domingo, junio 24, 2012

Los Pasos de Paloma de Patricia Zangaro por Mercedes Alonso




En los años setenta Paloma y Mercedes Alonso, hijas del plástico Carlos Alonso1 y de Yvonne Fauvety, eran una joven y una niña atravesando la adolescencia, que compartían un mundo desde miradas diferentes. Una era la pura acción, la búsqueda de la libertad y del compromiso con las ideas, temiendo el costo pero aceptándolo; la otra, era como muchos argentinos de aquella época una espectadora silenciosa, que veía a través de la ventana, en la lectura de las cartas de su hermana, en la presencia /ausencia de un padre y una madre también divididos entre el hacer y el esperar, entre una hija u otra. La puesta propone un caja negra habitada por una veintena de cajas, que cumplirán diferentes funciones a lo largo del desarrollo discursivo, una mecedora donde la lectura a veces se realiza, y un personaje también vestido de negro, Mercedes, que relata con un registro neutro, que a veces lleva a un nivel atravesado por lo emotivo, la experiencia de ella misma en aquellos años peligrosos y su mirada sobre su hermana, Paloma, donde se escuchan los ecos de una relación fraternal en la que reina la admiración y los celos. La relación estrecha entre el padre y su primogénita, a quien también los unía el parecido físico, era una estructura difícil de atravesar para la pequeña Mercedes. La foto que el artista de la fotografía, que se encargaba de plasmar las caras de los plásticos en la época, Anatole Saderman, toma de Paloma y su padre en 1960, donde se  los ve frente a una ventana, es profundamente significativa. Como afirma su hijo Alejandro, en la presentación de las obras de su padre, era: “(…) una de las fotos preferidas por él, y considerada una de sus clásicos, (…) los perfiles de un padre y su hija, en un gesto que es como la pura síntesis de esa relación”. Paloma, la ausente, la que es necesario reconstruir como un rompecabezas desde sus propias palabras, y desde el recuerdo de los que la conocieron, tiene una presencia tan fuerte desde la niñez que marca para siempre la historia de esa hermana que espía la realidad desde la cornisa de un sexto piso. Presencia que es potenciada por el recuerdo de su vida a través de su escritura y por el hecho irrevocable de su no estar más. Situación que nos lleva a pensar en la fuerza de esos cuerpos ausentes que buscaron ser “desaparecidos” de la memoria colectiva, y que en un eterno ritornelo regresan con la frescura, la fuerza, los ideales, y la juventud de aquellos años.  El programa de mano nos presenta con la naturalidad que no ha borrado el tiempo, a las mujeres Alonso, en un gesto cotidiano frente a la cámara, el estar juntas, a pesar de suponer que se buscó la pose que mejor favoreciera el cuadro.  Allí los rostros detienen el tiempo, también en el espacio escénico el tiempo parece quedar suspendido. Mientras que con algunos pocos elementos el locus se divide en pequeños espacios íntimos y donde la iluminación se filtra pidiendo permiso ante la dura realidad del discurso verbal. El espacio privado de Mercedes, de la madre (Sra. Fauvety), pero sobre todo el espacio de Paloma y en unos pocos momentos también es el espacio de Antígonas con su reclamo por su hermano muerto e insepulto. Dos núcleos tiene la obra, por un lado, Paloma es reconstruida a partir de su propio diario, de sus cartas, sus poemas o de su simple cuaderno de expresión corporal y desde la mirada de su hermana; por otro, Mercedes que a partir de su relato de vida, de su memoria individual da cuenta de aquellos en lo que no hemos reparado con frecuencia: los hermanos de los desaparecidos. No es tarea fácil exponer y condensar los intensos años vivos con Paloma, quizá por ello el espectador siente la asfixia de ese tiempo inmóvil, de “vivir con la inmediatez del inevitable final” y donde solo las cajas de cartón tienen cierta libertad: un muro, una sepultura para Antígonas, o tal vez un modo de ficcionalizar la despersonalización y la brutal deshumanización de la cual fueron objetos nuestros torturados y/o desaparecidos. Si para los victimarios de nuestro funesto pasado reciente nada quedaba de la idea de individuo en sus victimas, las cajas anónimas y sin rótulos pueden verse como la representación de nuestros miles de muertos insepultos. Memoria social / memoria individual, ausencia / presencia, Paloma / Mercedes, es difícil ante la falta de distancia histórica y la voz quebrada por momentos de la actriz poder notar un claro cambio de registros en la reconstrucción de cada una de las mujeres de la familia Alonso (hermanas y madre) pero si es claro que cada espectador estuvo durante la duración real del hecho teatral en una cornisa, mientras resonaba en sus oídos un famoso estribillo:


