jueves, agosto 30, 2012

El Niño con los Pies Pintados de Diego Brienza y Laura Fernández


Y por sobre todo te agradezco a vos (que no se tu nombre por secreto profesional), a ese niño que fuiste y que hoy, ya mayor, estarás en algún lugar de este mundo. Para vos, que nunca tuve la posibilidad de conocerte, es esta obra que, espero, puedo mostrar aunque sea minímamente lo maravilloso y valiente que sos.” 
D. Brienza

El abuso sexual infantil constituye un tema muy difícil de abordar desde nuestro lugar como individuos en la sociedad contemporánea. Pero más complejo aún es teatralizar esta problemática por demás espinosa en la cual intervienen numerosos factores, desde la familia hasta las diferentes instituciones, que de cierto modo dificultan y ocultan la real situación de los niños ultrajados. Combatir la invisibilidad o el silencio sobre estos atroces hechos requiere de un arduo trabajo desde el sitio que cada uno de nosotros ocupa, y ojalá todos aceptemos el desafío planteado por El Niño con los Pies Pintados. Quizá por el entrecruzamiento de las distintas miradas, producto de la co-autoría del texto dramático, el texto espectáculo logra, sin caer en golpes bajos, poner al espectador en un estado de alerta y de concientización para se pueda lograr el marco legal necesario y prevenir, erradicar, esta dolorosa e inexplicable situación. El Teatro Independiente Abasto Social Club tiene algo de íntimo y acogedor, espacio alternativo que alberga tanto obras de teatro como diversas disciplinas artísticas[1]. Cuando ingresamos a la Sala “el pobre chico”, como es llamado en distintas oportunidades, está sentado en el centro del amplio espacio escénico; con su cuerpo inmóvil y relajado parece observar el ingreso del público, con la mirada inocente y rebelde de un niño, aunque por momento esa mirada tiene mucho de culpa y de vergüenza, buscando la complicidad del otro. Marcelino Bonilla construye a su personaje desde un tiempo interior, un tiempo que corresponde a la amnesia psíquica y emocional de cualquier “pobre niño o niña”. Este estado de quietud no significa falta de emoción, siguiendo a Bernard:

La emoción es […] una forma de adaptación al medio y, más específicamente, a los demás; es una forma intermedia entre la primitiva y mecánica de los automatismos y la más elaborada e intelectiva de las representaciones. Esta adaptación emocional es esencialmente de origen postural y su núcleo es el tono muscular. [..] En suma: la función tónica del cuerpo es la función primitiva fundamental de la comunicación y del intercambio: es ante todo diálogo verbal, pues el cuerpo del niño, en virtud de sus manifestaciones emocionales, establece con su mundo circundante […] “un dialogo tónico. (1985:52-53)

El Niño nos permite escuchar lo que dice su cabeza sólo cuando él así lo desea, momento en que sus fantasías surgen, por ejemplo, cantando al estilo de Elvis Presley con flores amarillas en la mano y acompañado por varios personajes femeninos, o volando junto a Superman como si él fuera Juan Salvador Gaviota animándose a volar. Estas escenas musicales y oníricas podrían pensarse como uno de los niveles en el cual se desarrolla la intriga. Otro nivel es el entorno familiar con elementos del realismo; el tercero, las diferentes instancias – la empleada de subsidios, la psicopedagoga,…– que de alguna manera también someten al Niño emocionalmente, con elementos del absurdo que otorgan humor y un momento de respiro para el espectador. El cuarto nivel sería el espacio del público, porque constantemente se lo interpela a partir del discurso verbal y gestual, en especial, desde el discurso de la doctora y del médico que intentan dar una explicación al estilo de las ciencias duras a un hecho por demás sintomático y vivencial. Por ejemplo, explicar en el eje diacrónico los hechos cotidianos y en el eje sincrónico aquellos sucesos extraordinarios que dejan huella según su categorización. El dispositivo escenográfico con pocos elementos, por un lado, y la iluminación básicamente a partir del empleo de luz cenital, por otro, logran armonizar y encastrar perfectamente los tres niveles que se desarrollan en el espacio escénico, sin  saturación visual. Como si fuese un gran caleidoscopio de tres espejos que nosotros podemos ir girando, surgen así imágenes y formas diferentes pero fuera de nuestro control emerge el núcleo duro de la historia: “el pobre niño”; quien sigue ahí sentadito como esperando nuestra respuesta a la propuesta de que cada uno de nosotros le otorguemos un nombre y una edad. Todo el elenco, con profesionalismo, construye a cada personaje en un intento de distanciar al espectador, distanciamiento necesario para la representación escénica de un tema tan traumático. El hecho espectáculo parece ir más allá de la propuesta de Brienza / Fernández, en los pequeños intersticios la realidad se filtra y rasga la ficción, nos conmueve a pesar de toda la teatralidad, a pesar  de la espesura del signo teatral construido en el espacio escénico.    




