“Y por sobre todo te agradezco a vos (que no se tu nombre por secreto profesional), a ese niño que fuiste y que hoy, ya mayor, estarás en algún lugar de este mundo. Para vos, que nunca tuve la posibilidad de conocerte, es esta obra que, espero, puedo mostrar aunque sea minímamente lo maravilloso y valiente que sos.”
D. Brienza
El abuso sexual infantil
constituye un tema muy difícil de abordar desde nuestro lugar como individuos
en la sociedad contemporánea. Pero más complejo aún es teatralizar esta
problemática por demás espinosa en la cual intervienen numerosos factores,
desde la familia hasta las diferentes instituciones, que de cierto modo
dificultan y ocultan la real situación de los niños ultrajados. Combatir la
invisibilidad o el silencio sobre estos atroces hechos requiere de un arduo
trabajo desde el sitio que cada uno de nosotros ocupa, y ojalá todos aceptemos
el desafío planteado por El Niño con los Pies
Pintados. Quizá por el entrecruzamiento de las distintas miradas, producto
de la co-autoría del texto dramático, el texto espectáculo logra, sin caer en golpes
bajos, poner al espectador en un estado de alerta y de concientización para se
pueda lograr el marco legal necesario y prevenir, erradicar, esta dolorosa e
inexplicable situación. El Teatro Independiente Abasto Social Club tiene algo
de íntimo y acogedor, espacio alternativo que alberga tanto obras de teatro como diversas disciplinas artísticas[1].
Cuando ingresamos a la Sala “el pobre chico”, como es llamado en distintas
oportunidades, está sentado en el centro del amplio espacio escénico; con su
cuerpo inmóvil y relajado parece observar el ingreso del público, con la mirada
inocente y rebelde de un niño, aunque por momento esa mirada tiene mucho de
culpa y de vergüenza, buscando la complicidad del otro. Marcelino Bonilla
construye a su personaje desde un tiempo interior, un tiempo que corresponde a
la amnesia psíquica y emocional de cualquier “pobre niño o niña”. Este estado
de quietud no significa falta de emoción, siguiendo a Bernard:
La emoción es […] una forma de adaptación al medio y,
más específicamente, a los demás; es una forma intermedia entre la primitiva y
mecánica de los automatismos y la más elaborada e intelectiva de las
representaciones. Esta adaptación emocional es esencialmente de origen postural
y su núcleo es el tono muscular. [..] En suma: la función tónica del cuerpo es
la función primitiva fundamental de la comunicación y del intercambio: es ante
todo diálogo verbal, pues el cuerpo del niño, en virtud de sus manifestaciones
emocionales, establece con su mundo circundante […] “un dialogo tónico.
(1985:52-53)
El Niño nos permite escuchar lo
que dice su cabeza sólo cuando él así lo desea, momento en que sus fantasías
surgen, por ejemplo, cantando al estilo de Elvis Presley con flores amarillas
en la mano y acompañado por varios personajes femeninos, o volando junto a
Superman como si él fuera Juan Salvador Gaviota animándose a volar. Estas escenas
musicales y oníricas podrían pensarse como uno de los niveles en el cual se
desarrolla la intriga. Otro nivel es el entorno familiar con elementos del realismo;
el tercero, las diferentes instancias – la empleada de subsidios, la
psicopedagoga,…– que de alguna manera también someten al Niño
emocionalmente, con elementos del absurdo que otorgan humor y un momento de
respiro para el espectador. El cuarto nivel sería el espacio del público,
porque constantemente se lo interpela a partir del discurso verbal y gestual,
en especial, desde el discurso de la
doctora y del médico que intentan dar una explicación al estilo de las
ciencias duras a un hecho por demás sintomático y vivencial. Por ejemplo,
explicar en el eje diacrónico los hechos cotidianos y en el eje sincrónico
aquellos sucesos extraordinarios que dejan huella según su categorización. El dispositivo
escenográfico con pocos elementos, por un lado, y la iluminación básicamente a
partir del empleo de luz cenital, por otro, logran armonizar y encastrar
perfectamente los tres niveles que se desarrollan en el espacio escénico, sin saturación visual. Como si fuese un gran caleidoscopio de tres espejos que nosotros
podemos ir girando, surgen así imágenes y formas
diferentes pero fuera de nuestro control
emerge el núcleo duro de la historia: “el pobre niño”; quien sigue
ahí sentadito como esperando nuestra respuesta a la propuesta de que cada uno
de nosotros le otorguemos un nombre y una edad. Todo el elenco, con
profesionalismo, construye a cada personaje en un intento de distanciar
al espectador, distanciamiento necesario para la representación escénica de un
tema tan traumático. El hecho espectáculo parece ir más allá de la propuesta de
Brienza / Fernández, en los pequeños intersticios la realidad se filtra y rasga
la ficción, nos conmueve a pesar de toda la teatralidad, a pesar de la espesura del signo teatral construido
en el espacio escénico.
