En El desprecio se reúnen nuevamente algunos de los integrantes que le
dieron cuerpo a Persona: Marcelo Saltal,
Paulo San Martín, y el director Galo Ontivero. Como en aquella oportunidad, la
puesta hoy llevada adelante en el Tadrón, establece una mirada aguda sobre las
relaciones humanas, sobre el amor, la soledad, la muerte. Sin embargo, otros
elementos se suman a aquellos: el arte, el teatro y sus límites para lograr la
felicidad de sus gestores y para que el espectador se realice un interrogante
por el borde labil entre la verdad y la ficción. Los personajes son actores de
un proceso que es la concreción de un hecho teatral, desde todos los ángulos
que se necesitan para lograrlo: los actores, el dramaturgo, el director y su
asistente. Pero además, mantienen entre ellos relaciones íntimas que los
involucran en una segunda historia que subyace a la textualidad que intentan
construir. ¿Cuál de los dos relatos es el principal? ¿El qué intentan producir
para sobrevivir como compañía, y que les permite continuar con su trabajo; o el
relato que introduce diferentes variables: el amor y la felicidad; el amor y el
hastío; la fidelidad y la traición? Con algunas actuaciones que no siempre
logran encontrarle la voz a sus personajes, se destacan las perfomances de Paulo
San Martín, Sofía Dunayevich Daly y Marcelo Vilaro, con intervenciones que
logran participar al espectador la interioridad de sus emociones. La pareja que
conforman el dramaturgo y el actor, que vive una crisis en paralelo a la que
sufren el director y la actriz, mantiene un diálogo entre cínico y amoroso, muy
bien logrado. El dramaturgo firme en la defensa de su condición, severo en el
respeto de la palabra escrita, inmoviliza la labor de un director que abatido
por su propio conflicto interno no acierta con el mejor método para llevar
adelante el proyecto en común. Marcelo Saltal, y Ana Clara Schauffele, en su
doble condición de actriz / director y pareja que lleva diez años de matrimonio,
por momentos no consiguen que sus criaturas transmitan la intimidad que
transitan desde el discurso; mientras que si logran expresarse cuando no se
enfrentan en el diálogo. Así sucede con el momento en que Saltal toma el lugar
de la actriz, y consigue transfigurarse en una otra que narra la muerte y nos
comunica la del guión y la propia, la que sufre el director devenido actor,
cuando asume que el amor que sentía, ya no existe. El ritmo en crescendo que
pudiera surgir del texto dramático por el agotamiento de las relaciones
personales pareciera no corporalizarse en el espacio lúdico, tal vez porque falta
algo más que cuerpos en tensión y voces airadas para crear la atmósfera claustrofóbica
que, por momentos, sólo queda en el nivel del discurso verbal. En el reducido
espacio escénico numerosos elementos que tienen que ver con la actividad
teatral – del vestuario, de la escenografía, del maquillaje,…- están dispersos
por doquier creando un clima de tensión e inestabilidad, propio de una sala de
ensayo. Mientras, el vino va encadenando el relato entre estos constructores
del artificio teatral, como si fuera el vino el único medio para evadir la
cotidiana realidad, que concluye consumiendo a cualquier instancia de la
creación artística. Crisis, Ontivero pone en el presente de la acción una
crisis que se confunde entre lo teatral y lo vivencial, y en una década de
múltiples interpretaciones y búsquedas de sentido, como la década del ´80.
El desprecio de
Galo Ontivero. Elenco: Marcelo Saltal, Ana Clara Schauffele, Paulo San Martín,
Marcelo Vilaro, Sofía Dunayevich Daly. Diseño de Iluminación: Claudio
del Bianco. Asistencia de Iluminación: Verónica Lanza. Vestuario y Escenografía: Pía
Drugeri. Fotos y Diseño Gráfico: Sol Blanco. Producción: Grupo Faro.
Asistencia Técnica de Dirección: Esteban Neira. Asistencia Artística de Dirección: María
Florencia Horak. Dirección: Galo Ontivero. Tadrón Teatro.
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Gracias Azucena y María de los Ángeles por el lúcido comentario. Un abrazo enorme.
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