La dirección de
Lorena Ballestrero le imprime a la textualidad de Luis Cano un punto de vista
que destaca la poética naturalista dentro de un clima donde el expresionismo y
el absurdo se dan la mano: en la creación de climas, en la conformación
torturada de los personajes, en un tiempo detenido que luego logra un desenlace
que vuelve al principio de la historia, como en los monólogos que se suceden o
los cuasi diálogos que expresan un lenguaje brutal que sólo sirve para encubrir
y no comunicar. Una mixtura que produce por momentos una no tensión, que
provoca en el espectador la espera de un encuentro personal definitorio que no
sucede. Todas las acciones tienden a que el status quo inicial quede sin
alteración, a pesar de eso, la intrusión de Ana, Lola Banfi, en el espacio
familiar, el cambio de personalidad de
Elena, muy bien marcado en el contraste de blanco a negro de su vestido, no pueden
dejar inerte el presente del relato; el pasado es un fantasma de dura
especificidad para no atravesar con sus largos brazos el hoy, por más
resistencias que se presenten. Cuatro mujeres, un relato ficcionado de la
propia historia, secretos y ocultamientos que no son tales en la cabeza
esclarecida de una Elena, María Eugenia López, que finge su estupidez y su
desvarío. Angélica, Elida Schinocca, la tía feroz y cínica, vacía de amor y
sensibilidad, cruel hasta la necedad, la madre, Elvira, Mercedes Fraile,
cómplice de y sustituta de una verdad que se oculta dentro de la miseria de su
vida pública; en el medio Elena, hija/ niña / mujer necesaria para la
constitución de la resistencia a un medio hostil; y Ana la hermana que a pesar
de cargar con la revelación que la une a Elena para siempre, no consigue que
ésta se haga cargo de algo que sabe y que ella sólo confirma. Un drama
naturalista, con determinación social y biológica transgredida porque tal
filiación es sólo un simulacro. Un drama que nos habla de nuestra historia más
allá del espacio y el tiempo cronológico y que es además un homenaje al
dramaturgo sueco August Strindberg1 y al
desarrollo de los temas que invadían su atormentada vida. La fuerza naturalista
gana en el uso del espacio invadido por los sonidos del pajarraco encerrado en
su jaula, del ruido de la lluvia sobre el techo de chapa, y de la música; una
extraescena que penetra desde lo auditivo y también desde lo visual cuando los
personajes de Angélica y Elvira salen de la casa y las vemos caminar hacia el
correo y volver bajo una lluvia persistente. Y se sostiene a pesar de la
teatralidad de ciertas acciones, y el uso de la máscara en el disfraz que Elena
utiliza para construirse un personaje, que es a la vez refugio de su pretendida
inocencia. Así, el dispositivo escénico
materializa la subjetividad inquietante de la escritura poética de Cano,
destinada a un espectador activo y comprometido. En la construcción de este sistema
significante algo incomoda, algo hurga en nuestra atención expectatorial más allá de la duración real de
hecho teatral. Es un espacio escénico amplio y distante, estático – líneas
rectas por doquier- como una vieja fotografía apaisada, donde todo sucede como
si nada pasara. Espacio penetrado, fisurado, por incertidumbres y temores sobre
la “no identidad”, donde cada personaje femenino está encerrado, por un lado,
en su propio cuerpo, en su espacio interior, y, por otro, en el lugar que ocupa
en este espacio ficcional. Por momentos, la Hija se hamaca de espalda - como el loro - con su
discurso fragmentado, la Madre
con su cojera y la Tía
con la crueldad de su discurso verbal, incluso la Media hermana interrumpe con
una verdad a jirones que limita su accionar. La atmósfera de opresión y de
violencia psicológica de Strindberg, la apropiación del texto primero por parte
de Cano y su intrínseca contradicción que desde el título, Se fue con su padre, nos sumerge en la ambigüedad del universo
humano. Sumado esto a la sensibilidad creativa
de su directora y al profesionalismo del muy buen desempeño de las actrices,2 este mundo inquietante despierta,
necesariamente, interrogantes en el espectador. Un texto complejo, duro desde
el verbo y desde las acciones físicas, que
adquiere desde la actuación una espesura que dialoga con lo más oscuro de
nuestro relato común.
Se fue con su padre de Luis Cano.
Elenco: María Eugenia López, Elida Schinocca, Mercedes Fraile, Lola Banfi. Escenografía
y vestuario: Cecilia Zuvialde. Música original y diseño sonoro: Pablo Bronzini.
Diseño de luces: Ricardo Sica. Supervisión de voces: Tian Brass. Supervisión de
movimiento: Luciana Acuña. Asistencia de escenografía y vestuario: Agustina
Filipini. Asistencia artística: Mailén Niño. Dirección: Lorena Ballestrero.
Sala Cunill Cabanellas, Teatro General San Martín.
1 Johan August Strindberg (Estocolmo, 22 de enero de 1849 –, 14 de mayo de 1912) fue un escritor y dramaturgo sueco. Considerado como uno de los escritores más importantes de Suecia y reconocido en el mundo, principalmente, por sus obras de teatro; se le considera el renovador del teatro sueco y precursor o antecedente del teatro de la crueldad y teatro del absurdo. Su carrera literaria comienza a los veinte años de edad y su extensa y polifacética producción ha sido recogida en más de setenta volúmenes que incluyen todos los géneros literarios. También se interesó por la fotografía y la pintura y en una etapa de su vida le obsesionó la alquimia. De personalidad esquizofrénica, durante la mayor parte de su vida se sintió acosado y perseguido. Esta peculiaridad dotó a su obra de una especial fuerza y dramatismo. Sintiéndose atacado y perseguido por el movimiento feminista, su feminismo de juventud pronto se transformó en misoginia. Strindberg estuvo casado con tres mujeres (Siri von Essen, Frida Uhl y Harriet Bosse, en orden cronológico) y tuvo hijos con todas ellas — fueron tres experiencias matrimoniales desastrosas. Protagonizó fuertes polémicas éticas y políticas. A su muerte fue reconocido como una persona notable en Suecia, asistiendo a su entierro más de 50.000 personas. El trabajo de Luis Cano es una lectura de la obra Amor de madre que junto con Primer aviso forman parte de las piezas breves del autor. En Amor de Madre, Strindberg planteaba los efectos que la mentira y la manipulación materna, pueden causar en una hija.
2 Mercedes Fraile y Elida Schinocca son
actrices de teatro y docentes, ambas dan clases en Andamio 90. La primera se
formó actoralmente con Raúl Serrano y Alejandra Boero y estudió Puesta en
Escena con Rubén Szchumacher, fue el objeto de deseo, Tekla, en otra de las
obras de Strindberg, dirigida por Marcelo Velázquez, Acreedores. Elida Schinocca fue el personaje femenino de otra de
las obras de Luis Cano Chiquito. Ambas
le dan al relato de sus personajes fuerza y verosimilitud, y encuentran en la
pareja de actrices que completan el elenco las compañeras ideales para el juego
dramático.
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