El Niño con los Pies Pintados de Diego Brienza[2] y Laura Fernández[3]. Actúan: Marcelino Bonilla, Mar Cabrera, Lucrecia Gelardi, Laura Lina, Horacio Marassi, Pamela Marmissolle, Mauro Telletxea, Daniela Donschik, Meli Kuperman, Maia Menajovsky, Gabriela Perisson, Vanina Salomón. Coreografía: Maia Menajovsky, Federico Borensztejn. Diseño Gráfico: Bárbara Delfino. Escenografía y Vestuario: Cecilia Zuvialde. Diseño y Realización de Objetos: Víctor Salvatore. Diseño de Iluminación: Sandra Grossa. Prensa: Carolina Alfonso. Asistencia de Dirección: Yasmín Sapollñik. Dirección: Diego Brienza. Teatro Independiente Abasto Social Club.











Bernard, Michel, 1985. “La emoción como función tónica” en El Cuerpo. Un fenómeno ambivalente. Buenos Aires: Paidós.










[2] Diego Brienza se formó como actor en la Escuela Municipal de Arte Dramático. Realizó la carrera de Pedagogía Teatral en la Escuela de Artes Teatrales y la Licenciatura en Dirección Teatral en el I.U.N.A. Dirigió Una familia dentro de la nieve, de Guillermo Arengo; Galette surprise et son coulis de fruits rouges… de Laura Fernández; Luisa, de Daniel Veronese; Meterte en el agua es la leche, de Guillermo Arengo y Pequeñas historias en formato de Hotel,  cuatro autores. Como actor participó en Cien pedacitos de mi arenero, de Laura Fernández, dirigida por Laura Fernández y El Montañés, de y dirigida por Guillermo Arengo, entre otros trabajos. Participó en 2010 como expositor del ciclo Yo lo escribo yo lo dirijo, coordinado por Luis Cano en Argentores del Segundo Encuentro de Jóvenes Dramaturgos Latinoamericanos organizado por el Proyecto Pluja en Unquillo Córdoba. Actualmente dicta clases de actuación. (Según la gacetilla de Prensa) 
[3] Laura Fernández en la actualidad prepara su tesis para la graduación en la Licenciatura en Dirección Escénica del Departamento de Artes Dramáticas del Instituto Universitario Nacional del Arte. En 2010 fue invitada al Primer Seminario para Jóvenes Dramaturgos en Hangzhou, China, organizado por la Asociación China de Teatro. En 2008, participó de la Residencia de Dramaturgos Emergentes del Royal Court Theatre, Londres, Reino Unido. Autora y co-directora de Cien pedacitos de mi arenero; autora de la obra Japón; co-autora y co-directora de Tren. Sus obras Dimanche –con coordinación de Luis Cano– y Eso esférico sobre el coso nuevo –tercer premio en el Concurso Nacional Nueva Dramaturgia Argentina– fueron publicadas en 2007 y 2004, respectivamente, por la Editorial INTeatro. Fue asistente de dirección de Rafael Spregelburd en las obras Bloqueo, Acassuso y Lúcido. Otras obras de su autoría estrenadas: Tambo, Gallette surprise…, Enero, Hay una en la que sonreíamos todos http://www.alternativateatral.com/persona27432-laura-fernandez









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