Juan…el mundo afuera es atroz.
María de los Ángeles Sanz
Un espacio conocido, la sala del living de una casa común, una pareja que sentada en el sillón parece dialogar; la mujer tiene un diario guardado en el bolsillo de su pollera, un diario, el lugar donde las palabras escritas suplen a las palabras no dichas. Un diálogo fragmentado, una enunciación que es completada con otra; Carmen dice, y Juan termina la frase o inicia la siguiente; Carmen construye un mundo a través del discurso, narra un real imaginario desde la escritura del diario. En esa disyuntiva, entre la realidad y el hilo delgado de la ficción, Luis Cano coloca a sus personajes, en un espacio acotado del espacio escénico, que deja al espectador espiar el acontecimiento que discurre en él, pero lleva a los actores al límite indiferente de la cuarta pared, sólo transgredido por la mención temporal, antes/después. El living, refugio y cárcel; ¿por qué no salimos nunca? Pregunta Juan a Carmen, mientras ésta intenta atraerlo, de todas las maneras posibles, como una fuerza centrípeta, hacia dentro de la historia e impedirle la salida. La secuencia se reitera con la incorporación de mínimas diferencias, en un relato atemporal, incorporando detalles que abren el sentido al después; miedo a la época, miedo producido por una amenaza constante desde el afuera, en donde la puerta funciona como frontera, el teléfono como simulacro, la vecina y el gato, como misterio. La actriz, Gaby Ferrero, construye con excelencia un personaje que despliega todos los matices posibles para hacerlo verosímil, dentro del imaginario de género. Palabra, gesto, voz, el trabajo con el cuerpo, son herramientas que flexibilizan su máscara hasta confundirla con el rostro; de la persona que actúa, en la actriz que hace de la persona que actúa ante un público único, Juan. El actor, Mauricio Minetti, lleva adelante con justeza e ingenio el difícil papel de ser el partenaire de una actriz, persona /personaje, que intenta a su vez iniciarlo en el mito de la creación permanente, necesaria para escapar de la realidad que se encuentra afuera de esas cuatro paredes. La conjunción de ambas actuaciones logra un entramado sutil que da espesor sígnico al texto. Mundo claustrofóbico y extraño, mundo fragmentado, pequeño cosmos dentro del imaginario de la ¿realidad?, pero que desactiva todas las certezas, las que imperan afuera, para demostrar que otras pueden ser pronunciadas y vividas. La textualidad de Luis Cano está construida con todos los procedimientos del absurdo de amenaza1. Un verosímil interno a la construcción de la realidad, veraz si nos atenemos al género, que aparenta una situación de normalidad cuasi referencial, pero que al mismo tiempo va mostrando situaciones que van poco a poco desestabilizando el todo. Una situación dada que se prolonga hasta el final, personajes que se desdoblan y mantienen diálogos en simultaneidad, discursos que se desmienten en las acciones y los gestos: la secuencia en que Carmen le grita a Juan que la suelte, cuando es ella la que cada vez lo aprisiona más desde el abrazo físico. Un tiempo mítico, que abre y cierra la historia, y que envuelve las secuencias reiteradas en un eterno temporal espiralado. De la misma manera, que en Los murmullos (2002), o en Chiquito (1997), los seres que atraviesan el discurso son a su vez atravesados por éste, de forma que la verdad del acontecimiento queda desestructurada, puesta en duda, multiplicada en los diferentes puntos de vista de cada uno de los participantes de la acción. En cuanto a los elementos técnicos, la iluminación produce la atmósfera justa para el desarrollo de las acciones en su relación simétrica con la música; como por otra parte, el vestuario elegido propone en la figura de Carmen casi una continuación del espacio en su semejanza con el empapelado del cuarto; como si fuera una síntesis de la asimilación que el personaje va adquiriendo con el territorio jaula en el que se refugia. Se puede afirmar entonces que El diario de Carmen es un texto que no tiene fisuras y una puesta que logra que el enunciado y el momento de la enunciación nos atrapen en un tiempo /espacio detenido por el milagro de la actuación.
