Para escribir sobre Alejandra Radano no voy a ser objetivo.
Lo que ella hace es excelente. No pude ver todas sus puestas, pero las que vi
siempre me deslumbraron. Su calidad vocal, su forma de llenar el escenario, su
desparpajo y su tempo teatral hacen de ella una artista total. Tiene talento y
lo sabe, lo demuestra, pero con una soberbia controlada. El espectáculo que
presentó durante los meses de mayo y junio todos los sábados a las 23 hs, en la
sala Raúl González Tuñón del Centro Cultural de la Cooperación acaba de
terminar, pero espero una reposición pronta. No hace más que confirmar lo que
viene demostrando. Había visto una versión anterior en Clásica y Moderna el año pasado, donde uno de sus acompañantes fue Carlos
Casella, y entre su público estaba Alfredo Arias y Sandra Guida. Los tres
nombrados habían compartido escenario con ella en la obra Tatuaje que Alfredo Arias había estrenado en 2010. Alejandra Radano
y Fabián Luca son los autores del espectáculo y el último su director, y la
labor de ambos no es nada fácil. Rescatan canciones y personajes que alguna vez fueron muy
populares.
Musicalmente la puesta es impecable y juega todo el tiempo en varias capas, varios canales de sonido que se van desplegando según se requieran para la obra. Las pistas grabadas, los efectos de sonido, los playbacks que luego se articulan con lo representado en vivo. Ella canta y muy bien, en múltiples registros y estilos, pero para sumar a la esquizofrenia de las escenas se produce un duelo entre su voz real y la del disco. Un recurso del que tampoco escapan los tres músicos que la acompañan, y que interpela al espectador sobre la veracidad de lo que está viendo y escuchando, hasta donde llega la representación.
La imitación de Radano sobre Juan Verdaguer, efectuada con respeto y admiración, está hecha con distancia y hasta con cierta ironía, como obligándose a efectuar una mirada crítica a pesar del cariño, evitando caer en el homenaje simple. Toda la obra gira sobre un cancionero ecléctico en su género (chacareras, baladas, habaneras, boleros, valses y tangos) pero casi repleto de temas que hablan de abandonos, de amores mal llevados o finalizados. Pero el otro eje abordado es completamente diferente y los tópicos son el surrealismo, el dadaísmo y el relato apocalíptico de tintes extraterrestres. En el cd editado por LanTower, una de las canciones está definida como Dadá. Esta mezcla se da con un fondo de paisaje pampeano que ayuda a que estas dos temáticas no colisionen sino que por el contrario encuentre un punto de unión. La abducción extraterrestre (simbolizada en los afiches por una vaca que se eleva hacia un lejano platillo y por los efectos de luces durante la puesta) puede también ser una metáfora básica sobre el enamoramiento y la extrañeza que implica ese nuevo estado, ese nuevo mundo, donde el sujeto es deslumbrado, encandilado para su captura. Es emblema de lo apocalíptico la canción que interpreta hacia la mitad de la obra, que llegó a ser muy famosa, sobre las bombas atómicas arrojadas sobre Japón, Las voces de los pájaros de Hiroshima (1970), cuyo autor es Horacio Guaraní. Ésta funciona como punto nodal, aunando en sí el nombre de la puesta. Por la interpretación original y la actual, el delirio y por su autor, lo gaucho. Esa destrucción y esa búsqueda de nido, también habla de la demolición y el vacío producido después de un amor acabado. Pero si pensamos que el espectáculo está bajando alguna línea sobre la destrucción del planeta y sus consecuencias sobre sus habitantes, tanto hombres, animales o plantas, basta remitirnos a una canción anterior Envenenando pichones en el parque de 1969 (también interpretada en su momento por Nacha Guevara) para darnos cuenta que su preocupación no radica allí. Esa plaga puede ser animales o suegras, y son tratadas de la misma forma, sin misericordia. Lo surreal comienza desde el primer minuto, con un escenario despojado con reminiscencias pampeanas marcadas por unos yuyos, y la protagonista, la anfitriona vestida con un tutú.Los tres músicos que la acompañan, Los Primos Gabino, a un costado vestidos de gauchos para la ocasión.
El comienzo y el final con cajas que simbolizan un refugio, (“La casa es el estuche de la vida”, como dice en una parte de un pequeño monólogo citando a Le Corbusier), una cáscara (otra vez la idea de nido) y a la vez el misterio de lo oculto, de lo interno no revelado, acentúan ese aspecto casi metafísico, místico, que en el cine supo reflejar muy bien David Lynch utilizando objetos parecidos.
Para
terminar el otro elemento que aparece en la obra y que sirve para unir el tema
del desamor y lo apocalíptico surrealista, es el personaje que va y viene, ese
gaucho, de rasgos bien definidos, pero de actitud, vestimenta y pose casi
oriental, la versión masculina de la “chinita” pampeana, que despliega una
especie de malambo y arte marcial, danza y lucha, que ronda por la escena cual
asteroide a punto de chocar, y lo hace, y que para acentuar lo surrealista en
su caída, no destruye, sino que brinda nuevas esperanzas.
Delirio Gaucho | Canciones del Interior de Fabián Luca y Alejandra Radano
Idea: Fabián Luca, Alejandra
Radano
Intérpretes: Alejandra Radano
Bailarines: Ramón Salina
Músicos: Nacho Cabello, Juan Pablo Esmok Lew, Esteban Ruiz
Vestuario: Fabián Luca
Escenografía: Fabián Luca
Iluminación: Gonzalo Córdova, Fabián Luca
Ambientación: Diego Vila
Peinados: Alejandro Granado
Maquillaje: Sebastian Correa
Calzado: Walter Steiger
Musicalización: Diego Vila
Sonido: Mariel Ostrower
Fotografía: Eduardo Torres
Diseño gráfico: Fabián Luca
Asistencia general: Franco Gandullo
Prensa: Walter Duche, Alejandro Zarate
Dirección: Fabián Luca
Sala Raúl González Tuñón del Centro Cultural de la Cooperación
Las fotos que ilustran la nota son de Candela Krup
Intérpretes: Alejandra Radano
Bailarines: Ramón Salina
Músicos: Nacho Cabello, Juan Pablo Esmok Lew, Esteban Ruiz
Vestuario: Fabián Luca
Escenografía: Fabián Luca
Iluminación: Gonzalo Córdova, Fabián Luca
Ambientación: Diego Vila
Peinados: Alejandro Granado
Maquillaje: Sebastian Correa
Calzado: Walter Steiger
Musicalización: Diego Vila
Sonido: Mariel Ostrower
Fotografía: Eduardo Torres
Diseño gráfico: Fabián Luca
Asistencia general: Franco Gandullo
Prensa: Walter Duche, Alejandro Zarate
Dirección: Fabián Luca
Sala Raúl González Tuñón del Centro Cultural de la Cooperación
Las fotos que ilustran la nota son de Candela Krup
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Gina María Hidalgo | Las voces de los pájaros de Hiroshima
Horacio Guarany | Las voces de los pájaros de Hiroshima
Juan Verdaguer | Mónologo
Horacio Guarany | Las voces de los pájaros de Hiroshima
Juan Verdaguer | Mónologo
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