miércoles, septiembre 25, 2013

Estrellas del Ballet Clásico Ruso del Bolshoi, Kirov y Mikhailowsky



 

La danza es una entidad virtual que existe ante la percepción. En una danza desaparecen las realidades físicas (espacio, gravedad, fuerza muscular, luz, sonido, escenografía) y, mientras menos se vean éstas, más perfecta es la danza. (Hilda Islas)


La notable trayectoria del Ballet Clásico Ruso a nivel mundial ya lleva más de dos siglos. Con Pedro I de Rusia, el Grande[1], inició un camino en constante ascenso en la danza. En los primeros años de la década del '20[2], aunque la Unión Soviética atravesaba un clima turbulento, de cambios, optimismo y contradicciones, las distintas disciplinas artísticas tuvieron una participación importante y, especialmente la danza que buscaba un público por fuera de la enquistada aristocracia. Disciplina artística que llega hasta nuestros días cubierta por su mundo onírico pero de rigurosidad extrema, es un mundo de cuentos de hadas, de personajes mitológicos y de héroes románticos. Éste fue el universo que vistió de gala al tradicional Teatro Coliseo en una única y especial noche, donde el grupo de notables primeros bailarines dejaron constancia de que el Ballet Clásico Ruso sigue siendo una perfecta conjunción de talento, disciplina y belleza en un arte por demás exigente. El espectáculo, que tuvo mucha repercusión en nuestra ciudad, es una propuesta que llevan adelante “desde hace aproximadamente 20 años, los solistas y primeros bailarines del Ballet Clásico Ruso, en particular del Teatro  Mariinsky de San Petersburgo y del Teatro Bolshoi de Moscú, [quienes] decidieron agruparse para mostrar su trabajo al público del mundo que no podía acceder a la presencia del elenco con obras completas”[3]. En el amplio espacio escénico, el dispositivo lumínico recorta, subraya y crea el clima necesario para cada interpretación, a partir de colores cálidos o duros, según lo requiera la historia; el impecable y colorido vestuario fue otro de los tantos aciertos de la obra. Los bailarines no dejaron duda de su virtuosismo y aunque fueron mínimas las diferencias entre ellos, el público supo destacarlas a partir de la intensidad de su aplauso. Cada bailarín / bailarina con los movimientos y las posiciones de sus cuerpos, la gestualidad de sus manos, la expresividad sus rostros, le dieron textura a la acción y a la emoción en cada interpretación. Así el público con admiración pudo seguir cada historia y cada personaje, quizá por ser un repertorio conocido, en determinados momentos se generó una cierta complicidad: desde el ritmo rápido y alegre en Scheherazada, la pantomima en Harlequinade, el romanticismo y la huida de la realidad en Giselle, la liviandad y el equilibrio del cuerpo desafiando la ley de gravedad en La Bayadere,… El academismo o el ballet blanco, la idealización del eterno femenino y la selección de pas de deux, de grand pas, de algunos adagios y el excelente final con la participación de todos los miembros del ballet, condujeron a una noche colmada por múltiples sensaciones. Como si hubiese sido el relato enmarcado de Las mil y una noches, cada cuadro o escena se entrelazaba con el siguiente manteniendo expectante a un público atento, en un clima de fantasías y sueños con un trasfondo misterioso / mágico.




Estrellas del Ballet Clásico Ruso del Bolshoi, Kirov y Mikhailowsky. Elenco de solistas y primeros bailarines: Julia Makhalina, Denis Rodkin, Marina Vezhnavets,  Natalia Ledovskaya, Oleg Ivenko, Victor Ishchuk, Oxana Bondareva, Kristina Andreeva, Viktor Lebedev,  Mikhail Venshchikov. Prensa: AGW. Teatro Coliseo.






Islas, Hilda, 1995. “De la especificidad de la danza: utilidad del enfoque técnico-constructivo para dar cuenta del movimiento humano” en Tecnologías corporales: danza, cuerpo e historia. México: INBA: 51-75






[1] Si bien en 1700 las condiciones de vida eras similares a la Edad Media, Pedro “el Grande” en pocas décadas impuso el estilo Barroco y una cultura occidentalizada. En las cortes europeas se comenzó a poner atención a los elegantes minuets bailados en San Petesburgo. Los soberanos posteriores también estuvieron enamorados de la danza. Los teatros proliferaban mientras los aristócratas o terratenientes patrocinaba como bailarina a alguna bella hija de sus “siervas” que se destacara en la danza. Es interesante ver como fue posible que el ballet, en principio, una institución feudal para y de una élite pudiera sobrevivir a la Revolución de 1917.



[2] La revolución rusa de 1917, que provocó la caída del Imperio ruso, tuvo como sucesor al Gobierno Provisional Ruso, que fue de corta duración, debido a que los bolcheviques ganaron la Guerra Civil Rusa y fundaron la Unión Soviética en diciembre de 1922 con la fusión de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia, la República Federal Socialista Soviética de Transcaucasia, la República Socialista Soviética de Ucrania y la República Socialista Soviética de Bielorrusia. http://es.wikipedia.org/wiki/Uni%C3%B3n_Sovi%C3%A9tica


[3] Según la gacetilla de prensa.


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