La ciudad de
Buenos Aires está considerada como una
de las ciudades del mundo que cuentan con el
mayor número de psicólogos y en consecuencia, de gente psicoanalizada
que se transforma en terapeuta-dependiente. El terapeuta pasa a ser alguien
absolutamente confiable (se supone que así deber ser), que en muchos casos,
como en el de Delia, complementa la falta de afectos familiares y de amigos. De
la misma manera, el profesional también
cuenta con grandes detractores: “no estamos locas, no necesitamos
psicólogo”, exclaman constantemente las compañeras de trabajo de Delia (aunque
en realidad lo necesitan más que ella).
La comedia de
Sebastián Suñé nos introduce en la vida del personaje, oficinista, que no logra
una ubicación feliz: ni en el seno familiar, después de la muerte de su padre
(a quien más amaba), ni en el espacio de la oficina donde es una “rara avis” de
coherencia. La pieza, a partir del chiste rápido, espontáneo, casi ingenuo por
momentos y otros con un fuerte toque de humor negro, realiza una crítica a
ciertos aspectos del entorno recurriendo a la parodia de los roles sociales. De
esta manera, Delia no tiene un psicólogo sino cuatro, sus compañeras de oficina
son la exacerbación del mal carácter,
tan propio del estereotipo de la empleada pública en uno de los casos, y en el
otro, la hipérbole de la haraganería (mate en mano en forma constante) y
exaltación de la sexualidad en la ropa, movimientos y poses. Además, su
compañero varón, un psicoanalizado con experiencia que no obstante no logra
resolver su relación con su ex mujer. En cuanto a su familia, todo se
complejiza, una de las hermanas es lesbiana, otra, superficial y con una
ingenuidad que raya en “la bobería”, la tercera hermana, no alcanza con que sea enferma sino que
agrega el factor melodramático con su muerte y la madre que fuera de toda
mímesis, refuerza sus rasgos de mujer de carácter con el hecho de que su
personaje lo desempeña un hombre.
En cuanto a las actuaciones, la
composición muestra la artificialidad necesaria, precisamente, para conformar
en los personajes los rasgos descriptos anteriormente. En el todo se recorta la actuación realista
en el personaje de Delia: en la coherencia de sus reflexiones, en el manejo de
la gestualidad, en los tonos, en la vestimenta. El texto busca “salvar” a
Delia, mostrarla como una persona consciente de sus problemas, que en lugar de
negarlos procura la ayuda necesaria. La
pieza muestra un excelente manejo del humor, el espectador no puede alcanzar la
empatía, ni aún en el momento de la ceremonia en el cementerio. El objetivo:
mostrar lo tragicómico de la vida misma, junto al dolor, siempre hay algo que
mueve a risa, la torpeza o la rigidez de un gesto, de una palabra inadecuada,
de una actitud.
La espacialización se construye
con una cierta estilización, aunque elementos claves señalan el espacio de la
oficina, de la casa de Delia y del cementerio. La primera escena, casi en
penumbras, la iluminación destacando sólo a Delia y al rostro enmascarado de los
cuatro psicólogos, los comentarios incisivos, apremiantes y exigentes, generan
un clima perturbador que remite a todo
lo doloroso que Delia debe rescatar de sí misma como forma de reconocerse y
valorarse.
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