Niños de madera,
títeres, objetos manipulables que de todas formas se resisten a ser tratados
como tales; adultos que tratan a los niños como si fueran en realidad títeres o
marionetas que obedecen a su antojo, esa la verdad que se esconde tras la
versión de Alfredo Martín, autor y director, de la novela por entregas de Carlo
Collodi Pinocho1
- (el autor /director ya había demostrado su hábil manejo de grupos en Detrás de la forma donde también se
trataba el tema de la educación) - Bajo su dirección el grupo de actores
adolescentes, Los Gascones, encuentran un recorrido espacial inteligente, que
logra un tempo de la acción que no decae. Un espacio que se presenta al
espectador en tres niveles de observación, la caja del teatro a la italiana, el
afuera del proscenio que acerca a los personajes al público, y una tercera
instancia que se suma a través de una pantalla de fondo que no está como elemento
decorativo, sino que va acompañando la temática y la narración. En el
despliegue lúdico de las secuencias, se enfrentan los dos Pinochos: aquél que
construyó fiel a su tiempo, a sus principios y a su mirada crítica sobre la
sociedad el autor italiano, un Pinocho rebelde y contestatario, y la versión
edulcorada que se constituyó en la más conocida, la que los niños del todo el
mundo disfrutaron de la mano de Walt Disney2.
Segunda transposición del texto narrativo a guión cinematográfico, que no sólo
sintetizó capítulos y personajes sino que además modificó su semántica,
haciendo de su protagonista un ser que comprende que la obediencia y la verdad,
la aceptación del status quo, lo hará humano y productivo. Martín logra con
eficacia, trasponer desde la novela al teatro y desde el cine al teatro la
historia, confrontando ambos tipos de Pinochos, el niño algo ingenuo y el
adolescente rebelde, que finalmente se fusionan en un abrazo. Sus actuaciones convincentes, frescas entregan
la corporidad de un personaje nacido de un leño que habla, pero que siente y
desea con la fuerza de cualquier niño/adolescente de carne y hueso. Quizá éste
sea el mayor aporte de Niños de madera a
la heterogénea cartelera porteña: un teatro por y para adolescentes. A partir
de dos soportes distintos (literatura-cine) dirigidos a un público infantil, la
puesta en escena los va complejizando a pura teatralidad, como por ejemplo con
el desdoblamiento de los personajes, dejando explicitado el vital, espontáneo e
inacabado devenir de los adolescentes, en una búsqueda constante entre la niñez
y la juventud. Las diferentes escenas, los múltiples personajes entrando y
saliendo por doquier, la música, la coreografía, el romper la cuarta pared e
interpelar al espectador adulto dan cuenta de que el universo adolescente
siempre es abierto y de diversas aristas, y que una actividad teatral para
ellos tiene su propia especificidad. Un hecho teatral dinámico que convoca y
vivifica -como un hechizo- al espectador adolescente, en particular, y al público
general, que pone de manifiesto a través de la investigación, de la dedicación
y el compromiso de su placer por el hacer teatral.
Niños de madera de Alfredo Martín. Elenco: Iván Vitale, Francisco González Franco, Solana Pastorino, Jerónimo Mura, Camila del Río, Brenda Margaretic, Lucas Marenco, Gabriel Masi, Mara Malamud, Lautaro Luque, Fidel Vitale, Iñaki Bartolomeu, Julieta Lucila Varela, Facundo Buggiani. Musicalización: Francisco González Franco, Julieta Lucila Varela. Diseño de imágenes: Ignacio Verguilla. Escenografía e iluminación: Grupo Los Gascones. Vestuario y utilería: Ana Revello. Diseño gráfico: Martín Savo. Fotografía: Karina Grinstein. Asistentes de dirección: María Florencia Horak y Gustavo Reverdito. Asesoramiento artístico: Marcelo Bucossi. Dirección: Alfredo Martín. Andamio 90. Viernes 20.30hs.
Pacheco de
Balbastro, Graciela, 2000. “Pinocho, el lecho que habla” en la sección
Lecturas, del número 29 / 12 de julio de la Revista quincenal sobre literatura infantil y
juvenil, Imaginaria.
1 “(…) Cuando Carlo
Lorenzini, verdadero nombre de Carlo Collodi, empezara a escribir en el siglo
XIX los capítulos de su Storia di un burattino, no soñaba con la fama
que alcanzaría su personaje, Pinocho. Con el antiguo y aún vigente prurito que
tienen muchos de los autores que escriben para niños, Collodi le envía una
carta a Guido Biagi, director del Giornali per i Bambini, presentando su
Historia de un títere, en la que le dice entre otras cosas: "Te
mando esta niñería (bambinata, en el original), haz con ella lo que te
parezca. Pero si la publicas, págame bien, para que me den ganas de
continuarla." (Carlo Lorenzini había nacido en Florencia, el 24 de
noviembre de 1826. Hacia el 1856 adopta el seudónimo de Collodi, en homenaje al
lugar de origen de su madre. Integra algunos círculos culturales y en 1848 se
enrola en el cuerpo de voluntarios toscanos. Como muchos otros escritores de su
tiempo alterna la pluma con la espada. En 1868 es invitado a colaborar en la
redacción del "Nuevo vocabulario de la lengua italiana según su uso en
Florencia". En 1878 es nombrado Caballero de la Corona de Italia. Muere el
24 de octubre de 1890, de un ataque al corazón. Pero alcanzó a ver publicado su
Pinocho, en un volumen ilustrado por Enrico Mazzanti, en 1883. Sin embargo, inicialmente
no fue ése el origen de la historia. "Su curiosa génesis es un ejemplo
claro de colaboración entre un autor y sus lectores". Es que el relato fue
desarrollándose en sucesivas entregas, y Collodi le da un final que los niños
no aceptaron: termina con el ahorcamiento de Pinocho. Se dejaron oír las
protestas airadas de sus lectores, a tal punto que el editor conminó a Collodi
para que continuase la entrega de las aventuras. En el número 10 del Giornali
per i Bambini, se anuncia que "Pinocho sigue aún vivo... pronto
comenzaremos la segunda parte de la
Storia di un Burattino titulada Le Avventure
di Pinocchio. Así que continuaron las aventuras, con algunas interrupciones
más, pero en 1883, en Florencia, aparece ya en forma de libro. (…) (Graciela
Pacheco de Balbastro, 2000)
2 La primera versión
cinematográfica de la novela de Collodi es para el cine mudo en 1911.
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