El Niño con los Pies Pintados de Diego Brienza[2] y Laura
Fernández[3]. Actúan:
Marcelino Bonilla, Mar Cabrera, Lucrecia Gelardi, Laura Lina, Horacio Marassi, Pamela
Marmissolle, Mauro Telletxea, Daniela Donschik, Meli Kuperman, Maia Menajovsky,
Gabriela Perisson, Vanina Salomón. Coreografía: Maia Menajovsky, Federico
Borensztejn. Diseño Gráfico: Bárbara Delfino. Escenografía y Vestuario: Cecilia
Zuvialde. Diseño y Realización de Objetos: Víctor Salvatore. Diseño de Iluminación:
Sandra Grossa. Prensa: Carolina Alfonso.
Asistencia de Dirección: Yasmín Sapollñik. Dirección: Diego Brienza. Teatro
Independiente Abasto Social Club.
Bernard, Michel, 1985. “La
emoción como función tónica” en El
Cuerpo. Un fenómeno ambivalente. Buenos Aires: Paidós.
[2] Diego Brienza se
formó como actor en la Escuela Municipal de Arte Dramático. Realizó la
carrera de Pedagogía Teatral en la
Escuela de Artes Teatrales y la Licenciatura en
Dirección Teatral en el I.U.N.A. Dirigió Una familia dentro de la
nieve, de Guillermo Arengo; Galette
surprise et son coulis de fruits rouges… de Laura Fernández; Luisa, de
Daniel Veronese; Meterte en el agua es la leche, de Guillermo Arengo
y Pequeñas historias en formato de Hotel, cuatro autores.
Como actor participó en Cien pedacitos de mi arenero, de Laura
Fernández, dirigida por Laura Fernández y El Montañés, de y dirigida por
Guillermo Arengo, entre otros trabajos. Participó en 2010 como expositor del
ciclo Yo lo escribo yo lo dirijo, coordinado por Luis Cano en Argentores
del Segundo Encuentro de Jóvenes
Dramaturgos Latinoamericanos organizado por el Proyecto Pluja en Unquillo
Córdoba. Actualmente dicta clases de actuación. (Según la gacetilla de
Prensa)
[3] Laura Fernández en la actualidad prepara su tesis
para la graduación en la
Licenciatura en Dirección Escénica del Departamento de Artes
Dramáticas del Instituto Universitario Nacional del Arte. En 2010 fue invitada
al Primer Seminario para Jóvenes Dramaturgos en Hangzhou, China, organizado por
la Asociación China
de Teatro. En 2008, participó de la Residencia de Dramaturgos Emergentes del Royal
Court Theatre, Londres, Reino Unido. Autora y co-directora de Cien
pedacitos de mi arenero; autora de la obra Japón; co-autora y
co-directora de Tren. Sus obras Dimanche –con coordinación de
Luis Cano– y Eso esférico sobre el coso nuevo –tercer premio en el
Concurso Nacional Nueva Dramaturgia Argentina– fueron publicadas en 2007 y
2004, respectivamente, por la Editorial INTeatro. Fue asistente de dirección de
Rafael Spregelburd en las obras Bloqueo, Acassuso y Lúcido.
Otras obras de su autoría estrenadas: Tambo, Gallette surprise…, Enero, Hay
una en la que sonreíamos todos http://www.alternativateatral.com/persona27432-laura-fernandez
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