerra, y de la guerra misma. Verónica Faral, Carmela, no es
andaluza pero merecería serlo, por como maneja el gracejo y la espontaneidad de
su personaje y Fernando Cueto, Paulino, compone a un actor de varieté, cuyo
rasgo fundamental es el miedo y la lucha por la sobrevivencia en un escenario
donde la dignidad es un bien a conservar en los bolsillos por el momento; y
logra que el espectador lo vea en ese rol y sienta por él una piedad infinita. Ambos
van creciendo con sus personajes en escena hasta el desenlace y las últimas
palabras de Carmela, que hablan de la memoria, de ganarle a la muerte a partir
de no olvidar nada de lo pasó, y que esa es sin duda, una tarea de los vivos. El
trabajo que podemos ver en la sala de Andamio 90, viene de una temporada en San
Isidro, en la Sala Auditórium,
y está auspiciada por el Centro Cultural de España en Buenos Aires y las Madres
de Plaza de Mayo, línea fundadora, entre otros. Fue así, que a fines de abril
se realizó una función en el Centro Haroldo Conti (ex ESMA) en un homenaje que se les realizó; a las defensoras de la
recuperación de la memoria colectiva. De dignidad y memoria es el relato que la
emprende con el pasado reciente más doloroso de España, un pasado que se
intenta por todos los medios “legales” posibles: ocultar, silenciar, convertir
en polvo. España se debe a sí misma una mirada solidaria y verdadera sobre él
mismo, para no construir futuro sobre una herida que aún se conmociona ni bien
la roza el recuerdo. La actualidad del texto que Sinisterra escribió a mediados
de los ochenta, como el cumplimiento de una deuda con su propio recuerdo2, sigue permanentemente en estado de
alerta para seguir anunciando al espectador desprevenido que el pasado vuelve,
una y otra vez, como Carmela ante los ojos de Paulino. Un fantasma deseado y
temido, porque lo enfrenta con su propio espectro de realidad ante el mundo,
que lo hace verse en un espejo cóncavo, el de los esperpentos de Valle Inclán.
Giles aleja a los personajes de cualquier tentación de solemnidad y hace que el
punto de vista no olvide que son comediantes y que su función es divertir al
espectador. Texto y subtexto entonces que se cruzan entre el drama de los
acontecimientos y la futilidad de la vida cotidiana, aderezada con humor para
que pueda ser digerida. Porque aún en los momentos peores de un mundo al revés como en la
guerra, la vida merece ser vivida con cualquier alegría posible; y los
mecanismos de defensa del hombre lo saben. Es un acierto el despojamiento de
cualquier elemento no funcional en el espacio escénico, una gramola y un biombo
que oculta y revela, una bandera que sostienen los agujeros de las balas que la
bordan, y por fin el cuerpo de los actores, herramienta de una ductilidad
precisa que nos llevan de la mano por los caminos de una historia que aún no
tiene su final.
¡Ay, Carmela! de
José Sanchís Sinisterra. Actores: Verónica Faral y Fernando Cueto. Música:
Guillermo Sánchez de Cos. Iluminación: Giles y Britti. Vestuario, escenografía
y espacio: Giles y Torrado. Ejecución de vestuario: María Toribia Carcano.
Ejecución de calzado: Rocío Bottier. Asistente de dirección: Carlos Torrado.
Dirección general: Alejandro Giles. Prensa: Marisol Cambre, Andamio 90.
https://www.facebook.com/pages/Andamio-90/360809357279205?directed_target_id=0
Camps, Gustavo, 2013. “Giles: ‘lo más importante siempre es la
historia’” para Seminario Prensa Libre, San
Isidro, 11/4.
1 La pieza de Sanchís Sinisterra tuvo una primera versión musical en Buenos Aires cuando se hizo hace 25 años, un musical, con Virginia Lago. Esta de San Isidro es la obra original. Así fue escrita. No le hemos sacado una línea ni le convertimos un modismo. Nada. Es una obra a tracción del trabajo de los actores, de actuación; el escenario está casi vacío y en la puesta la traslación en el escenario está toda marcada, aunque no se ve, para hacer que los actores ocupen todo el escenario, que no sea solo de frente, y que se los vea todo el tiempo. (entrevista de G. Camps.) En el 2011/ 12 hubo también dos versiones teatrales que llevaron la pieza del autor español, una de ellas, la última, bajo la dirección de Carlos Belloso y con los actores: Belén Santos y Adrián Venagli.
2 Dice el autor: “Confieso que, cuando
escribí” “Ay, Carmela!, estaba
convencido de que se trataba de una obra sobre la Guerra Civil española
(1936/1939) y de un homenaje a las Brigadas Internacionales, aquel improvisado
ejército de jóvenes voluntarios de todo el mundo que acudieron a España para
tratar de contener la amenaza del fascismo. (…) Pero a medida que los años
pasan (¡más de 25!) y mi humilde pareja de artistas de variedades persiste en
encarnarse, aquí y allá, en la pasión de actrices y actores que (como ahora
ustedes, Verónica y Fernando) se empecinan en traerlos al presente, me doy
cuenta de que la obra habla esencialmente de la memoria. De la tenacidad de la
memoria en lucha contra el olvido, contra esa ‘segunda muerte de los muertos’ que
los vivos no podemos permitirnos. Y ese tema
nos concierne a todos, aquí y allá, entonces y ahora. Es na cuestión de
dignidad”. (extraído de la gacetilla de prensa)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario