El Unipersonal (Cuba) se ha
presentando en distintos Festivales Internacionales y en diferentes provincias
argentinas. En esta oportunidad, el encuentro se desarrolló dentro del marco de
reflexión sobre la violencia de género y su visibilización. El 25 de Noviembre
es el Día Internacional por la No Violencia hacia
las mujeres; la fecha no es azarosa, por el contrario, fue elegida mediante
resolución aprobada por las Naciones Unidas en conmemoración del brutal asesinato de las
tres hermanas Mirabal (activistas políticas dominicanas) en 1960, bajo la orden
del dictador Rafael Trujillo. La cadena
Invisible es la última obra del ciclo que se inició en agosto, en el Museo
de la Mujer, y
cuyo eje fue la preocupación sobre la violencia ejercida sobre las mujeres, en
sus distintas etapas de crecimiento. Un espacio íntimo y familiar donde la
cercanía con la actriz nos envuelve a partir del texto dramático en una
atmósfera casi chejoviana en una superposición de tres relatos, en principio
simples pero de una profundidad in
crescendo, que deja al espectador con una actitud crítica. En el espacio
ficcional se encuentran muy pocos elementos: una pantalla donde se proyectan
distintas imágenes – como las tres pequeñas morenitas, una fuente a modo de
pila bautismal - el agua con la virtud regenerativa o el agua con
el poder del olvido completo o el agua simplemente para lavar las culpas ajenas,… Tres féminas
aparentemente simples y cotidianas sin embargo de un espesor que sólo el
profesionalismo de Alejandra Egido puede materializar en el espacio lúdico.
Tres mujeres que nacieron con diferencias de minutos pero que cada una sufre el
mote discriminatorio de ser “La mayor”, “La del medio” o “La más chica”. Lo que
aparenta ser una sencilla rivalidad entre hermanas oculta el núcleo duro de la
historia: el secreto constitutivo de la falsa unión familiar, secreto
compartido en un cruel silencio sobre la violencia sufrida en la tierna infancia.
Cada personaje ha encontrado su forma de evasión para sostener el “aquí no ha
pasado nada”. Así “La hermana mayor” se refugia en el viejo televisor, entre
las películas del cine de Hollywood en su época dorada y sus divas como Ava
Gardner;
mientras que “La hermana del medio” se entretiene con el mundo del chat y sus salidas virtuales, las
radionovelas y el amor de color rosa, evitando todo contacto físico con alguien
real; por último, “La hermana menor” quién por rebeldía o como única
posibilidad de adaptarse a un mundo concreto reparte sus caricias y sus besos
por doquier, desde temprana edad, para evitar gritar la verdad que las paredes
de la vieja casona han silenciado. El hilo conductor de los tres monólogos
parece ser una simple tortilla que “La mayor” prepara, “La del medio” cocina y
“La menor” come mientras a nosotros, como espectadores, se nos ha cerrado la
garganta a pesar de la pura teatralidad del evento. Con ductilidad la actriz le
da cuerpo a cada una de estas trillizas, por un lado, con pequeños cambios en
su vestuario y en su peinado – un pañuelo, el cabello recogido o suelto. Pero,
por otro, con la intensidad de los tonos y de su gestualidad, de sus prolijos
desplazamientos, construye una corporalidad femenina a partir de las distintas
perspectivas. Corporalidad fragmentada que por cada pequeño intersticio
emergen, como el magna cuando asciende a la superficie - la masa
ígnea en fusión, las distintas formas de violencias ejercidas sobre cada una de
ellas que se ha ido solidificando tratando de invisibilizar tanto dolor y tanta
humillación. El debate posterior al hecho teatral es una de las formas para que
el tema de la No
violencia de género esté en la agenda de todos, por y para todas. Desde este
espacio le decimos gracias a: Alejandra Egido, Carlos Ferrera y al Museo de la Mujer.
La cadena Invisible de
Carlos Ferrera. Intérprete: Alejandra Egido
Directora sustituta: Natalia Morales. Dirección: Alejandra Egido. Museo de la Mujer
Directora sustituta: Natalia Morales. Dirección: Alejandra Egido. Museo de la Mujer
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