viernes, noviembre 26, 2010

Ofensa1(Esta historia suya) (1968/2010) de John Hopkins2

Un texto potente y duro, una puesta para admirar la potencia de la actuación.



Maria de los Angeles Sanz


¿Quién es el sargento Johnson; el hombre violento que le niega a su mujer un lugar de intimidad en su vida, o un ser atravesado por la violencia desde su niñez, que no soporta más el mundo de suciedad, dolor y muerte que lo rodea? ¿Quién es Baxter, un violador y asesino de niñas inocentes, o un honrado ciudadano común, que vive con su mujer y su pequeña hija? Hopkins nos deja en el límite de saber quienes son sus criaturas, tal vez con el propósito de que nos interroguemos sobre quienes somos nosotros mismos y cuanta violencia encierra nuestra vida, siempre a punto de estallar. La dirección de Marcelo Velázquez propone desde la puesta de la textualidad dramática mantener la indeterminación que el autor presenta y revitalizar la palabra a partir de un juego escénico que construye la fuerza necesaria para llevar al borde del abismo a sus personajes. Lo hace con economía de recursos pero potenciando la capacidad escénica de los actores que ponen el cuerpo en el sentido más literal de la palabra. Las acciones se suceden en un espacio que está prácticamente ocupado por dos escritorios ubicados en L y que permiten desplegar la proxemia en los sucesivos enfrentamientos: entre los esposos, John (Marcelo Bucossi), y Maureen (Mercedes Fraile); entre el comisario Cartwright (Alfredo Martín) y el sargento Johnson; entre éste y Baxter (Daniel Goglino) Cuando el sargento se enfrenta a su mujer, una sometida mujer que sin embargo parece necesitar de ese dolor para saberse viva, y al detenido en una clara relación dominador – dominado, los personajes se sitúan en el lugar de la unión de ambas mesas, acortando el espacio entre ambos en una cercanía peligrosa y violenta. Cuando el personaje se enfrenta al comisario, la disposición espacial es diferente; Johnson en una de las puntas de la mesa, solo, abatido; mientras el comisario ocupa el primer escritorio, firme y con autoridad; de esta manera la dirección marca la distancia entre el poder de uno y la fragilidad  del otro. Al mismo tiempo, esa forma de ubicación espacial permite a los actores desplazarse recorriendo su superficie y en algunos momentos, el escritorio, es lo único que los personajes tienen para sostenerse ante el fluir de los acontecimientos. El texto se encarga en todo momento de jugar con los estadios del poder, y darnos a entender que el rol que cada uno ocupa en esta sociedad signada por la arbietraridad y el dolor cambia, sin que podamos la mayoría de las veces ser  dueños de nuestros actos. Las actuaciones excelentes, atravesadas por la textualidad de Hopkins, dan carnadura a sus atormentados seres de una manera tan eficaz que el espectador no logra un respiro durante toda la extensión de la trama. A partir de las acciones físicas las palabras toman las tres dimensiones de su espesura, y nos permiten sentir, no escuchar, sino vivir la emoción que desde esos cuerpos en escena atraviesa el espacio escenográfico. Hopkins cree en un teatro donde la palabra tiene peso específico y apuesta a su valor de intimidación para llegar a bucear en el subconsciente de todos y cada uno de los integrantes de la platea, utilizando los significantes como un duro golpe hacia la condensación semántica de la pieza. Es por eso, que un texto que ofrece sus criaturas con esa carga de sombra, en el sentido jungiano3 de la palabra, necesita actores capaces de construir visceralmente a sus personajes. Los actores que llevan adelante la dureza de sus palabras lo son sin lugar a dudas. Este duelo actoral es una clase magistral para quienes necesitan ver en acto aquello que la teoría enuncia; como un texto de largos parlamentos no es un obstáculo para lograr una tensión dramática que prefiguran las palabras pero que sólo tendrá su efecto intimidante sobre el espectador en el cuerpo insustituible del actor. La vieja ceremonia teatral se vuelve nuevamente rito en el presente único de la representación4 y crece recordándonos la violencia de lo real, a partir de instalarnos en un tiempo y espacio que construye una realidad íntima, que involucra al espectador como testigo absoluto.  










