La obra de Gustavo Ott1
escrita en el año que el mundo rompía el muro de Berlín, y cambiaba la concepción
de la historia, pone en acto la persistencia en el viejo esquema de la debilidad
femenina frente al amor y su necesidad de unirse, en el afán de lograr un
respaldo para afrontar las contrariedades que las situaciones del corazón les
depara. La puesta de Pablo Goldberg hace
pasar el punto de vista por esta lectura que el texto permite, por eso las
figuras femeninas en escena aparecen nerviosas, alteradas, con pocos recursos
para sostener su soledad, o para recuperar la capacidad de amar. Sin embargo,
el texto también es una crítica a través de sus personajes de la institución
matrimonial, de la fidelidad, de los verdaderos sentimientos, del machismo, de
las religiones, y de un cambio de paradigma en la forma de comer, que tenía dos
aristas posibles, el cuidado de la salud, y el cuidado de sí del cuerpo desde
lo estético. Pero sobre todo pone en evidencia el imaginario social sobre la
mujer que supone que no puede, alejada de la figura masculina, realizar su
destino, o construirse uno. El texto, entonces, no sólo habla de la mujer sino
de la sociedad a la que el autor pertenece. Las actrices donde se destaca
Florencia Yacoby, no consiguen la mayoría del tiempo dar con el tono necesario
para el verosímil de la puesta, a pesar de eso, logran la risa de un público
que a veces también responde con el asombro cuando Mariana Tortora ejercita su
ritual de exorcismo. Lo grotesco es un arma de doble filo, y valga el lugar
común, ya que su línea es delicada y sostenerla requiere de mucha experiencia
escénica y de la capacidad de poder extraer los recursos de la actuación desde
lugares no lineales. Un texto que recuerda a Mujeres al borde de un ataque de nervios, de Almodóvar, necesitaba
un tempo vertiginoso que no decaiga pero no por el exceso en la voz y en la
gestualidad sino por profundidad semántica que la dirección no se atrevió a
hondar y por eso eligió el camino de la literalidad escénica, es decir, el
respeto a la palabra escrita. El
reducido espacio escénico de la sala permite que con muy pocos elementos los tres
personajes - Gloria, Beatriz y Meche- transiten por una estación de tren, una sala de
cine y punto de encuentro para estas tres mujeres en crisis y, por último,
en algún lugar en una montaña donde llegan a superar los conflictos propios y
ajenos para comenzar un camino distinto. Por momentos alguna canción de Los Beatles nos ancla en la
década de los 60, década de la minifalda y la revolución sexual, de la píldora
anticonceptiva, momento para las féminas de muchas emociones contradictorias y
de aprendizaje por fuera de lo que las instituciones habían establecido.
Quizá por ello las jóvenes actrices despiertan más de un comentario de la
platea femenina con algunos años agregándole un plus extra de humor a esta
comedia con perfume a mujer.
Divorciadas,
Evangélicas y Vegetarianas de Gustavo Ott. Elenco: Florencia Jacoby, Milena
Lainez, Mariana Tortora. Dirección general y puesta en escena: Pablo Goldberg.
Diseño de escenografía: El unicornio espacio de Arte. Diseño de luces: Pablo
Goldberg. Musicalización: Carlos Ledrag. Vestuario: Milena Lainez, Florencia
Jacoby y Mariana Tortora. Prensa: Mariano Casas Di Nardo. Fotos: Nicolás Ucello
y Rt Fotografía. Producción ejecutiva: Milena Lainez. Producción: Florencia
Jacoby y Mariana Tortora. Espacio Liberarte.
http://www.youtube.com/user/ngncomunicacion
Hernández, Gleider, 1995. “Gustavo Ott: un ejemplo
del nuevo teatro venezolano” en Actas XII, Université
del Québec à Chicoutimi.
Ott, Gustavo, 1989, "Divorciadas, Evangélicas y Vegetarianas"
1 Gustavo Ott es periodista y un autor venezolano de narrativa y teatro, premiado en numerosas ocasiones por ambas líneas de escritura, una de sus novelas consagradas es Ella no merece ninguna piedad’, por la cual ha sido el ganador del VI Premio (2011) Salvador Garmendia de Novela, según anunció ayer la Fundación Casa Nacional de las Letras Andrés Bello. En cuanto al teatro entre otros recibió el Premio Internacional de Dramaturgia Tirso de Molina (España, 1998) por "80 Dientes, 4 Metros y 200 Kilos. Como afirma Gleider Hernández: “Su compromiso con el arte escénico lo ha llevado a no conformarse sólo con la escritura sino a participar también en la dirección y puestas en escena de varias obras a nivel nacional e internacional. Es el fundador (1989) y el actual director del grupo teatral Textoteatro que ha venido desarrollando una labor escénica de primer orden durante estos últimos años. Como los locales para las representaciones son escasos, en 1992 fundó el teatro San Martín de Caracas que hoy dirige. (…) En Caracas, ha cursado talleres con el famoso dramaturgo José Ignacio Cabrunas. Su afán de seguir todas las experiencias de aprendizaje y de la importancia que él le da al conocimiento del instrumental de trabajo con el que tiene que laborar el dramaturgo, lo lleva a realizar otro taller de dramaturgia (1989), en el Centro Latinoamericano Rómulo Gallegos. Gustavo Ott tiene como principio fundamental que en el arte dramático un autor no puede arrojarse a escribir espontáneamente si a priori no posee una serie de conocimientos sobre la lingüística, sobre los principios estructurales, sobre los temas etc. (…) (Hernández, 1995)
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