Teatro danza es un
género que involucra el cuerpo de una manera diferente y compone en escena una
dramaturgia donde el actor debe sostener la atención no desde la palabra, no
con una coreografía que la acompaña sino precisamente en su inversa, una
palabra que a veces desde el peso de su ausencia está en un segundo plano con
respecto a la imagen movimiento que se desenvuelve en ritmo y juego corporal.
La puesta dirigida por Gustavo Friedenberg, trasgrede ya desde la elección de
esa segunda tensión que representa la textualidad dramática, al incorporar el texto
desde la estructura de la narrativa, “novela coreográfica en dos capítulos”. El
cuerpo del bailarín / actor que imita desde la perspectiva del ojo humano los
movimientos de los dos animales domésticos por excelencia, el perro y el gato,
realiza un trabajo donde el juego y la disciplina con el cuerpo se despliega no
ajeno al humor y la ironía. Los diálogos extraídos de la escritura de Alicia
Steimberg[i],
elegidos desde su posibilidad de trabajar la fragmentación y el espacio, de
registrar las relaciones humanas entre sí y para con los animales, desde la
parodia, para desentrañar la trivialidad
del mal, la crueldad y la indiferencia por el otro. En el doble registro del
lenguaje, el de la palabra y el del cuerpo, dos historias se cruzan y permiten
al espectador tejer un relato propio. Dos relatos que se cruzan en la mirada
que observa desde una ventana /objeto móvil, panel que ubicado en escena por
las actrices, aparece y desaparece no sin antes unir desde el ojo mudo de un
cristal, a las mujeres que miran a los animales que juegan. Dos capítulos que
tienen un punto de contacto, ya que “Siete Vidas” comienza en el mismo espacio
ficcional en que ha terminado “Té sin Canela”, además de la preponderancias en
ambos de los tonos del marrón para la escenografía y el vestuario. Quizá porque
la tierra, uno de los cinco elementos vital, es el punto de encuentro de la
dicotomía que plantea la obra: entre lo animal / salvaje / primitivo y lo
humano / racional / cotidiano. Cada bailarín / actor va construyendo con profesionalismo
a su personaje y a partir de cada movimiento o gesto va expresando aquello que
no dice con el discurso verbal. La propuesta de Friedenberg tienen que ver con su búsqueda
en el punto de encuentro en danza y teatro: “para formar un género en sí mismo
y colmarlo de identidad propia”[ii].
Pero además, siguiendo a Tambutti, tiene que ver con un cuerpo que “pareciera
ser hoy uno de los puntos de partida del que los coreógrafos se sirven para
establecer conexiones temáticas e indicar al espectador por ‘dónde’ debe mirar”.
(2007: 92) Mirarnos y mirar la relación con nuestras mascotas como un punto de
inflexión en nuestra cotidianidad.
Alicia Steimberg, felizmente pudo llegar a ver el espectáculo antes de su partida, ya que nos dejó hace apenas unos días, pero el mundo que ella creó desde las palabras, las imágenes que luego darían cuerpo los actores desde la danza – teatro, es un universo que no está sumergido en el límite de un tiempo cronológico, sino en la espesura permanente de la expectativa de un tiempo subjetivo donde cada uno de sus lectores / espectadores pueden terminar su obra desde la competencia de su propia emoción.
Alicia Steimberg, felizmente pudo llegar a ver el espectáculo antes de su partida, ya que nos dejó hace apenas unos días, pero el mundo que ella creó desde las palabras, las imágenes que luego darían cuerpo los actores desde la danza – teatro, es un universo que no está sumergido en el límite de un tiempo cronológico, sino en la espesura permanente de la expectativa de un tiempo subjetivo donde cada uno de sus lectores / espectadores pueden terminar su obra desde la competencia de su propia emoción.
Consideraciones acerca del animal doméstico
de Gustavo Friedenberg. Intérpretes: Guadalupe Aramburu y Mariana Ferreiro,
Gabriel Vaudagna y Debora Longobardi. Producción: Compañía Contratiempo. Banda
Sonora: Federico Estévez. Diseño de Luces:
Ricardo Sica. Diseño de Vestuario y Escenografía: Paula Molina. Voces en Off:
Gabriel Arango, Mónica Romero. Diseño Gráfico: Martín Calderón. Prensa: Flavia
Salvatierra. Dirección General, coreográfica y puesta: Gustavo Friedenberg.
Teatro Abasto.
Tambutti, Susana,
2007. “Herramientas de la creación coreográfica. ¿Una escalera sin peldaños?”
en Creación coreográfica (comp. Patricia
Dorin). Buenos Aires: Libros del Rojas: 51-93.
[1] Alicia Steimberg Buenos Aires (1933 /2012) y es Buenos Aires, sus
lugares más recónditos y sus más renombrados, una de las constantes de su
ficción. La hija mayor de hijos de inmigrantes (de Ucrania y Rumania por los
abuelos maternos y de Rusia por parte de los abuelos paternos, pioneros de las
colonias judías de Entre Ríos). Steimberg recuerda el haberse criado en un
ambiente de estrechez económica, mayormente porque se le murió el padre,
maestro de profesión, cuando tenía ocho años y porque luego por una denuncia de
que no era Peronista leal, la madre, que era dentista, perdió el trabajo. La
inestabilidad económica y psicológica es otro gran tema de sus libros. Actualmente
Directora de la Sección
de Libros de la Secretaría
de Cultura, Steimberg es egresada del Instituto de Lenguas Vivas y enseña en
talleres de escritura y da clases de inglés. Escribía desde joven pero sólo a
los 38 años, a instancia de su segundo marido, publicó Músicos y relojeros.
La loca 101 (1973) refleja las enormes tensiones políticas y económicas
de los setenta y prefigura con una exploración de la violencia de la ficción,
la sangrienta y trágica década que seguiría. A pesar de ser las cómicas
confesiones de una desesperada ama de casa y escritora, el lamento de la
narradora, "¿De qué carajo vamos a reírnos ahora?" subraya la
seriedad de este libro y prefigura la dura decisión que hizo la autora en 1976
cuando sus dos hijos adolescentes del primer matrimonio emigraron a Roma ya que
empezaban a militar y se temía que desaparecieran. Con Cuando digo Magdalena
(Premio de Novela Planeta Biblioteca del Sur 1992) Steimberg recurre a los
argumentos truncados y los narradores que cambian de identidad tan característicos
de su obra en general, salvo que esta vez dentro de la historia de la visita a
una aristocrática estancia bonaerense donde sucede un homicidio. Como siempre,
Steimberg juega con la arbitrariedad de los códigos sociales y verbales con
gran ironía y humor al mismo tiempo que ofrece una amarga visión de la
violencia y agresión que yacen en el fondo de la vida argentina y de las
relaciones humanas.
[2] http://www.gustavofriedenberg.com.ar/gustavo.html
(16/06/2012)
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