miércoles, mayo 11, 2011

La casita de los viejos (1982/2011) de Mauricio Kartún


Vuelvo vencido a la casita de mis viejos,
Cada cosa es un recuerdo,
Que se agita en mi memoria…
Los veinte abriles me llevaron lejos,
Locuras juveniles, la falta de consejos.

La casita de mis viejos de (Cobián y Cadícamo)




María de los Ángeles Sanz


Mauricio Kartún estrena la casita de los viejos1, en un marco por de más significativo para el teatro argentino; Teatro Abierto en su segundo año de vida, en 1982, año también distinto y cargado de una semántica nueva a través de la violencia institucionalizada, legalizada esta vez por una guerra, la de Las Malvinas, aquellas islas lejanas, las hermanitas perdidas, como nos vendía el discurso perverso de la dictadura militar. La lectura de aquella puesta primera, era en ese contexto, un ida y vuelta entre la violencia impuesta desde el afuera y el recuerdo de una manera familiar que no ocultaba su temor y desagrado al distinto, a quien se le ejercía violencia desde el amor, a aquél que necesitaba salir de la claustrofobia de que otros decidieran lo mejor para él. Sin embargo, envuelto en ese modo de ser, el personaje de Rubén, vuelve a ese pasado que lo angustia y que pesa demasiado como para permitirle ser feliz. El trabajo temporal que realiza Kartún, imponiendo un tiempo ido, que además se encuentra con el fracaso de su futuro, se establece a través del desdoblamiento del personaje en el niño y el sesentón. Tema tanguero2 por excelencia, lo que pudo ser y no fue, el dolor de ya no ser. La soledad es la recompensa de aquel que se atreve a contrariar el camino impuesto, y atraviesa la vida a contrapelo de lo que la sociedad considera el “deber ser”. En aquél contexto hablaba también del exilio, el impuesto, y el propio; que añora con un pasado que dejó por intolerable, pero al que sin embargo, vuelve una y otra vez, con el deseo de exorcizarlo, de mutarlo en otro. La puesta que llevaron adelante en el espacio de Liberarte el Grupo Teatral Tedrys3, dirigido por Sergio Bermejo, con un juego escénico que logra a partir de las actuaciones la empatía del espectador, impone la mirada desolada y profunda del texto de Kartún, y lo lleva al límite de un realismo casi expresionista. Las actuaciones tienen momentos de excelencia que logran transmitir, ya no desde la palabra sino desde la gestualidad y el uso del cuerpo, la carga de fracaso resignado de los personajes. Porque si Rubén es el iceberg, aquél que vuelve una y otra vez a un pasado que explique su presente, en ese pasado el fracaso ha atravesado los sueños de todos los fantasmas que lo habitan. La pieza de poca duración, como requería el espacio de enunciación, condesa sin piedad a la memoria, el núcleo de una sociedad, la familia, que fomenta y reproduce la falta de libertad. Pensar, pensar, quien necesita pensar le dice la madre a Rubencito, en uno de esos raccord que construyen la estructura de la obra. Desde aquél mundo del ‘82 hasta hoy, muchos otros fantasmas y fracasos nos acosan, y miles de Rubencitos vuelven su mirada hacia atrás a reencontrase con las promesas incumplidas, con los verdugos de sus sueños, para por fin reconciliarse con sus miedos y apostar hacia delante, hacia el camino a construir.





La casita de los viejos de Mauricio Kartún. Elenco: Gustavo Fracchia, Sergio Bermejo, Alejandra Maiolatesi, Iris Recarte, Silvina Spatzill, Giuliana Regazzoni, Martín Fonseca, Eugenia Sirri. Escenografía: Javier Batalla. Vestuario: Imi Aveiro Buratti. Musicalización: Erika Mendoza. Daniela Domínguez. Asistente de dirección: Silvina Spatzill. Dirección: Sergio Bermejo. Sábados: 19,30.







Kartún, Mauricio, 2006. Escritos 1975-2005. Buenos Aires: Colihue Teatro.







1 Dice Kartun de su obra: En el ’82 llega el concurso de Teatro Abierto y me encuentra sin ganas incluso de volver a escribir. Excusas no me faltan: un trabajo muy absorbente, una mano enyesada, el nacimiento inminente de mi primogénito, y hasta una mudanza postergada por el riesgo de un parto prematuro que condena a mis papeles y libros a un embalaje inaccesible. A un día del cierre del concurso, Mónica –todo panza- deja caer como al pasar su petardo de realidad: “No presentarse va a ser una buena excusa –murmura- para ir a ver después las piezas del ciclo y poder decir sin riesgos: yo escribo mejor que todos esos pelotudos”. Esa noche me siento en un canasto con libros y apoyando la Lettera en otro retomo un boceto para obra corta que se llamará La casita de los viejos. Termino en la madrugada agotado y pleno Nunca más un material saldría tan rápido y fácil. La mañana siguiente nace mi hija Luciana. Esa misma tarde presento la pieza, que será seleccionada, y dirigida por Agustín Alezzo. (Kartún, 2006,96)

2 Luego de completar la escuela primaria y estudiar música en el Conservatorio Williams, Cobián se marchó a la Capital Federal, para probar suerte con su pasión musical. Era apenas un adolescente, pero su nombre se grabaría para siempre entre los grandes creadores del tango. Luego de mucho trajinar, Cobián encontró un ladero de lujo en Enrique Cadícamo, con quien compuso, entre otros temas, los tangos Los Mareados, Nostalgias y La Casita de Mis viejos. Precisamente este último tema da cuenta a esta historia. Porque la letra de La Casita...fue escrita por Cadícamo en referencia a la particular historia de Cobián, quien tras alejarse de Bahía Blanca en 1913 no regresó sino luego de 22 años (!), para visitar a sus padres, en 1935. La historia recién se hizo pública en 1976, cuando en una nota en TV el propio Cadícamo señaló que la letra del tango estaba inspirada en ese hecho. Ese mismo año, un periodista de La Nueva Provincia se acercó al lugar para conocer la de pronto "singular" casona y solo encontró...escombros: había sido demolida unas semanas antes para dar lugar a la construcción de un edificio en altura.

3 Sergio Bermejo en 1998 le de vida a Tedrys con la puesta de la primera obra Papeles. Tres años más tarde el grupo comienza a funcionar como un taller de producción teatral dependiente de la Secretaría de Cultura de Vicente López. La Municipalidad le otorga en 2005 el espacio del Centro Cultural Munro al grupo para que desarrolle su labor de manera estable; más tarde en el 2009, el Teatro York de Olivos. Al año siguiente, algunos de los integrantes son convocados para formar un grupo independiente cuyo primer proyecto era La casita de los viejos.








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