O como desentrañar las capas de la cebolla
Azucena Ester Joffe, María de los Ángeles Sanz
La puesta en escena, a modo de prólogo, comienza con nueve colchones apoyados sobre una pared, todos del mismo lado estampado y en un espacio totalmente despojado. Estos únicos “personajes” nos interpelan, se nos acercan y su cercanía nos inquieta. Nueve colchones que a simple vista parecen todos iguales, como iguales son las caras de un cubo. Luego cada actor tiene como partenaire, como prolongación de su cuerpo, a su propio colchón: distintos personajes y distintos estampados. Breves escenas donde cada movimiento corporal sobre el colchón o cada desplazamiento de ambos –actor/colchón- en el espacio ficción es como la instancia entre el sueño y la vigilia, como el límite difuso y permeable que está atravesado por las distintas fantasías y los diferentes fantasmas, tanto sociales como particulares. En la segunda parte del hecho espectáculo, los personajes apilan los colchones e “inauguran” el monumento al Colchón caído; pero estos personajes con un vestuario atemporal tienen sobre sus hombros un cubo, no tiene rostro ni nombre y, por lo tanto, tampoco identidad. El cubo auque tenga sus cuatro caras iguales, remarca la imposibilidad de una única mirada totalizadora, nunca podremos ver todas las caras a la vez, siempre son miradas parciales en nuestros continuos desplazamientos. Somos sujetos que al hacer construimos un mundo posible y siempre estamos atravesados por nuestra memoria particular y nuestra memoria colectiva, sujetos -como dice en el programa de mano- “con un croar que nos identifica…”
En ese albur, es claro, estamos todos;somos batracios de una misma charca,con un croar que nos identifica,el croar de la época: un griterío,que expresa nuestro horror que causa risay nuestra risa que provoca horror.Así, el torniquete de la historiasentir nos hace su chiste a carcajadas,que devolvemos con más locura y crimen.Y trágicos por cómicos y cómicospor trágicos, en este laberintode horror y risa, sea nuestra guíala moral del bufón: sus comiqueos.(Leónidas Lamborghini)
La poética utilizada por Ajaka se aleja pronunciadamente de una puesta realista sino que busca producir en el espectador a partir del desconcierto y la expectativa de lo distinto un espacio de lectura diferente sobre una temática que nos es a todos harto conocida. La parodia, la farsa, la carnavalización de los personajes, producen no sólo el humor y la risa del público sino también la inquietante sensación de escuchar por primera vez aquello que todos los días oímos con la mayor indiferencia. El romper con la solemnidad propia del tratamiento que habitualmente el teatro le proporciona a la temática político/ social, multiplica las posibilidades de sentido, y permite percibir como capas superpuestas, los diferentes niveles que la sociedad presenta y que en una mirada superficial aparecen como homogéneas; como Borges diría a tanta mirada diferente según lugar, edad, y pensamiento crítico “no lo une el amor, sino el espanto”; y la separa, por lo tanto, en forma paradojal la indiferencia por el prójimo y la unificación del miedo o del interés común. La actuación, que incluye una utilización eficaz del cuerpo y la voz, apoya con su corporalidad la propuesta de la dirección, que acertadamente le indica a cada actor en acción la potencialidad de su acto. El director, desde la actuación ya nos había gratamente sorprendido en su composición de Pedro en Ala de criados, nos vuelve a sorprender desde la escritura y la dirección confirmando el valor de su función de dramaturgista; que el elenco reafirma con el afinado instrumento de su cuerpo.
Ficha Técnica de Cada una de las cosas iguales: Elenco: Leonel Elizondo, Sol Fernández López, Luciano Kaczer, Julia Martínez Rubio, Luciana Mastromauro, Andrea Nussembaum, Andrés Rossi, Gabi Saidón, Mariano Sayavedra. Iluminación: Adrian Grimozzi. Escenografía y Vestuario: Rodrigo González Garillo. Realización de fundas: Patricio Delgado. Asesoramiento en movimiento: Luciana Acuña. Fotografía: Nadia Mastromauro. Asistencia de Dirección: María Lourdes Pingeon. Colaboración Artística: María Villar. Prensa: Claudia Mac Auliffe. Texto y Dirección: Alberto Ajaka: Sala Escalada.
1 Leónidas Lamborghini (1927-2009) Poeta argentino que se dedicó a la literatura y el periodismo desde mediados de la década del 50. Debutó con el libro de poesía El saboteador arrepentido, luego se sumaron Al público, Circus, Odiseo confinado y La risa canalla [o La moral de bufón], entre otros. Ganó el Premio Leopoldo Marechal en 1991, el diploma al mérito Konex de poesía en 2004 y el Premio Arturo Jauretche en 2005. Con motivo de su muerte fue recordado como “el escritor, que reelaboró la poesía gauchesca, eligió la tragedia y la risa para hablar del país”. http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1199336
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