miércoles, septiembre 11, 2013

Cinema. Delirios clownescos inspirados en el séptimo arte.



¿Se puede comenzar una crítica diciendo que el trabajo de los actores /clowns es excelente, que el disfrute del espectador crecía cuadro tras cuadro, que desde la textualidad, palabra soporte, hasta el juego con la gestualidad y un cuerpo –instrumento que daba la nota esperada en cada oportunidad todo conjugaba con precisión, mientras la relación con el público daba la oportunidad al grupo de jugar a improvisar de acuerdo a la temperatura de la platea? Si se puede, porque no podríamos empezar a hablar de Cinema sin destacar todas las cualidades de una puesta cuyo único límite es el tiempo material del aquí y ahora de la escena. El clown apela a la subjetividad propia para expresarse y a la sensibilidad de un espectador cómplice que quiere hacer el recorrido de lo narrado con él; participando cuando se le pide o acompañando con una risa franca que surge con espontaneidad. Dieciséis actores en escena, cada uno con su particular nariz, la máscara más pequeña que existe y que le permite cumplir con una de las reglas principales de su arte: la honestidad1 y una multiplicidad de recursos que los hace indiscutiblemente diferentes. Un espacio escenográfico que se extiende hasta el límite de la última fila, y hacia la imagen del fondo del escenario donde una pantalla introduce la secuencia fílmica que luego va a tener su correlato en los Clownies. Humor, picardía, en las reproducciones de las imágenes que vuelven al recuerdo, algunos de los momentos inolvidables de la cinematografía, como el cuadro del filme The Full Monty (1997), o los episodios casi imposibles de encuentros fortuitos que suelen suceder en las películas románticas. Todos los géneros aparecen en escena desde el mítico Carlitos Chaplin, y su personaje, marginal y angelado, que despierta risa y ternura, hasta los filmes de terror que son satirizados con humor, igual que las películas del lejano oeste americano, del norte claro, o la nunca infaltable en el código hollywodense de la ciencia ficción y su Volver al futuro. El grupo dirigido por Martín Joab lleva adelante su espectáculo en Espacio Aguirre2; un espacio dedicado al arte del clown que dirige Marcelo Katz. Un espacio teatral distinto con algo de íntimo y con la frescura de los jóvenes; antes de ingresar a la sala podemos disfrutar de las imágenes, en un televisor, de una suerte de película muda realizada por los participantes de la Escuela de Clown. Si el cine es el hilo conductor del espectáculo, el recorrido por los distintos géneros es laberíntico y onírico, además de muy divertido, pues somos cómplices del juego que se nos propone desde el espacio escénico. El colorido vestuario, los momentos musicales – con instrumentos tradicionales o no, las miradas al público y/o los apartes van creando el clima de ese mundo lúdico y poético. Siguiendo a Cristina Moreira:

El clown construye la mimesis y la empatía como una forma de acercamiento para llegar al otro que hay en uno mismo. Comienza andando el camino de la infancia perdida, recuperando el lejano sabor de la niñez. (:47)


Con profesionalismo cada actor a partir de su gestualidad, de sus pantomimas y con una picardía a flor de piel nos va sorprendiendo en escena tras escena y logra poner entre paréntesis el stress de nuestra cotidianidad. Los dieciséis personajes – Aerosmith, Bernardo, Brotola, Convicción,… y el presentador que va rotando- con los silencios oportunos y las miradas ingenuas esperan la respuesta del espectador que no se resiste a participar. El ritmo interno de la obra y el ritmo del cuerpo de cada clown le dan un espesor muy especial al texto espectáculo. No hay caídas ni golpes bruscos, por el contrario, hay una búsqueda en provocar la risa espontánea a partir un cuerpo entrenado, de una técnica, que transforma una figura que podría resultar grotesca en una figura inocente y risueña, con una dirección que acierta en remarcar la individualidad de cada integrante del elenco. Gracias por devolvernos ese mundo olvidado por la mayoría de los adultos.









Cinema. Delirios clownescos inspirados en el séptimo arte. Actúan: Hernán Salcedo, Agustín Saiegh, Marta Esandi, Mariano Russo, Diego B. Pérez, Gabriela Bava, Mauricio Trech, Diego Patrisso, Rodrigo Frascara, Aldana González, Mariana Mayoraz, Soledad Pomato, Elián López, Alberto Gerchunoff, Milagros Fabrizio, Valeria Radivo. Escenografía y utilería: Analía Gaguín. Diseño de luces: Juliana Benedicti. Operadoras de luces: Verónica Lanza, Ayelén Pedemonte. Fotografía: Pablo Martínez Olivares, Sabrina Porcel. Diseño gráfico: Diego B. Pérez. Asistencia de dirección: Alejandro Roa. Producción ejecutiva: Daniel Herrera. Colaboración creativa: Marcelo Katz, Marcos Arano. Dirección: Martín Joab. Espacio Aguirre.














Moreira, Cristina, 2008. “Clown: el mundo ingenuo”en Las múltiples caras del actor. Buenos Aires: INTeatro: 41-69. 








1 El actor Clown se ríe de sí mismo, de sus defectos, de sus fracasos y de sus torpezas. Ésta es una risa franca y sincera que proviene de lo más profundo de su ser, se logra gracias a un trabajo constante de ser un observador de sí mismo y con una alta autoestima. Es un ser ingenuo que no agrede ni se rie de su público. La nariz del clown es la máscara más pequeña que existe, pero a diferencia de las otras su función no es ocultar, sino que protege para que el artista pueda mostrase honestamente, aumenta los gestos, emociones y personalidad.  Para lograr interpretar un clown se necesitan muchos años de entrenamiento y autoconocimiento. Se deben manejar técnicas como: relajación, meditación, desapego con el pasado, desbloqueo corporal y emocional, ritmo, improvisación, desarrollo del imaginario, entre otras. Lo más complejo del clown es que es por sobre todo honesto. (www.cachiporra.blogspot.com)

2 Espacio Aguirre es un espacio dedicado a la técnica de clown, de bufón y de máscaras. Allí desarrolla sus actividades la Escuela Marcelo Katz, que se dedica a la formación de alumnos principiantes e intermedios y al entrenamiento de alumnos avanzados. En Espacio Aguirre también funciona una escuela de clown para chicos y adolescentes, de los 4 a los 18 años.


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