La puesta de Memoria de un Gesto es un ejercicio
escénico donde se ponen en acto los procedimientos teatrales necesarios para
dar sentido desde la parodia a uno de los clímax mundiales más fuertes desde el
punto de vista histórico, la guerra fría, pero desde el género del cine de
espionaje. Las imágenes que surgen como fondo de pantalla de los lugares que
supuestamente están involucrados en los sucesos, Rusia, Francia, Estados
Unidos, Inglaterra, y el mapa en que está dividido el mundo, rojo y azules,
(alguna connotación con nuestro propio y provinciano enfrentamiento allá por
los sesenta es pura coincidencia) que atraviesa los cuerpos de los actores,
consigue a partir de la imagen involucrarlos en la contienda bélica, fría por lo distante, por la aparente paz que la
envuelve. Las presencias intimidantes de los poderes que logran finalmente
vencer sobre los sentimientos humanos, se manejan a partir de gestos vacíos que
sin embargo ordenan y ejecutan desde la vacuidad. Gestos que expresan dobles
intenciones, sentidos cruzados, responsabilidades mundiales que finalmente
están en manos de seres caparazones, pero que de algún modo guardan algo humano
todavía dentro suyo, un gesto de ternura
en su trágica y eterna historia de amor. El texto que a veces suena reiterativo
y complicado, no alcanza a opacar las buenas actuaciones, y el despliegue de
los cuerpos que se mueven con una coreografía estudiada. El dispositivo
escénico crea una atmósfera de irrealidad, de una ficción dentro de otra
ficción, mélange visual y auditiva
entre el Superagente 86 y James
Bond (007). El juego de luces, manchas y sombras sobre el cuerpo de
los actores; muy pocos elemento, salvo grandes cajones y tarimas en constante
transformación para crear el espacio necesario- un bunker, una plaza a orillas
del Sena, una importante oficina diplomática,…Sobreimpresión de imágenes
visuales y auditivas que están muy alejadas de cualquier intento de imitar
alguna realidad, por el contrario es una irrealidad que nos recuerda a los
videojuegos y a los video clips, irrealidad con una temporalidad de velocidad
inusitada. Quizá es una forma de pensar que nuestra mirada siempre está mediada
por diferentes filtros, reales o no, y que hemos perdido cualquier posibilidad
objetividad en el devenir cotidiano. En un mismo espacio escénico hay por
momentos como una superposición de dos espacios ficcionales aparentemente
opuestos: por un lado, donde se aborda un tema como la Guerra Fría pero, por
otro, donde todo sucede, fragmentando las superficies y de manera aleatoria. El
dispositivo lumínico también participa de esta doble espacialidad, o bien
recortando y aislando a los personajes o bien permitiendo el juego visual:
mientras que el dispositivo sonoro irrumpe y fragmenta el discurso verbal. El
desarrollo dramático se torna inestable atrapando al espectador, como un
ordenador digital o un caleidoscopio, en una recepción que no es caótica sino
más bien accidentada, recepción acorde a nuestra sociedad de consumo con el
síndrome de zapping y el vasallaje al
que estamos sometidos por las nuevas tecnologías y la incesante publicidad.
Memoria de un Gesto (Nada extraño)[1] una obra
de Melisa Hermida. Elenco: Ana Scannapieco (Uta); Fernando Sala (Milton); Tulio
Gómez Álzaga (Heistag Guidberg); Magdalena Grondona / Inés Cejas (Diane
Weinger); Fabián Ruiz Verlini (Galo); Mario Bodega (El Primer Ministro Weston
Church) Coreografías: Mariano Balloni. Realización de vestuario: Pamela Peluso
/ Miriam Cabrera. Vestuario y escenografía: Gonzalo Córdoba Estévez.
Iluminación: Omar Posematto. Producción / Asistente de dirección: Fernando
Rodil/ Sebastián Romero. Dramaturgia y dirección: Melisa Hermida. Teatro Timbre
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[1] Es licenciada en Artes Combinadas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Egresada de la carrera de actuación de Andamio 90, continuo sus estudios con Claudio Tolcachir, Luciano Suardi y Guillermo Angelelli, entre otros. Como actriz se desempeñó en obras como Jamón del Diablo, cabaré y Lisistrata, ambas dirigidas por Claudio Tolcachir y representadas en Timbre 4. Como dramaturga y directora realizó junto a Ana Lidejover La única manera (de contar esta historia es con Mandarinas) en El Camarín de las Musas durante los años 2008 y 2009. Actualmente es docente de la escuela de teatro de Claudio Tolcachir, Timbre 4 y actriz de la obra Tercer Cuerpo, escrita y dirigida por Claudio Tolcachir, que se encuentra en cartel en el teatro Timbre 4 y que se representó en más de 17 países y 30 festivales internacionales.
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