lunes, marzo 18, 2013

Noches Romanas de Franco D’ Alessandro (Versión de Oscar Barney Finn)



 


Franco D`Alessandro nació en New York 1967 y  es uno de los jóvenes dramaturgos contemporáneos. Su pieza, Noches romanas, fue estrenada en el Off Broadway en 2002, logrando muy buena repercusión de la crítica especializada; al igual que dos años más tarde en su puesta en Londres. La obra tuvo además fue realizada en diferentes ciudades de Europa como Praga, Moscú y Roma, entre muchas otras. Además hay un proyecto de llevar la pieza al cine. Esta no es la única pieza dramática que Alessandro escribe cuya protagonista es la actriz italiana, en 2012 en Los Angeles se pone Solo Anna, un unipersonal sobre Anna Magnani protagonizado por Lidia Vitale y dirigido por Eva Minemar. La pieza de D’Alessandro en la versión de Barney Finn, cruza dos niveles de acción aquel que tiene que ver con la relación profesional entre los personajes, La Magnani1, Mamma Roma, como se la conocía, y el dramaturgo Tennessee Williams2, atravesado por el que se refiere a la intimidad de una amistad que superaba los contextos adversos de la productores, la crítica y las relaciones paralelas de ambos, y se encontraba en el punto exacto de compartir un mismo sentimiento, el dolor,  producido por la falta de entendimiento que a ambos les ardía en la piel. Duros o refugiados en el alcohol o la droga, uno para el otro eran el espejo en donde ver sus propias almas heridas, y la constante de una fidelidad que soportaba el acecho de cualquier traición necesaria. En un espacio escenográfico donde predomina el blanco, espacio abierto a la extraescena, la propia Roma, desde un figurado balcón, tanto Virginia Innocenti como Osmar Nuñez nos hacen olvidar de sí mismos para en un tiempo otro, sentirnos testigos de los personajes que encarnan. En un afuera sórdido, con historias de lucha sobre la propia tristeza, enemigo más poderoso que los demás, los actores logran crear un clima que nos da la sensación del voyeaur, es decir, de sentirnos privilegiados espías de la intimidad de dos seres tan admirados como vilipendiados. Anna Magnani, fue una actriz sobre todo de cine, del llamado neorrealismo italiano, y muchos de los sucedidos narrados son conocidos para aquellos que disfrutaron de ese período desde el cine o desde el hoy gracias a los favores de la tecnología. Tennessee Williams también es un autor conocido por el espectador teatral habitué, ya que sus obras tienen numerosas puestas en el teatro de Buenos Aires, al igual que la edición de sus textos y los escritos diversos sobre su obra son incontables. Pero ese conocimiento previo no agrega nada a la emoción que la pareja de actores produce cuando lejos de los monólogos que forman parte de la estructura de la puesta se rinden al duelo del encuentro personal y despliegan una maravillosa paleta de matices. Virginia Innocenti es una actriz de fuerte temperamento y claridad interpretativa que puede llevar adelante personajes de carácter visceral con soltura como cuando encarnó el personaje de Tita Merello en Se dice de mí (2011) Con la misma gestualidad contenida, sin desbordes logra comunicar la figura evocada en  Noches romanas,  no desde el afuera sino atravesando la subjetividad y componiendo a su Anna, desde la profundidad de la comprensión. Osmar Nuñez compone un Tennessee que va creciendo en calidad interpretativa a medida que transcurre el tempo de la intriga, y el presente de la enunciación. Desde el dispositivo escénico, la distribución plástica de los muebles en equilibrio y la presencia sobresaliente sobre el fondo –en la pared- de la ciudad de Roma nos muestra la impronta de ésta. Noches Romanas desde su título, en tanto aglutinador sémico, nos ubica en Roma porque “Magnani era Roma”. El espacio escénico a la manera del marco de un cuadro, por su fuerza centrípeta y por la fuerza visual de la composición en la profundidad de campo, necesariamente, focaliza nuestra mirada y, a la vez, transmite la interioridad de ambos personalidades que supieron ser apasionados del arte y de la vida. Una puesta en escena simbólica, con mínimos elementos, y con otra presencia fuerte como es la del alcohol –un pequeño barcito que es desplazado en varias oportunidades. La música es incorporada sin sumisión al texto poético y une algunas escenas sin sobresaltos, creando el clima con algunas canciones napolitanas. El hecho teatral va construyendo un perfecto canevas con trozos pertenecientes al cine y al teatro, a los momentos de esplendor y, también, a los momentos de ocaso de ambos. Al dejar la Sala cada espectador se lleva un poquito de Anna y de Tennesse, ya sea en el recuerdo de una imagen de Roma città aperta, de Roberto Rossellini (1945) Mamma Roma, de Pier Paolo Pasolini (1962), ya sea en una frase de A Streetcar Named Desire (1947) o de The Rose Tattoo (1951). Un recorrido íntimo y sin fisura que solo se puedo lograr cuando en un texto espectáculo todos los sistemas significantes encastran con precisión y profesionalismo.









Noches romanas de Franco D’Alessandro. Versión y dirección: Oscar Barney Finn. Elenco: Virginia Innocenti y Osmar Nuñez. Escenografía: Alejandro Mateo. Vestuario: Mini Zuccheri. Luces: Eli Sirlin. Música: Diego Vila. Producción: Martín García - Georgina Rey. Asistencia de producción: Javier Huaro. Fotografía: Estudio Heinrich Sanguinetti. Asistencia de dirección: Mónica Benavides. Sala Solidaridad. Centro Cultura de la Cooperación.















Algunos datos son de la nota “Noches romanas” en el blog Buenosocios.





