¡Qué complejo es el tiempo, y sin embargo, qué sencillo! Ahora estoy sentada en el sillón de Viena, en el living, y puedo ver la sombra de Leopoldo que se desviste en el cuarto del baño. Parece muy sencillo al pensar “ahora”, pero al descubrir la extensión en el espacio de ese “ahora”, me doy cuenta enseguida de la pobreza del recuerdo.”(Juan José Saer)
Azucena Ester Joffe, María de los Ángeles Sanz
Querida Elena es un espacio atravesado por la magia del arte, y se respira desde el ingreso un aroma a lugar distinto donde el tiempo suspendido aleja por un momento, trágicamente cronológico, al espectador de la realidad cotidiana para sumergirla en un tiempo/espacio otro, tan real y tan onírico como la puesta del texto de Saer1 y su propia escritura, siempre en el límite entre lo real y la ficción; escritura que no sólo relata sino reflexiona sobre sus propio relato, escritura local desde su Santa Fe natal, pero desconocida porque no narra desde la descripción objetivada, sino desde el pulso latente de una subjetividad expuesta, Irina Alonso2 ofrece una lectura de la textualidad de Saer para, desde la femineidad de su mirada, exaltar la subjetividad de la escritura. Alguien desde el presente discute, observando los movimientos del otro a través de la sombra proyectada en un vidrio, la calidad del tiempo que es casi simultáneamente un ahora y un antes inmediato; pero tras esa reflexión que forma parte del universo saereciano, tal vez legado de un Borges acuciado por lo temporal, entre laberintos, espejos, similitudes que regresan en su diferencia, es decir para el Borges de los cuentos de Historia Universal de la Infamia, o del ensayo de Historia de la Eternidad. El espacio de la sala permite a la actriz hacernos, por su disposición, describir al espectador los espacios del discurso; el baño donde Leopoldo despierta su memoria y sus fantasías sexuales, la universidad y el restaurante, lugar de la humillación en la mirada escrutadora de Tomatis, el campo donde la revelación del desplazamiento amoroso es un instante de impudor; la sala de espera del médico que Susana, la hermana /rival está en una tarde de verano mientras ella espía a su cuñado bañándose, el afuera de la casa, tras la puerta que da al patio. Lugares construidos por la voz de Irina Alonso, en un primer momento de forma contenida, sin arriesgar la sensibilidad que la va envolviendo desde las palabras, para luego ir construyendo en escena, finalmente con acierto, el personaje que desnuda prenda por prenda su paleta de sentimientos. Cuando una obra cambia de soporte siempre exige un recorte y un punto de vista distinto, donde confluyen, se acercan o se distancian ambos artistas; en este caso Saer/Alonso se yuxtapone siendo ambas obras una expresión artística sí misma. La propuesta estética de Alonso logra recrear la atmósfera que el texto primero –el cuento- ha creado, y nos sumergimos como los lectores en ese tiempo real y, a la vez, onírico de la poetisa Adelina Flores, una mujer de cincuenta y seis años. Pero, lo más interesante del texto segundo –el espectáculo- es de que forma da cuenta a través de la voz, de la mirada, de los gestos y de los desplazamientos de la actriz del juego ficcional del mundo saereciano. La protagonista –en ambos textos- relata un tema, luego lo interrumpe pero vuelve y lo desarrolla. Así el tiempo y el espacio estallan sin un orden lógico: en una calurosa noche donde casi “no pasa nada” la poetisa en su mecedora a través de su relato realiza saltos espacios-temporales casi imposibles de asir. La imagen final, remarcada por la iluminación sólo sobre el rostro femenino, es el mejor ejemplo del dicho anterior; el espacio interior, en tanto la visión del escritor/dramaturgista/personaje emerge en la voz pausada como un grito en silencio:
La voz que escuchamos sonar desde dentro es incomprensible, pero es la única voz, y no hay más que eso, excepción hecha de las caras vagamente conocidas, y de los soles y de los planetas.
(Juan José Saer)
Sombras sobre vidrio esmerilado, versión libre del cuento homónimo de Juan José Saer. Actriz: Irina Alonso. Asistente de dirección: Andrea Costantini. Diseño de luces: Eduardo Spindola. Peinado: Alejandro Granado. Asesoramiento visual y diseño gráfico: Daniela Torta. Producción: Leticia Hernando. Dirección: Irina Alonso. Espacio: Querida Elena (sencillas artes).
http://irinaalonsoactriz.blogspot.com
http://www.irinaalonso.blogspot.com
http://www.encuentro.gov.ar/Content.aspx?Id=147
http://www.educ.ar/educar/site/educar/Entrevista%20a%20Juan%20Jos%E9%20Saer.html?uri=urn:kbee:eebc3be0-35f7-11dc-81e7-00163e000024&page-uri=urn:kbee:ff9221c0-13a9-11dc-b8c4-0013d43e5fae
http://www.revistaalambre.com/Articulos/ArticuloMuestra.asp?Id=26
1 Juan José Saer nació en Serodino (Provincia de Santa Fe) el 28 de junio de 1937. Fue profesor de la Universidad Nacional del Litoral, donde enseñó Historia del Cine y Crítica y Estética Cinematográfica. En 1968 se radicó en París. Su vasta obra narrativa, considerada una de las máximas expresiones de la literatura argentina contemporánea, abarca cuatro libros de cuentos –En la zona (1960), Palo y hueso (1965), Unidad de lugar (1967), La mayor (1976)– y diez novelas: Responso (1964), La vuelta completa (1966), Cicatrices (1969), El limonero real (1974), Nadie nada nunca (1980), El entenado (1983), Glosa (1985), La ocasión (1986, Premio Nadal), Lo imborrable (1992) y La pesquisa (1994). En 1983 publicó Narraciones, antología en dos volúmenes de sus relatos. En 1986 apareció Juan José Saer por Juan José Saer, selección de textos seguida de un estudio de María Teresa Gramuglio, y en 1988, Para una literatura sin atributos, conjunto de artículos y conferencias publicadas en Francia. En 1991 publicó el ensayo El río sin orillas, con gran repercusión en la crítica, y en 1997, El concepto de ficción. Su producción poética está recogida en El arte de narrar (1977), paradójico título que expresa, quizás, el intento constante de Saer por –según sus propias palabras– "combinar poesía y narración". Ha sido traducido al francés, inglés, alemán, italiano y portugués.
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