El diario de Carmen de Luis Cano. Elenco: Gaby Herrero2, Mauricio Minetti3. Dirección de voces: Tian Brass. Espacio: Luis Cano. Realización escenográfica: Víctor Salvatore. Carpintería: Guillermo Manente. Diseño interior, utilería y vestuario: Lorena Ballestrero y Laura Rovito. Iluminación: Mariano Arrigoni. Música: Mega Cisterna Magna. Coreografía: Luciana Acuña. Piezas gráficas: Laura Rovito. Asistencia General: Micaela Piccarelli. Dirección: Luis Cano. Teatro El Kafka.
Pellettieri, Osvaldo, 1999. Una historia interrumpida. Teatro argentino moderno (1949- 1976). Buenos Aires: Editorial Galerna.
1 El absurdo de amenaza se puede definir como: la poética donde se cumplen las reglas obligatorias pero no las optativas del absurdo. Establece cambios especialmente en la introducción, la extraescena realista, y la presencia de limitados niveles de prehistoria. El ejemplo más claro es el teatro de Pinter. Esta variante es una evolución del absurdo como principio estructural de Beckett. (Pellettieri, 1999, 161/164) las reglas obligatorias del absurdo son: la postergación de la trama, y sus procedimientos secundarios eran el conflicto estático y la causalidad indirecta. Esslin- que fue quien creo la denominación “teatro del absurdo” (1966, 315) – sintetizó así esta forma teatral en su peculiaridad a nivel de la intriga y el efecto: el teatro del absurdo, sin embargo, no procede con conceptos intelectuales, sino con imágenes poéticas, no expone un problema intelectual ni da ninguna solución clara que sea reducible a una lección o a una norma ética. Luis Cano posee una rica producción dramática donde sus personajes como afirma Todorov buscan la trascendencia desde la individualidad; en sus historias mínimas, cotidianas, urgidas por el tiempo que corre, los mundos de sus “héroes” son pequeños bunkers donde resguardar una identidad amenazada por la fragmentación y el discurso de los otros; pero sobre todo como en Los murmullos por el discurso de la Historia, que erosiona su presencia real y lo obliga a buscar en su interior una verdad que se escapa siempre, multiplicándose. El pasado que no puede soportarse en lo real, se transforma en ficción: un diario, una pieza teatral, para poder ser asimilado, integrado a un presente que inevitablemente lo contiene.
2 Gaby Ferrero, actriz de teatro, cine y televisión, estudió actuación con Ricardo Bartís, y realizó entrenamiento actoral con Javier Daulte, Alejandro Maci, Pompeyo Audivert, Guillermo Anghelelli, Gustavo Collini Sartor, Paco Jiménez, Alberto Félix Alberto, María del Carmen Sánchez y María Comesaña. Dirección con Juan Carlos Gené. Estudió tango con José Garófalo, Elina Roldán y Alejandro Suaya; Danza contemporánea con Vivian Luz; Técnica vocal con César Rojas; Composición y elementos de rítmica con Alejandro Cervera; Contact Improvisatión con Alma Falkemberg; Escritura con Hugo Correa Luna y Flauta traversa con Oscar Pelusso y Alejandro Santos. Dicta talleres de actuación desde el año 1996; actualmente en el teatro San Martín. Fue nominada para el ACE en el 2010 por su participación en El descenso del Monte Morgan de Arthur Miller, como actriz de reparto.
3 Actor, director y docente teatral. Formado con Hedy Crilla, Julio Ordano, Máximo Salas, Lorenzo Quinteros entre otros. Premio "Trinidad Guevara" como Revelación Masculina por su actuación en la obra El Cuidador de Harold Pinter, dirigida por Lorenzo Quinteros. Participante del VII FIBA con Cascarita No luce ni cierra y del III FIBA con Hormiga Negra. Como docente teatral desarrolló ocho años de actividad en El Doble Teatro-Estudio, que dirigía Lorenzo Quinteros. Coordina ahora sus propios talleres de actuación, y realiza asistencias técnicas en el interior del país.
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