En Daños colaterales, su última pieza, el autor de Nuestro fin de semana, La Nona, Gris de Ausencia y tantos otros textos dramáticos que lo ubican en un lugar central del campo artístico del teatro, trabaja con los procedimientos del realismo reflexivo y su principio constructivo, el encuentro personal, para dar cuenta de una temática dura que conforma nuestra historia reciente de los últimos cuarenta años. Sin metáfora posible, con la crudeza de una certeza que nos abruma, el texto nos pone en aviso de la crueldad y el cinismo de ciertos personajes que nos circundan y que no podemos detectar por signo material alguno. La relación perversa entre la víctima y su victimario, va desplegándose a través de la intriga, que pareciera señalar ciertas huellas como posibles, pero que luego en un giro de 180º, enfrenta al espectador con una verdad que desnuda el alma de unos y de otros. Un triángulo que se expande porque involucra a muchos más actores de aquellos años aciagos, donde la vida y la muerte era solo la línea ilusoria de la casualidad o el deseo. La última dictadura militar es una temática recurrente en el teatro de los últimos años, desde aristas muy diversas: los grupos que intervinieron en lo político de aquél momento, la desaparición de personas, y el robo de identidades. Daños colaterales hace referencia a todos ellos, en la historia de una mujer y uno de sus captores, que ha sido violada en todos los sentidos, y a quien como último dolor se le arrebata el hijo de sus brazos. En el doble discurso del amor y el ocultamiento los personajes conviven en una mentira sostenida a costa de cualquier precio, inclusive la vida de los otros. Ficción que nos enfrenta con lo real histórico en su cara más oscura, y nos deja la posibilidad de rever, aún hoy, nuestra manera de mirar la realidad. Una ficción que todavía nos duele y en la cual el espectador queda implicado en la relación confusa de la pareja, de un amor difícil de entender. El espacio de la sala Teatro Abierto es reducido y la utilización de los recovecos, a través del desplazamiento de cada personaje, nos involucra física y emocionalmente extendiendo los límites del espacio lúdico. Aunque, al inicio y en otros momentos la iluminación amplia e intensa parece borrar la textura escénica al romper el clima que requiere la acción dramática. Una atmósfera intima, casi confesional, y de una tensión brutal donde las palabras incomodan. La dirección de Jorge Graciosi, produce una puesta respetuosa del texto dramático, potenciando el poder de la palabra sobre cualquier otro signo escénico; es decir, ilustra la dramaturgia, respetuoso de su poética realista.
Daños colaterales
de Roberto (Tito) Cossa. Elenco: Fernando Arman, Ana Ferrer, José María López.
Ambientación escenográfica: René Diviú. Diseño de luces: Lautaro. Diseño
sonoro: Mariano Cossa. Fotografía: Magdalena Viggiani. Prensa y Difusión: Duche
& Zárate. Operador de luces: Leonardo Giardina. Asistente de Escenario:
Santiago Carrizo. Producción Ejecutiva y Asistente de dirección: Rubén Sibilia.
Dirección: Jorge Graciosi. Teatro del Pueblo. Sala Teatro Abierto.
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