miércoles, mayo 11, 2011

Kadisch para mi madre de Patricia Suárez


No me puedo ir sin decirte…

Quien tiene mujer hermosa,
Que la tenga bien guadrada,
Porque se la lleva el gato
Y el se quedará sin nada.
Y también de la madrugada.
(Canción judeo española)



María de los Ángeles Sanz


Patricia Suárez es una dramaturga de una muy interesante producción que abarca desde la poética realista, con toda su paleta de variables; temáticas que encierran más allá del contexto social, las ínfimas historias que componen la historia verdadera, esa que seres comunes construyen todos los días. Sin embargo, nunca deja de lado como los mandatos sociales o las circunstancias políticas atraviesan las particulares decisiones, y uno puede leer como espectador, que en sus obras el deber social, el compromiso, la herencia atávica rigen nuestros caminos, a pesar de nosotros mismos; como en El tapadito (2005), donde la justicia, que a veces se parece bastante a una reivindicación, cuando se realiza en solitario, es un imperativo para el sujeto de la acción, que tejerá su tela para atrapar en ella a quien la ley ha olvidado, o ciega deja de ver. Mujeres, personajes femeninos que necesitan cumplir con ellas mismas desde la reflexión del pedido ajeno, como los personajes de la trilogía de Las polacas (2002), personajes que construyen un relato para justificar y ocultar una verdad mucha más compleja y simple a la vez, y vencer a pesar de todo. En Kadisch1 para mi madre, una hija debe/quiere cumplir con un rito en el que sólo ella cree, pero que justifica de alguna manera la necesidad de cerrar un capítulo de su vida, en la relación más difícil y complicada que se le puede presentar, la que tiene con la imagen de su madre. La obra es definitivamente una pieza de mujeres, donde tres generaciones saldan deudas, con ellas mismas y a su vez con los hombres que significaron algo en sus vidas; y lo hacen en el momento donde todo parece definitivo. Las secuencias que se desarrollan en el cementerio, se suceden con humor; los chistes, los malentendidos, la música, hasta la aparición del fantasma, trasgreden los encuentros personales, que son fundamentales en la estructura de la puesta. El núcleo se encuentra en el monólogo que la abuela lleva delante de la tumba de su hija en compañía de su nieta, en ese discurso la autora exhibe la sensibilidad que hasta ese momento ha tratado de soslayar, para que la comedia no devenga en drama. Las actuaciones están correctas en su desempeño, se luce Ana María Colombo, como la abuela, pero la dirección no logró armonizar el todo y el fluir de la intriga, aparece fragmentado, detenido por momentos, sin imaginación. La puesta está al servicio de la palabra, del texto dramático y descuida por momentos el uso del espacio escénico. No hay acciones físicas que acompañen el discurso, salvo la inclusión de las serenatas de Boris, y las entradas y salidas de los personajes, que no alcanzan a darle un ritmo que no decaiga, y evite los baches de silencio que a veces se suceden entre secuencia y secuencia. Kadisch para mi madre es un texto necesario en un panorama teatral donde la comedia dramática no es un género muy transitado, y que junto a Volvió una noche (1990) de Eduardo Rovner, plantea relaciones familiares teñidas por las diferencias éticas/ religiosas pero desde el lugar del humor, permitiendo al espectador reflexionar sin angustia, sino reconociéndose en ese lugar producto de una sociedad constituida en gran parte por la inmigración y que debe convivir con el otro, compartiendo sueños y realidades.




Autora: Patricia Suárez. Actuan: Ana María Colombo, Gabriel Molinelli, Jorge Noya, Liliana Simoni, Lorena Tedeschini Fotografía: Andrea di Giovanni. Asistencia de dirección: Maria Marta Garaventto. Prensa: Laura Castillo. Dirección: Pino Siano. Teatro: Actor’ Studio.


1 El Kadisch es una oración fúnebre judía que se realiza el día del entierro, también puede llevarse a cabo al cumplirse el primer año. Recitar el kadish por una persona que no es pariente cercano directo (padre, madre, hijos, hermanos, esposa) no es obligatorio, sino opcional. Lo mismo ocurre con las visitas al cementerio, no es obligatorio, sino opcional. Una persona que tiene los padres vivos, puede recitar kadish, pero únicamente si estos están de acuerdo. (Shulján Aruj Orej Jaim 132: 2, Ramá) Sin embargo, el kadisch no es solamente una oración fúnebre En la sinagoga el lector recita Kadish antes de Barejú (bendigamos), por lo general se lo recita como plegaria por los muertos, pero no lo es en modo alguno. El Kadish se recita varias veces durante el transcurso del servicio en la sinagoga, pero no es recitado siempre por el lector solamente ya que a menudo varios devotos lo recitan juntos. Aquellas personas que están familiarizadas con el idioma hebreo notarán de inmediato que esta plegaria no es en hebreo sino en arameo que es a su vez el idioma del Talmud Bablí (Talmud de Babilonia). La razón es que esta plegaria fue compuesta durante el exilio babilónico cuando los judíos habían adoptado al arameo como idioma cotidiano. El Kadish fue compuesto por los Hombres de la Gran Asamblea (Anshé Kneset Hagedolá), y está basado en Ezequiel y su profecía en el cual el Kidush HaShem, la santificación del Nombre de D-os, es colocado en el centro de la obligación nacional de Israel, sobre lo cual depende la liberación de la nación judía. Kadish significa "sagrado" y comienza con las palabras Yitgadal veitkadash... (Magnificado y santificado sea Su gran Nombre...).




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