El espacio escénico
no es el lugar, se crea, se conforma a partir de la escenografía, la
iluminación, y principalmente como en este caso por el cuerpo menudo de la
actriz que lo llena con su sola presencia, y nos hace como espectadores atentos
al fluir de su conciencia personal y artística, ser cómplices de una historia
de vida marcada por el rigor y la magia. La excusa una valija perdida, una
espera que deviene en un monólogo de Macbeth como mantra para espantar los
fantasmas y dejar que el tiempo transcurra sin reloj. Atentos a él, vemos a la
actriz desplegar sus cualidades trágicas, para luego salir rápidamente de allí,
y volver a ser ella misma, contagiándonos su humor, su optimismo militante.
Todo desde allí, será un discurrir sobre la vida, su vida, y la necesidad de
ser recordada, de quedar en la memoria no por los objetos materiales, que
habitualmente llenan nuestra cotidianidad, sino por aquellos que guardan en su
simbología, el mapa de recorrido de nuestra historia. La memoria que busca
Adriana es la que rescate de ella, a ella misma, no a sus máscaras, sino a la verdadera
y profunda alma que las produjo. De México al mundo, del teatro a la televisión
y al cine, cada uno de los objetos que despliega nos habla de alguien que fue
en su vida la génesis de su arte. Los seres, todos y cada uno de ellos, los que
la vida le propuso, como sus padres y sus hermanos, o la familia que fue
creando a lo largo de su carrera, la personal y la teatral, son imprescindibles
para dar cuenta de un recorrido de cuarenta años. Pregnancia y magnetismo de un
ser angelado que sabe dar cuenta no sólo de las técnicas que se necesitan para
la actuación, en todos sus circuitos, sino también de las duras lecciones que
la vida le puso en el camino, y que ella supo sortear como una carrera de
obstáculos a vencer y no a vencerla. De la pequeña que soñaba con el ballet,
hasta la actriz que nace casi por elección forzada, el relato no deja fisuras
sino que crece con los momentos donde el monólogo es la voz de los otros, Esquilo,
Shakespeare o Calderón, o se transforma en poesía, Sor Juana. Si algo envuelve
su trabajo es la gratitud por todos aquellos que fueron en su vida el motor de
su fuerza, los contemporáneos y aquellos que la nutrieron a través de la
palabra. Me doy el gusto, un título
que no deja lugar para las dudas, es por un lado, una deuda que Adriana Barraza
tenía con ella misma y con todos aquellos que hicieron posible su relato, y por
el otro, es una clase magistral no sólo de teatralidad y uso del escenario,
sino de cómo pararse en la vida a pesar de que nos trate pa’ la chingada1. Su imagen y su voz, el uso de un cuerpo
que se sabe herramienta de lecturas varias desde el espectador, cuerpo a
decodificar en cada movimiento, en cada postura nos lleva a la risa franca,
espontánea, a reírnos con ella y también a emocionarnos al compartir su camino
hacia el triunfo o la desilusión. En un aplauso cerrado culminó una noche que
se repetirá en el Teatro El Picadero, -mejor escenario sería imposible, si de
sueños realizados y truncos se trata-, durante todos los martes del mes de
mayo; además de la presentación de la puesta de Dos amores y un bicho de Gustavo Ott, donde trabajara con su esposo,
el actor argentino Arnaldo Pipke y su hija Ana Carolina Valsagna, los jueves
del mismo mes. Adriana Barraza2 celebra
sus cuarenta años de actuación entre nosotros y nos brinda la generosidad de su
arte para el disfrute y la reflexión, y lo hace desde la buena costumbre de
agradecer a quienes nos precedieron: “Esta obra está dedicada a Juan Ghione
Valsagna, el corazón de mi corazón, mi compañero de juegos, el hombre que me
defiende de dragones, zombies y del monstruo más horrible: la solemnidad”, así
reza el programa de mano. Nosotros le damos las gracias a ella.
Me doy el gusto de Erika Halvorsen y
Adriana Barraza (Biodrama / Unipersonal) con Adriana Barraza. Música original:
Fran Bauss y Piru Saez. Dirección: Erika Halvorsen. Prensa: Duche & Zárate.
Teatro El Picadero.
1 El muy mexicano verbo chingar es difícil de explicar en un sólo contexto, ya que debemos situarlo en una circunstancia específica. Se utiliza lo mismo como calificativo que como adjetivo o verbo. Contradictoriamente puede significar algo bueno o malo, dependiendo de lo que anteceda o preceda:
En
circunstancias normales, cuando algo resulta ser muy sabroso se puede
decir: ¡Esta sopa te quedó chingona!
decir: ¡Esta sopa te quedó chingona!
Al contrario si es muy malo: ¡Ni vayas con el
mecánico de la esquina, vale para una chingada!
2 Adriana Barraza es una actriz de
completa trayectoria tanto en el teatro, el cine y la televisión; dentro de su
país México, como en los EE.UU., donde tuvo, entre otros, un papel destacado en
la película Babel junto a Brad Pitt y
Angelina Jole, por el cual fue nominada para un Oscar. Sus dos trabajos más
importantes en cine han sido Amores
Perros y Babel. Previamente a su nominación al Oscar a la mejor actriz de
reparto fue candidata en la misma categoría en los Globos de Oro y Broadcast
Film Critics Association Award, y candidata al Premio del Sindicato de Actores como
"Mejor actriz de reparto en una película". Es una reconocida maestra
de actuación en México, Miami y Colombia. Se destacó en el Taller
de Perfeccionamiento Actoral de Televisa; donde, junto al reconocido actor, director,
productor, escritor y profesor de
actuación: Sergio Jiménez, dio clases por más de una década.
Junto a este gran teórico de la actuación compiló y diseñó un método de
actuación llamado: Actuación Técnica del cual es
co-creadora. (de ahí que en el medio artístico sea conocida como la querida
"Maestra Barraza"). Fue actriz en algunas telenovelas
y programas; además, directora de telenovelas
infantiles de Televisa
por muchos años, pero se ha destacado y ha alcanzado su mayor realización como
maestra (de actuación, análisis de textos y neutralización de acento)
y como actriz internacional de cine. En 2011 fue recortada de la cinta Thor y se entero por
una carta del director que le llegó a su representante. También intervino en el
cine argentino en la película Cerro Bayo.
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