“No hay representación de la historia, todo es puro verso… la verdad presente.”
Azucena Ester Joffe, María de los Ángeles Sanz
La mirada hacia el pasado histórico reciente o aquél que marca los inicios de una trama que se construye día a día, es la materia que muchas de las propuestas teatrales del campo actual toman para la reconstrucción de una identidad y de una memoria que nos permita crecer como sociedad. Sólo que los procedimientos con los cuales las puestas exponen un punto de vista otro, son los mismos pero diferentes en su funcionalidad; entre ellos la parodia como recurso para narrar lo conocido desde un ángulo diferente, constitutivo de muchas de las propuestas, y también de La plebe. Bajo la dirección de Andrés Mangone, los actores crean como espectros los vaivenes de un momento fundante desde las invasiones inglesas y recorren en los personajes desacralizados de la historia oficial una intriga que refleja desde un espejo cóncavo y deformante las relaciones y las contradicciones entre la clase que sustenta el poder y aquellos que son los instrumentos de sus ambiciones. El grupo a través de improvisaciones fue construyendo el entramado que luego con la fuerza de una estructura entre la performance y la instalación va recreando el fluir de emociones, sensaciones y deseos de sus personajes.1 Denominar a La Plebe como tronación histórica, es más que una definición, es una toma de posición ante un relato tantas veces narrado que por lo mismo carece de fuerza y de sentido. Tronar no es sólo el ruido fabuloso de la naturaleza, es la pérdida de todo lo obtenido o el pronunciamiento de discursos de violencia insólita contra sucedidos o personas; es describir los acontecimientos desde la mirada de la pérdida, de la violencia fraticida, de la corruptela y la traición. También es contar la misma historia pero desde la percepción de aquellos que siempre juegan a pérdida, con las cartas marcadas; es decir, desde la plebe. El inicio de la entidad nacional, es el punto de arranque en la propuesta de un alumbramiento en escena de alguien que nace con el estigma de lo diferente, hijo de un hombre de leyes y una mujer del pueblo. Andrés Mangone como actor y director tiene una abundante trayectoria en puestas de creación colectiva, en La plebe, tanto actores y director ofrecen un trabajo de inhabitual fuerza expresiva, que produce un clima de tensión que apela a la participación del espectador que aunque en silencio no puede quedar indiferente. Los nombres reconocidos de nuestra historia patricia, los seres desconocidos de nuestra historia común, todos se dejan atravesar por la violencia de ese espacio que unido a una naturaleza inclemente pare procesos entre el lodo y la sangre. Las veleidades del poder, el contraste entre la voz del letrado y la voz de la plebe, produce un juego donde la mascarada cruel inicia el nacimiento de una patria siempre nombrada, nunca definida en la inclusión de todos.
Por momentos, público y actores se confunden, se pierden los límites entre el espacio de la sala y el espacio ficcional. Los personajes son como espectros que sobrevuelan sobre nuestra memoria privada y colectiva. Espectros como aquello que es difícil de nombrar, que no tiene cuerpo ni alma, entre la vida y la muerte, en un “ser-ahí” de un ausente. Para Jacques Derrida todo es espectral, porque nada está totalmente presente:
No hay ser-con el otro, no hay socius sin este con-ahí que hace al ser-con en general más enigmático que nunca. Y ese ser-con los espectros también, no solamente pero sí también, una política de la memoria, de la herencia y de las generaciones. (1995: 11-14)
La noción de espectralidad, en este sentido, nos permite dudar del límite entre presencia y ausencia, en general, y en esta propuesta estética, en particular, entre el límite de la realidad representa y la historia narrada. La Plebe logra poner en escena este inasible “entre dos”, como dice su programa de mano: “No hay representación de la historia, todo es puro verso… la verdad presente.”
Ficha Técnica de La Plebe: Dramaturgia: Flora Gró, Andrés Mangone, Lucas Olmedo. Elenco: Beatriz Balvé, Melina Benitez, Ana Celentano, Hernán Franco, Eugenia Grillo, Flora Gró, Luis Herrera, Julián Krakov, Andrés Mangone, Armenia Martínez, Diego Martínez, Ianina Mónaco, Eliana Pereira Rejala, Julián Popper, Gustavo Saborido, Rafael Solano, María Zubiri. Diseño de Escenografía: Julieta Potenze. Realización de Escenografia: Julieta Potenze, Ariel Vaccaro. Diseño de Vestuario: Julio Suárez. Asistencia de Vestuario: Melina Benitez. Maquillaje y Peinados: José Luis Catania. Máscaras: José Luis Catania, Julieta Potenze. Diseño de Iluminación: Matías Sendón. Consultoria en Historia: Gabriel Di Meglio. Fotografía: Michael Marcu, Clara Muschetti. Diseño Gráfico: Leandro Ibarra. Prensa: Duche & Zarate. Asistencia de Dirección: Soledad Asurey. Producción Ejecutiva: Paula Baró. Idea y Producción General: Julián Krakov. Dirección: Andrés Mangone. Teatro Del Abasto.
Bibliografía:
Derrida Jacques, 1995. “Exordio” en Espectros de Marx. El Estado de la deuda, el trabajo del duelo y la nueva Internacional. Traduc: J. M. Alarcón y C. de Peretti. Madrid, Trotta
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