María
Inés Falconi ocupó un amplio espacio de su producción para teatro en la
problemática adolescente: Hasta el
domingo (1995), El nuevo (1996), Caídos del mapa (2001), Sobre ruedas (2002), Tengo un dinosaurio en el ropero (2011).
La pieza estrenada recientemente es una muestra más del interés de la
dramaturga por una franja etaria que hasta el momento no fue demasiado
contemplada en el campo teatral de nuestro país.
La historia de Tengo una muñeca en el ropero, comienza en el momento en que Julián
se independiza. Al tener su propio departamento tiene que hacerse cargo del
roperito de su infancia ya que su madre no puede tenerlo en su casa. La
presencia del mueble despierta los recuerdos … porque allí, en ese ropero,
están los juguetes que signaron su niñez: los juegos que imponía su hermana y
de los cuales no salía muy bien parado, en especial, el día en el que hizo de
“tía” y con todas felicidad se pintó los labios, juego descubierto por su padre
y que nunca más pudieron repetir, la pelota que marcaba los deseos que sentía
su progenitor por tener un hijo apasionado por el futbol, la muñeca Barbie que
le robó a su hermana y que quedó muy escondida en el estante más alto “porque
los chicos no pueden jugar con muñecas”, la camiseta de basquet, deporte que le
permitió ser exitoso y lograr un grupo de pertenencia y fundamentalmente,
camiseta que le trae el recuerdo de un momento determinante en su vida: aquel
en que regresando de un partido en Bahía Blanca, inmerso en el barullo de un
micro que llevaba al equipo campeón, ante el ¿quién soy? que seguía sin
respuesta en su cabeza de adolescente, pudo sentir y definir su identidad
sexual. A partir de allí, Julián se dedica a narrar de qué manera contó a su
amigo, a su hermana, a su madre y a su padre sobre su homosexualidad.
La dirección saca especial provecho
de la sala pequeña lo que le permite incluir espacialmente al espectador.
Julián -¿cómo Julián Sierra? ¿Julián personaje?-saluda y da la bienvenida a
quienes entran y se ubican en las gradas, se genera así un clima íntimo y muy
cálido. Julián nos introduce en su espacio y casi sin transición comienza a
contar su vida devenido ya, definitivamente, en personaje. En consecuencia,
luego del borramiento de la cuarta pared, Julián comienza a narrar
interpretando a cada uno de los personajes que conforman la trama: madre,
padre, hermana, amigo y entrenador de basquet. Sierra traza una caricatura
perfecta de cada uno de ellos, acentúa los rasgos identificatorios utilizando
la gestualidad cómplice, la expresividad del rostro y el uso acertado de los
tonos graves y agudos, según el personaje. El excelente desempeño genera la
risa espontánea del espectador. Y si bien predomina el aspecto verbal, el
trabajo con el cuerpo, todo movimiento, fusiona armónicamente con la palabra.
La imagen, así armada, adquiere un intenso valor semántico.
La estrategia discursiva de la pieza se apoya en el humor,
humor en lo que se dice y cómo se dice. El discurso está lleno de pequeños
detalles, simples en apariencia pero que en realidad conforman un tejido complejo que va de lo
cómico a lo sentimental, de lo cotidiano a la profundidad de la lectura psicoanalítica.
El desempeño marca la evolución del personaje en la mostración de una
sensibilidad creciente que transita, desde la narración distanciada –impuesta
por el humor- hasta la liberación total de las emociones, clima que se torna
muy fuerte en el momento en que Julián narra la reacción de su hermana. La
puesta nos muestra una excelente dirección de Carlos de Urquiza.
Un comentario especial para la actuación
de Julián Sierra, a quien pudimos seguir en su crecimiento actoral, desde Juan Calle (2008) hasta hoy. Emergente
de la escuela de teatro de la UPB ,
fortalecido en su poética actoral por la continuidad en la línea de trabajo del
“Grupo de Teatro Buenos Aires”, en este joven actor hay, sin lugar a dudas, una
actitud de gran profesionalidad con la que logra optimizar todos los elementos
que colaboran para la calidad del desempeño escénico.
El estilo que imprime la pieza al acto
de “contar” hizo que el trance por el que pasa Julián no nos parezca demasiado
difícil, aún en el caso del padre, persona prejuiciosa y carente de cualquier
atisbo de sensibilidad que no obstante se transforma en alguien que, aunque no
comprende demasiado a quienes realizan una elección sexual diferente, descubre
que el inmenso amor que siente por su hijo está por encima de todo lo que él
puede pensar y sentir. Somos concientes de que socialmente hemos avanzado mucho
sobre el tema, la promulgación de la ley 26.618 de matrimonio igualitario
(15/07/2010) nos hace pensar eso, aún así, sabemos que no es fácil, quizás por
este motivo, a lo que hay que sumarle la
calidad escénica, la pieza se torna en un material indispensable y muy
esperanzador por la forma en que lo plantea y resuelve María Inés Falconi.
Grupo de Teatro Buenos Aires y la UPB presentan
Tengo una muñeca en el ropero de María Inés Falconi.
Universidad Popular de Belgrano. Campo Salles 2145 T.E. 4701-3101 – sábados a las 21 hs.
Actor: Julián Sierra. Video: Julián Carschenboim y Santiago Squadroni. Fotografía/Gráfica: Antú Martín. Arte/Vestuario: Endi Ruiz. Asistencia de dirección: Elena Zago. Puesta en escena y Dirección General: Carlos de Urquiza
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