Un doble placer fue
asistir a la puesta que el grupo (H)umoris Dramatis1
ofreció este martes de julio: la calidad del trabajo ofrecido por Carlos
Portaluppi y Guillermo Ghio y el teatro donde se produjo el acontecimiento, la
sala recién re- inaugurada del Teatro El Picadero. Estar sentadas en ese
espacio, emblemático para la historia más reciente de nuestro teatro, después
de tantos años de tener sus puertas cerradas, y de los vanos intentos de
recuperar la sala, era un plus de emoción, un estado espiritual diferente a
otros momentos y a otras instancias. El Teatro del Picadero nace del proyecto
que Antonio Mónaco y Guadalupe Noble pensaron a fines de los setenta, (en el
espacio donde había funcionado una fábrica de bujías en 1926)2 de crear un teatro diferente al
tradicional espacio a la italiana. De esta manera, el 21 de julio de 1980, inauguraron
en aquél edificio la sala con La otra versión del Jardín de las
Delicias,
inspirada en La máscara de la muerte roja, de Edgar Allan Poe. Un año después, fue la
sede del movimiento de resistencia teatral, Teatro Abierto, y luego de una
semana de presentar las obras que formaban el ciclo, sufre la provocación de un
incendio que cerraría sus puertas por veinte años. Ya que volvió a funcionar
como sala teatral recién en 20013. Allí, en ese
escenario, el actor dio lugar a un monólogo, cuasi –diálogo con el público, a
quien fue introduciendo desde el juego en un relato de doble sentido; el relato
que da nombre a la pieza, y el otro el que está por detrás de aquel o lo
justifica, o tal vez vice- versa. ¿Cuál es la historia que quiere narrarnos
Süskind4, la del infatigable señor Sommer, o la
del hombre que nos cuenta su vida a través de los momentos en que el destino lo
cruza con él?, ¿Cuántos relatos encierra un relato?, ¿Qué valor tiene en
nuestra vida lo no dicho, aquello que guardamos celosamente para nosotros, y
que no compartimos, como un tesoro que sólo nos pertenece? La cercanía del
actor en el proscenio, los movimientos por un espacio donde cada objeto guarda
su necesidad para la historia, la calidez de la voces que iban sumando la risa,
la emoción, la tristeza, la nostalgia a las sensaciones de un espectador
atento, captado por la figura que se desplazaba coreográficamente por el
escenario, y que provocaba con sus movimientos las imágenes creadas desde la
palabra. La buena conjunción de ésta, con el sonido de extraescena y la
iluminación, producen el volumen, la profundidad de una historia bien contada. En
el amplio espacio escénico, en semicírculo, hay pocos elemento – una escalera,
un sillón, tarros de pinturas, restos de nylon,… - pero de un viejo arcón
parece surgir el “genio” que nos va sumergiendo en un relato de vida, y a
partir del cual cada simple elemento adquiere “vida” propia. Un viaje hacia la
inocencia de la niñez, un pequeño avioncito es la llave para este recuerdo que
Carlos Portaluppi dirige con profesionalismo. Con una subpartitura, fruto de su
larga trayectoria artística en los diferentes medios, lleva al espectador a
reconocerse en algún intersticio del texto dramático. Sus tonos, sus
desplazamientos y sus gestos asumen una corporalidad generada a partir de un
tiempo interior. El espacio real representado podría ser una habitación en
refracción pero es el espacio virtual representando el que surge con más intensidad
a través del arte de contar pequeñas historias. Por ejemplo, al inicio:
En la época en que aún me
subía a los árboles —hace mucho, mucho tiempo, muchos años y décadas: yo medía entonces
poco más de un metro, calzaba zapatos del
veintiocho y era tan ligero que podía
volar —no, no es mentira, yo entonces podía volar (…)
O casi al finalizar el hecho
teatral y mientras resuena el mismo tema musical del comienzo:
Y el murmullo se hacía
más claro y más fuerte, y yo oía la voz del señor Sommer que decía con insistencia: ¡Bueno, pues
déjenme en paz de una vez! ¡Déjenme en paz de una vez…! (…)[5]
Ese cuasi – diálogo
que se genera entre el actor / personaje con el espectador responde, siguiendo
a Karina Mauro, a que:
(…) el actor tiene que responder a muchas
circunstancias durante la función teatral y no sólo a la porción de sentido que
implica la acción narrativa a representar. Es necesario, entonces, un relato
más abarcador que el personaje. Si bien éste constituye un relato que da
sentido a la acción en escena, abarca sólo una parte de todo aquello que se
encuentra presente en la situación de actuación. El personaje se limita tan sólo
a lo representado o a aquello a representar, ignorando los aspectos
profesionales, técnicos, contextuales y circunstanciales del momento de la
Actuación. (2011: 123)
Esta puesta en escena de La historia del Señor Sommer permite al
espectador un recorrido especial, desde lo público a lo privado, desde la
memoria colectiva con la re-apertura de El Picadero a nuestra memoria individual,
pues quién no tiene un pequeño juguete o, mejor dicho, un pequeño secreto de la
infancia.