1Anna Magnani (1908/ 1973) Se convirtió en la gran actriz italiana de posguerra y trabajó con los mejores directores italianos y extranjeros. Su personalidad cinematográfica se puso de manifiesto en papeles de mujer fuerte, representación de los valores de la mujer italiana y personificación de la mamma a la manera clásica. Uno de los mejores ejemplos de sus trabajos en este registro fue Bellísima (1951), de Luchino Visconti, donde interpretó a la madre que desea que su hija pequeña se convierta en una actriz de cine. Su enorme versatilidad le permitió elegir proyectos más arriesgados dentro y fuera de Italia, como La carroza de oro (1952), de Jean Renoir, una de las más atípicas películas de su director que cuenta las peripecias de una compañía teatral del Siglo XVIII en América del Sur. Su primera película en los Estados Unidos fue La rosa tatuada (1955), de Daniel Mann, adaptación de la obra homónima que Tennessee Williams, su amigo personal, escribió para que la Magnani la estrenara en Broadway. Fue galardonada con el Oscar de la Academia a la Mejor Actriz y con el Globo de Oro y el premio de la crítica de Nueva York por su interpretación de la viuda Serafina Delle Rose, que mantiene un apasionado romance con un camionero interpretado por Burt Lancaster. Trabajó desde entonces de forma regular en Hollywood sin dejar de lado las producciones italianas. Recibió el Oso de Plata a la Mejor Actriz del Festival de Berlín y fue nominada al Oscar por segunda vez por su interpretación en Viento Salvaje (1957), de George Cukor, un melodrama que protagonizó junto a Anthony Quinn. Entre lo mejor de sus últimos trabajos destacó poderosamente Mamma Roma (1962), de Pier-Paolo Pasolini, en la que interpretó a una prostituta entrada en años que intenta cambiar su vida y reunirse con su hijo adolescente tras años de separación. Heredera directa y al mismo tiempo homenaje al neorrealismo, Mamma Roma fue la segunda película de Pasolini y pudo rodarse gracias al apoyo de una estrella como Magnani en un papel escrito para ella. La actriz redujo notablemente su actividad profesional durante los años sesenta y sus apariciones en el cine fueron cada vez más escasas. Se dedicó sobre todo al teatro y a la televisión. Roma (1972), de Federico Fellini, film a caballo entre el documental y la ficción en el que aparece brevemente haciendo de sí misma, fue su último trabajo en la pantalla grande. Anna Magnani falleció a causa de un cáncer de páncreas. Convertida en un verdadero símbolo nacional, su entierro provocó una concentración popular en Roma sólo superada por los honores reservados a los papas. Sus restos descansan en el mausoleo familiar de su amigo Roberto Rossellini. (Biografías y vidas, facebook)

2 Tennessee Williams (de nombre auténtico Thomas Lanier Williams) nació en Columbus, población del estado de Mississippi (Estados Unidos), el 26 de marzo de 1911, pero pasó su infancia en la localidad de Saint Louis, Missouri, ciudad a la que acudió cuando tenía siete años. Williams era hijo de Edwina Dakin Williams, hija de un sacerdote, y Cornelius Coffin Williams, comerciante de una fábrica de zapatos.
Se licenció en 1938 en Filosofía y Letras por la Universidad de Iowa, tras pasar primero por la Universidad de Missouri, en donde se había matriculado en la carrera de periodismo. Tras desempeñar diversos oficios Williams alcanzó su primer triunfo en Broadway con la obra “El zoo de cristal” (1945), título que ganó el premio de la crítica teatral de Nueva York. Anteriormente había intentado estrenar sin éxito “Batalla de ángeles” (1940). Tras “El zoo de cristal” Tennessee Williams, influido por escritores como D. H. Lawrence o Anton Chejov, se revelaría como uno de los grandes dramaturgos estadounidenses de posguerra, con obras teatrales ambientadas en escenarios sureños y protagonizadas por personajes decadentes en conflicto psicológico, marcados por la frustración vital y la extrema pasión física y emocional exhibida en sus relaciones. Entre sus mejores obras destacan “Un tranvía llamado deseo” (1947), “Verano y humo” (1948), “La rosa tatuada” (1951), “De repente, el último verano” (1950), “La gata sobre el tejado de zinc caliente” (1955) o “Dulce pájaro de juventud” (1959).Por “Un tranvía llamado deseo” y “La gata sobre el tejado de zinc caliente” Tennessee Williams lograría ganar sendos premios Pulitzer. En 1947 Williams, cuya homosexualidad fue destapada en su libro “Memorias” (1975), conoció y se enamoró de Frank Merlo. Merlo moriría de cáncer en 1961, sumiendo al escritor en una profunda depresión de la que jamás se recuperaría mentalmente, declive físico y mental agrandado por su adicción a las drogas y el alcohol y su tendencia a sufrir ataques de pánico. A partir de los años 60 sus trabajos escénicos le reportaron menos éxito que sus títulos precedentes. Algunas de sus obras a partir de está década fueron “La noche de la iguana” (1962), “El tren lechero ya no para aquí” (1964) o “En el bar de un hotel de Tokio” (1972). Además de obras teatrales Tennessee Williams escribió libros de relatos, como “Un brazo y otros relatos” (1948) o “Caramelo fundido” (1954), novelas, como “La primavera romana de la señora Stone” (1950) o “Moisés y el mundo de la razón” (1975), guiones cinematográficos, como “Baby Doll” (1956), o poesía, como “En el invierno de las ciudades” (1956). Tennessee Williams falleció en Nueva York el 25 de febrero del año 1983, cuando residía en el Hotel Elysee. Tenía 71 años y había aparecido muerto con la tapa de un frasco de seconal en la boca. (alohacriticón, 8/1/2010)


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