Ofensa (Esta historia suya) de John Hopkins. Elenco: Marcelo Bucossi, Mercedes Fraile, Daniel Goglino, Alfredo Martín. Diseño de iluminación: Alejandro de Roux, Diseño y realización de escenografía: Ariel Vaccaro. Diseño de vestuario: Carla Desiderio. Dirección general: Marcelo Velázquez.







Jung, Carl. G, 2000. Tipos psicológicos. Buenos Aires: Editorial Sudamericana.

Luc Nancy, Jean, 2006. La representación prohibida. Seguido de La Shoah, un soplo. Buenos Aires – Madrid: Amorrortu editores. 











 




1 That  story of yours es el título original de la pieza adaptada por Fernando Masllorens y Federico González del Pino. El programa de mano dedica la puesta a dos actrices de histórica trayectoria en el espacio de Andamio 90,  Alejandra Boero, su fundadora, Rita Armani, actriz y docente de la escuela, que fue además quien llevó adelante el rol de Maureen en la anterior versión de la obra en 1995. En el año 20 del aniversario del Teatro – Escuela, la puesta de Ofensa es un merecido homenaje a la trayectoria del teatro y a las actrices que hicieron posible aquél acontecimiento escénico.

2 John Hopkins (1931 – 1998) es un autor y guionista inglés que escribe su primera obra teatral That story of yours en 1968 y llevada al cine con el título de The offence en 1972.  Contemporáneo de John Osborne, se caracteriza por construir personajes que despliegan en el mundo pequeño de lo doméstico, la violencia contenida que reciben en el afuera a partir de una sociedad que no les reconoce sus valores, y la violencia contenida desde una historia que repite estereotipos familiares. Los personajes femeninos de ambos, suelen ser también sujetos violentos, sólo que guardan las apariencias y sostienen una situación que las humilla porque aún no han encontrado tampoco su lugar en el mundo; enfrentadas como están a los viejos valores contra los que proponen una posición nueva para la mujer. El año de su estreno es por demás significativo en la lucha por la liberación del ser humano en todos los sentidos, y en la búsqueda de la verdad más allá de toda apariencia. 

3   C. G. Jung expone su teoría de la sombra, como aquello  que acompaña a cada uno de los seres humanos, sombra, es decir, nuestro lado oscuro, aquello que no queremos reconocer en nuestras acciones y pensamientos pero que si vemos con claridad en el accionar y decir de los otros. Como una proyección de nuestra propia oscuridad volcamos en los demás todo lo reprimido y no deseado de nuestra personalidad. El autor utilizó este término de dos modos diferentes. Por un lado, se puede definir como la totalidad de lo inconsciente. En segunda instancia, Sombra designa al aspecto inconsciente de la personalidad, caracterizado por rasgos y actitudes que el Yo consciente no reconoce como propios.
En este segundo sentido, la Sombra es la parte inferior de la personalidad, la suma de todas las disposiciones psíquicas personales y colectivas que no son asumidas por la consciencia por su incompatibilidad con la personalidad que predomina en nuestra psique. Estos contenidos rechazados no desaparecen, y cuando cobran cierta autonomía  se constituyen en un agente antagonista del yo, que mina los esfuerzos de éste. Como afirma Jung: “Lo inconsciente, cuando no es hecho consciente, está siempre actuando, como es sabido, en extender sobre todas las cosas una falsa apariencia: siempre se nos aparece en los objetos, pues todo consciente es proyectado” (2000, 159) Por otra parte, en la conciencia también se produce en ocasiones una sensación de desequilibrio.

4 Como afirma Luc Nancy: “La representación no es un simulacro: no es el reemplazo de la cosa original; de hecho, no se refiere a una cosa: o es la presentación de lo que no se resume en una presencia dada y consumada  (o dada consumada), o es la puesta en presencia de una realidad  (o forma) inteligible por la mediación formal de una realidad sensible.” (2006,30) El re- del término “representación” no es repetitivo, sino intensivo (para ser más precisos, el valor inicialmente iterativo del prefijo re- en las lenguas latinas se transforma a menudo en valor intensivo o, como a veces se dice, frecuentativo)”. La repraesentatio es una presentación recalcada (apoyada en su trazo o en su destinación: destinada a una mirada determinada). 

















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