La historia del Señor Sommer de Patrick
Süskind. Adaptación escénica de Guillermo Ghio. Actuación: Carlos Portaluppi.
Vestuario: Peonia Veloz. Espacio escénico y selección musical: Guillermo Ghio.
Realización Banda sonido: Julián Rur. Iluminación: Adriana Antonutti y Pablo
Armentano. Foto: Gianni Mestichelli. Traducción: Ana María de la Fuente. Asistente
de Ensayos: Susana Pérez. Asistente de dirección: Norberto Portal. Dirección
General: Guillermo Ghio. Teatro El Picadero.
Mauro, Karina, 2011. “Hacia una comprensión Técnica de la Actuación” en La Técnica de actuación en Buenos Aires. Elementos para un Modelo de
Análisis de la Actuación Teatral a partir del caso porteño. Tomo I. Buenos
Aires, Tesis de Doctorado Inédita: (120-127)
1 (H) umoris Dramatis se formó en el
año 1999, para cristalizar la búsqueda de un lenguaje expresivo y de
investigación en el teatro. Está integrado por el director Guillermo Ghio y el
actor Carlos Portaluppi. Su primer espectáculo fue El humor después de los 30, sobre cuentos de Roberto Fontanarrosa que
superó las cien funciones. Luego vinieron: Beckett
Argentinien, El día que siembre adioses, sobre textos de Jorge Luis Borges
y canciones de Atahualpa Yupanqui, El
homosexual (o la dificultad para expresarse) de Copi. También producimos la
“División Internacional” de (H) umoris Dramatis, participando del ciclo
Exilios, en gira por Málaga, Tarragona, Barcelona. Otros de nuestros trabajos
los realizamos en el teatro El Nudo, El
miembro ausente de Ariel Barchilón, Azul
metalizado de Susana Torres Molina, Pedir
demasiado de Griselda Gambaro y El pan del Adiós de Guillermo Ghio.
(Programa de mano)
2 El
edificio emplazado en el Pasaje Rauch (hoy Pasaje
Enrique Santos Discépolo) 1843, fue diseñado en 1926 por el arquitecto Benjamín
Pedrotti para ser usado por una fábrica de bujías. Su fachada podría
inscribirse en el estilo “Florentino”. Su constructor fue A. Carte. Hacia 1920, Don Armido Bonelli era el representante
de las Bujías alemanas Bosch. A causa de la Primera Guerra Mundial,
la marca es expropiada por el Gobierno de EE.UU. y pasa a llamarse American
Bosch: es por eso que la sigla "AB" y la cara del aviador es el logo
que vemos en la salvada fachada. La cara pertenece a "FRITZ", el
personaje de un aviador alemán que era el isólogo de la marca germana original.
(Geo – teatral)
3 Reconstruido tras el
incendio, funcionó durante años un estudio de grabación hasta que en 2001 se
intentó recuperarlo como espacio escénico. Así, el 16 de julio de aquel año se
reinauguró la sala bajo el nombre de El Picadero, con dirección artística del
actor y director Hugo Midón e inversión del empresario Lázaro Droznes, que lo
adquirió en 1991. Se presentaron obras que conjugaban teatro y música, pero
aquellos eran tiempos difíciles y el emprendimiento no prosperó. El lugar tuvo
otros dueños hasta este presente en el que Sebastián Blutrach, exitoso y joven
productor teatral lo adquiere y se lanza a la tarea de conservar su fachada, su
espíritu; y a la vez proveerlo de la más moderna tecnología para presentar
espectáculos de primer nivel. (Geo -
teatral)
4 Patrick Süskind (Ansbach, Baviera, 26 de marzo de 1949) es un
escritor y guionista de cine alemán Hijo del escritor expresionista W. E.
Süskind, desde 1968 a
1974 estudió Historia medieval y moderna en Munich y Aix-en-Provence. Sus
obras giran en torno al aislamiento del individuo en la sociedad, y durante los años 80 colaboró en guiones televisivos. Su
primera obra fue un monólogo teatral titulado El contrabajo, estrenado
en Múnich en 1981, que en la temporada 1984/85 ofreció 500 representaciones,
convirtiéndose así en la pieza de teatro de idioma alemán con mayor duración en
cartel y es hoy en día continuamente repuesta en teatros alemanes e
internacionales. Pero su éxito llegó con su novela El perfume (1985),
traducida a 46 lenguas, entre ellas el latín, rápidamente convertida en un best
seller con aproximadamente 15 millones de ejemplares vendidos y convertida en
éxito cinematográfico del año 2006 por el director Tom Tykwer, después de que,
tras 15 años de arduas negociaciones, Constantin Film asumiera los derechos y
costes de desarrollo (aproximadamente unos 10 millones de euros). Otras obras
suyas son: La Paloma
(1988), La historia del señor Sommer (1991), Un Combate y otros
relatos (1996). (Wikipedia) En la actualidad en la cartelera de Buenos
Aires, junto a La historia del señor
Sommer está El contrabajo con la actuación de Salo Pasik y la dirección de
Jorge A. Gómez.
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