martes, mayo 28, 2013

Morir en familia (1970/2013) de Jorge García Alonso




“Que la casa se queme,
pero
que el humo no salga por la chimenea”
(refrán popular)


Desde un hiperrealismo con toques de humor negro, ironía y sarcasmo el dramaturgo García Alonso1 lleva adelante una textualidad que encierra una sátira feroz a los valores intocables de la clase media rioplatense, en la década del setenta. Sin embargo, nada resulta anacrónico; a pesar de que la puesta situó ya desde el vestuario a los personajes en aquellos años; porque  la potencia del texto resulta de la vigencia de su temática. La parodia hacia principios incuestionables como: la propiedad privada, la decencia, la virginidad, la fe, son heridas  de muerte por la escritura del autor; y en su herida profunda asoman: la infidelidad, la infelicidad, la traición, el maltrato a los mayores – tema recurrente desde Esperando la carroza2(1962) de Jacobo Langsner -, la violencia de género, el machismo, el incesto o las relaciones filiales que lo sobrevuelan y el egoísmo propio de una clase que se miente a sí misma y no quiere hacerse cargo de su verdadero rostro. Un festejo que se convierte en otro cuando aparece el afuera en el personaje de Aguirre, que sólo quiere estar sentado en el banquete a donde nadie lo invita jamás. De un desclasado, a un contexto orgulloso de su estirpe de medianía, el diálogo se torna casi imposible, porque no se entienden aunque hablen el mismo idioma. El ingreso de lo Otro, que reclama sus derechos, y un lugar en el mundo, desestabiliza el precario orden familiar, que se sostiene porque todos mienten y se mienten cuando se miran al espejo. La familia como unidad central de la sociedad, occidental y cristiana, que se mantiene unida a través del doble discurso, uno para el afuera, “¡que escuchan los vecinos!” y otro el que se pierde entre los pliegues de su cobardía, es centro de atención para nuestros dramaturgos desde Florencio Sánchez en adelante. A pesar de la risa, lo inquietante de esta textualidad y de la puesta  de Villanueva Cosse,  es que logra como espectadores, que cuando abandonamos la sala, no nos quede más remedio que admitir que pasaron los años pero no hemos cambiado demasiado, en síntesis, no hemos aprendido nada como sociedad, a pesar de los duros golpes que hemos recibido. La casa como refugio y cárcel, está simbolizada en la llave que protege y aísla. Las muy buenas actuaciones, logran en la armonización que la dirección propone, la risa y luego la reflexión inmediata ante las secuencias que se suceden con fluidez. La disposición espacial no sólo ilustra sino que es funcional a los movimientos coreográficos que llevan adelante los personajes, en sus idas y venidas por la sala donde se viven y se narran todos los acontecimientos. Casa / Sala /Bunker, que nos permite todos los excesos, siempre y cuando queden debajo de la alfombra. Las relaciones tensas entre las tres mujeres, desvían su atención del pater noster familiar, a la figura masculina que ingresa al círculo vicioso en el que viven. Tres generaciones que presentan cada una sus propias ambiciones, y que tienen en el personaje de la madre, Clotilde, el fusible que provoca la necesidad de cambio, y en su hija María Esther la mecha que hará que todo finalmente estalle en pedazos; mientras Micaela, la abuela, sostiene un universo destruido hace tiempo ya. El humor es una herramienta eficaz cuando se trata de tocar temáticas que encierran una mirada aguda sobre las debilidades de ese espectador implícito a quien el autor imagina como su destinatario. La puesta es una lectura que respeta la textualidad dramática y su tiempo de enunciado pero que deja abierta la puerta para una mirada presente que interpela al público asistente y lo enfrenta a la actitud egoísta y pobre que como sociedad tenemos sobre el otro.








Morir en familia de Jorge García Alonso. Elenco: Estela Garelli, Alfredo Zenobi, Anita Gutiérrez, Verónica Cosse, Lionel Arostegui. Diseño original de escenografía y vestuario: Magdalena Banach. Reposición de escenografía y vestuario: María Isabel Gual. Diseño de iluminación: Leandra Rodríguez. Asistente de iluminación: Susana Zilbervarg. Operación de luces: Nayla Perisse. Fotos: Fuentes & Fernández. Diseño gráfico: Lucas Bianchini. Asistencia de dirección: Gabriela Blanco. Dirección: Villanueva Cosse. Teatro del Pueblo, Sala: Carlos Somigliana.

















1 El director Villanueva Cosse dirigió en Montevideo la pieza antes de su llegada a Buenos Aires, como también la pieza Cositas mías de García Alonso en el marco de Teatro Abierto 81.

2  La pieza fue estrenada en Montevideo el 12 de octubre de 1962, en la Sala Verdi de La Comedia Nacional Uruguaya. Allí en la figura de mamá Cora aparecen todas las contradicciones entre la palabra y la acción en el tratamiento a los ancianos. La hipocresía sobre el tratamiento a los ancianos en una familia se expande como metáfora de toda la sociedad.





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