Vivir para vivir.
Sólo vale la pena vivir para vivir.
Para vivir.
Sólo vale la pena vivir para vivir.
(Joan Manuel Serrat)










Los pasos de Paloma de Patricia Zangaro. Actriz: Mercedes Alonso. Realización: Ornella Zampicinini. Fotografía: Román Utge. Prensa: Silvina Pizarro. Operador de luces y sonido: Matías Noval y Sebastián Ochoa. Preparación vocal: Analía Damianich. Vestuario: Ivonne Fauvety. Producción: Julieta Alonso. Producción ejecutiva: Ornella Zampicinini. Diseño de iluminación: Jorge Pastorino. Espacio escenográfico: Laura Yusem. Música original: Cecilia Candia. Comunicación Visual. CCC: Claudio Medin – Estudio M. Asistente de dirección: Ornella Zampicinini. Dirección general: Laura Yusem.  Centro Cultural de la Cooperación.








1 El destino hizo que Carlos tuviera la mejor formación que pudiera tener un artista en la Argentina en aquellos años. Pasa también una temporada en la casa de Ramón Gómez Cornet en Santiago del Estero y cuando cuenta 24 años viaja a Buenos Aires, le exhibe entonces sus trabajos al recordado Domingo Viau, quien le realiza su primera exposición en Buenos Aires y le da los fondos necesarios para que conozca Francia y España. A su vuelta trabaja en Santiago del Estero con Antonio Berni, Juan Carlos Castagnino y Lino Enea Spilimbergo. En 1961 descubre en Londres que se estaba experimentando: el acrílico. Lo adopta inmediatamente ya que su secado rápido le permite extraordinarios resultados. Durante esa década realiza grandes exposiciones tanto en Galería Rioboó como en Art International, en la calle Florida de Buenos Aires, viajando en 1968 a Florencia donde vive "los seis meses más inolvidables de mi vida", realizando más de 250 trabajos referidos al Dante y La Divina Comedia.
En 1971 expone regularmente en Galleria Giulia de Roma, en la Eidos de Milán, y en Bedford Gallery de Londres, trabajando una temporada en el taller de Antonio Seguí, en las afueras de París.
En 1976 se produce el golpe de estado y su seguridad personal se ve amenazada, se exilia en Italia y al año siguiente, en el mes de julio desaparece su hija Paloma. En 1979 se radica en Madrid donde expone en Galería Juana Mordó. Vuelve a la Argentina en 1981 instalándose en Unquillo, a 40 km de la ciudad de Córdoba, en el mismo lugar donde viviera su recordado maestro, Lino Enea Spilimbergo. Realiza varias exposiciones durante la década del 80 obteniendo numerosos premios entre ellos el de la Bienal de La Habana, en Cuba. En 1990 y 1995 realiza exposiciones en el Museo Nacional de Bellas Artes y en distintas galerías del país. En el año 2000 presentamos en Zurbarán una amplia muestra dedicada a sus dibujos y en el 2001 realiza una exposición de sus obras de la década del 70, en el Centro Cultural Recoleta de Buenos Aires que continuará en las ciudades de Rafaela, Córdoba y Mendoza. En San Carlos de Bariloche presenta su primera exposición en la Patagonia, en junio de 2001 con un conjunto de 33 obras, acrílicos, carbonillas, pasteles, y grabados, que abarcan 33 años de su vida. (Ignacio Gutiérrez Zaldívar en el sitio web Nuestros artistas)




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