viernes, junio 29, 2012

Piedras dentro de la piedra de Mariana Mazover


Fogwill1 escribe los Pichiciegos en 1983, un año después del conflicto de Malvinas, cuando todavía todo estaba envuelto en una gran confusión, por ignorancia colectiva o por ocultamiento culposo. Un año paradigmático porque además las próximas elecciones ponían un signo de interrogación hacia el futuro que de alguna manera también ocultaba  lo ocurrido un año antes. En una entrevista para el diario El País el escritor expresaba:

La leyenda rodea a Los Pichiciegos, una novela sobre la guerra de las Malvinas que Fogwill escribió casi en estado de trance en tres días y cuya gestación el escritor accede hoy a recordar. "Pasaba por la casa de mi madre cuando la escuché gritar: '¡Hundimos un barco!'. Yo volví entonces a mi estudio y escribí una frase: 'Mamá hundió hoy un barco'. A las ocho horas del hundimiento del barco de mi madre yo ya estaba escribiendo aquel libro”. (…) “La leyenda no le da más valor, pero a mí me da orgullo. El valor literario se puede malversar, es cuestionable. Pero hay un valor ético, que es el de haberla hecho y haberla hecho como la hice. Aunque la ética no hace un buen relato". (Elsa Fernández Santos, 20/3/10)

La novela leída desde el 2012 resulta, por lo tanto, inquietante, ya que el imaginario colectivo no incorpora, evita, las situaciones en las cuales algunos de sus protagonistas actuaron a contrapelo de lo exigido y expresado desde el discurso oficial y desde una Plaza de Mayo colmada de habitantes, y no decimos ciudadanos, porque teníamos negado el ejercicio de la ciudadanía. El filicidio, una vez más en manos del Estado, sobre cuerpos cada vez más jóvenes, cada vez más desinformados, no entrenados para llevar adelante una tarea, la recuperación del territorio de las Islas Malvinas; acicateados por el uso del concepto patriotismo, que nadie se atrevía a discutir, en la voz de quienes se consideraban los depositarios de la verdad absoluta, dueños de cuerpos y haciendas, produjo en algunos de ellos la sensación de que la conservación de la propia vida era un destino superior, o que aquél que se les imponía no tenía para ellos ningún sentido. Mariana Mazover retoma a treinta años de los sucesos la temática Malvinas, no desde la reivindicación nacional sino desde el punto de vista de las víctimas producidas no sólo por el fuego inglés sino por la inoperancia argentina. La puesta deja en claro a través de los diálogos que tejen los personajes que nada está adecuado a las circunstancias de la guerra, y que en todo se ve la famosa improvisación criolla; el relato del soldado del armado de la trampa para ovejas, que resulta una trampa para ellos mismos, es un claro ejemplo de lo que expresamos anteriormente. Situación que surge de la improvisación y oportunismo de quienes debían haber pensado la logística y las consecuencias de sus actos. Piedras dentro de la piedra, si bien tiene como relación la petrificación que el salitre produce en los cuerpos refugiados dentro de la piedra, es como una analogía de la puesta en abismo de los desaciertos para protegerse que producen los personajes dentro del desacierto general de un país entero. Presentado luego de un trabajo de investigación colectiva inspirado en la novela de Fogwill, la directora y los actores buscan encontrar ese punto en el que el afuera y el adentro de ese refugio se convierten casi en la misma cosa. Enemigos internos que reproducen la amenaza siempre latente del enemigo con mayúscula que tiene todos los recursos que otorga la disciplina y la tecnología, y que acecha en un entorno donde la naturaleza también es hostil. El espacio real representado está recortado, saturado, y apenas iluminado, mientras el espacio virtual representando es inmenso y en constante ebullición. Los efectos sonoros y lumínicos que interrumpen constantemente desde el afuera producen una tensión que va acrecentándose constantemente. Pero, en “la cueva”, gracias a la escenografía (Cecilia Zuvialde[2]), hay un cierto equilibrio en relación con el exterior amenazante: las “rocas laterales” están realizadas con materiales suaves y sin líneas duras – acolchados o almohadones – para contener al grupo de desertores en sus últimas horas, el “piso” tampoco parece muy sólido – cajones, tirantes, pallets de madera. Crear el clima de esta pequeña guerra dentro de la Guerra entre el humor, lo absurdo y la tensión ficcionalizando algunos datos históricos no es tarea fácil. El texto espectáculo lo logra no sólo a partir del discurso verbal sino además por medio del discurso visual y de la incorporación de los dos personajes femeninos, Olga y Mabel, quizá figuras necesarias como otra forma de contener a aquellos jóvenes soldados, hoy hombres desgarrados. Para el espectador, desde esta mirada ficcionalizada, es una forma de soportar el duro y gélido recuerdo que se escurre en los pequeños pliegues de lo no dicho. Mariana Mazaver con relación a esta obra ha comentado:
   
Nuestros pichis son otros pichis: seis soldaditos perdidos en el fondo de la Tierra, que vinieron de Cuyo, Corrientes, Chubut, Santiago, Suipacha y Carlos Berg al fin del mundo a defender una Patria descuajeringada y filicida. Cuerpos-objeto de una planificación táctica y estratégica pasada de copas, pertrechados con fusiles sulfatados y miras infrarrojas hechas de papel celofán que se hartaron de andar boyando por la nieve como bola sin manija y se atrincheraron en el mismísimo centro de la Tierra.[3]

Todo una metáfora de un país que veía en los jóvenes no el futuro posible y deseable sino por el contrario una amenaza lista para ser neutralizada y destruida, y una juventud cuyo único escape era el exilio interno o externo como lo demostraron años después los suicidios que producía un dolor irreparable o las largas colas en los consulados de España e Italia buscando en el afuera el sentido que se les negaba en el país.




Piedras dentro de la piedra versión libre de Mariana Mazover. Elenco: Alejandra Carpineti, Mariano Falcón, Laura Lértora, Hernán Lewkowicz, Alejandro Lifschitz, Sebastián Romero. Diseño de Escenografía y Vestuario: Cecilia Zuvialde. Diseño de Iluminación: Alfonsina Stivelman. Diseño de Maquillaje: Ana Pepe. Música Original: Mariano Pirato. Fotografía: Malena Figó, Claudio Da Paisano. Audiovisual: Pablo Bellocchio. Diseño Gráfico: Dalmiro.com. Prensa: Marisol Cambre. Producción ejecutiva y Asistente de Dirección: Natalia Slovendiansky. Dramaturgia y Dirección: Mariana Mazover. Teatro La Carpintería.






http://lacarpinteriateatro.wordpress.com/









Fernández Santos, Elsa, 2010. “La ética no es hacer o no hacer, sino decidir” en El País de Madrid, (archivo) 20/3.











1 Rodolfo Enrique Fogwill, (Quilmes, Buenos Aires, 15 de julio de 1941 – 21 de agosto de 2010) fue un escritor y sociólogo, profesor titular de la Universidad de Buenos Aires, editor de una legendaria colección de libros de poesía, ensayista y columnista especializado en temas de comunicación, literatura y política cultural. Algunos de sus textos integran diversas antologías publicadas en Estados Unidos, Cuba, México y España. En 2003 ganó la beca Guggenheim y, al año siguiente, el Premio Nacional de Literatura por su libro Vivir afuera.

[2] Escenógrafa y Vestuarista que se ha formado en el Instituto de Diseño Escénico Saulo Benavente y ha realizado numerosas puestas en escena, entre ellas Yocasta de Hector Levy (2012).

[3] Extraído del Anexo Prensa: El proceso creativo de Piedras dentro de las piedras, entregado a LunaTeatral en la función especial del 15/06/2012.







No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Related Posts with Thumbnails