Hay un mundo que
imita la creación divina y que en sucesivas cintas de moebius es la metáfora de
todos los interrogantes que nos podemos hacer sobre el origen de la vida. Hay
un sitio que se encarga de producir con fidelidad material para transplante,
mundo cerrado y claustrofóbico y que lo hace rodeado por la hipocresía de un
mundo exterior que sostiene una moral dudosa. Hay una narración sobre el goce y
el deseo, sobre la identidad, sobre la discriminación en ese mundo construido
por mujeres, que es réplica exacta del mundo construido por un dios hombre que
además las constituye. Hay violencia adentro, de afuera hacia adentro,
violencia ¿qué nace de violentar las leyes de la naturaleza? Hay un simulacro
de la vida, en los cuatro estadios que deben pasar las pupilas hasta completar,
eufemismo de dejar de vivir, a la vez eufemismo de la “muerte”; fin que nos
constituye como seres naturales o clones. Hay una mirada desde una sociedad
machista, que pone en la mujer el deseo y el deber de dar, dar, dar… como
destino, y además aceptarlo con alegría. Hay una rebelión que oculta en un
sótano es descubierta por una Alicia nueva que cae en el pozo del conejo y
atraviesa el espejo. Pero sobre todo, hay un grupo de actrices junto a la
dirección de Analía Couceyro que trabajan desde el cuerpo, poniendo el cuerpo,
para dar instancia teatral a un texto que abarca una temática por demás
ambiciosa. La puesta nos puede provocar una amplia gama de sensaciones, nunca
la indiferencia. No da tregua al espectador, que asiste a muchas de las
acciones con la respiración contenida, sin darse cuenta, tenso como tensas son
las situaciones, para dar cuenta del efecto cuando las luces se apagan y todo
vuelve a una realidad tan parecida al simulacro. La perversidad que encierra la
ciencia aunque se proponga fines nobles, y la que despliega una sociedad que la
requiere y la recrimina de igual manera, es también una de las tantas vueltas
infinitas que ese mundo encerrado en un universo nos presenta en la corporidad
de esas niñas /mujeres que son objeto de la necesidad, el deseo, de los otros,
afuera y adentro de ese mundo falsamente protegido. Vida y muerte, nacimiento y
completud; y un mandato de dar hasta el vacío absoluto, metaforizado en ese
urgencia de poseer del otro aquello que lo identifica, las bombachas o el pelo.
La intensidad de la escritura dramática se materializa con creces en la
escritura escénica, no es tarea fácil teniendo en cuenta los temas cruciales
que aborda la obra, por un lado, y las 17 actrices en espacio escénico no muy
amplio, por otro. Al funcionar cada engranaje con precisión el signo teatral va
adquiriendo una textura intensa que requiere de un espectador activo. No nos es
ajeno el incremento del sometimiento sobre el cuerpo en nuestra sociedad actual – desde la moda, la
publicidad, la ciencia y el poder - y su manifestación más perversa: la
clonación humana. Sostiene Le Bretón que “la fábrica del cuerpo humano entra
[nosotros hoy podríamos decir que ha entrado] en la era de la reproducción
industrial” (1995: 245). La fábrica o el instituto científico Harvest responde a diferentes intereses
sociales, económicos y políticos – nada que nos asombre – y funciona gracias a
un poder anónimo y reticular. Los diferentes grupos de niñas / adolescentes no
sólo son vigiladas por el personal del establecimiento sino, también, por ellas
mismas; la sumisión, la denuncia y la discriminación han sido copiadas de
manera casi innata a estas hembras sin peligro de extinción. Continuando con Le
Breton:
El cloning
lleva a su extremo a la lógica del cuerpo alter
ego puesto que la referencia del sujeto está sólo en sus características
genéticas, es decir en una parte indefinible del cuerpo contenido en cada una
de las células, pero que contendría en germen al sujeto…La reproducción humana
por clonación, como si se tratara de un esqueje
vegetal es una procedimiento técnico basado en la ocultación del cuerpo y,
especialmente, de la sexualidad. (240)
Si estos personajes
femeninos son, en principio, una “copia fiel”, luego algo se manifiesta como
una proto-individualidad, algo en su memoria que ni ellas mismas saben explicar
pero que las diferencia y las impulsa a buscar en la música (como expresión artística
más allá de lo racional) y en la unión la fuerza necesaria para poder rebelarse
ante un destino previsible: un cuerpo-máquina reproductor de vida. Quizá las
pequeñas prendas íntimas femeninas sea el leitmotiv teatral: cada personaje con
su feminidad propia que las diferencia de sus pares y de los individuos machos.
Además, es interesante el ritmo coreográfico de algunas escenas, la música en
vivo sobre el final y los continuos desplazamientos, tanto en el espacio
escénico como por la escalera de acceso al espacio teatral. Esta profusión de
temas y de actrices, desde una perspectiva ontológica y artística, le otorga al
hecho teatral un dinamismo particular que no es caótico; una propuesta sin
fisura que puede provocar en el espectador muchos interrogantes.
Copia fiel Dramaturgia: Analía Couceyro, Fabián
Díaz, Francisco Sendra, Wenceslao Tejerina y actrices. Dirección: Analía
Couceyro. Elenco: Maité Ovejero Quinteros, Dominique Maucci, Lola Banfi,
María Emilia Ladogana, Eugenia Blanc, María Belén Fernández Díaz, Magalí Mella,
Dorina Di Modica, Cecilia Peredo, Julia Garriz, Gisela Scafati, Lara Sol
Gaudini, Viviana Ghizzoni, Maiana Vega García, Carolina Fernández Kostoff,
Sabrina Dana y Virginia Azzaretti. Asistentes de dirección: Fabián Diaz,
Francisco Sendra, Wenceslao Tejerina. Diseño de escenografía: Felix
Padrón. Asistente de escenografía: Gabriela Kohatsu, Nazareno Moyano.
Vestuario: Lara Sol Gaudini y Nadyn Sandrone. Iluminación: Marco
Medici. Sonido: Gustavo Semmartin. Maquillaje: Daniela Godoy. Coreografía: Vicky
Carzoglio. Fotografía: Marco Médici. Tema "Para
Vallentine": Jimena Martínez. Prensa & Comunicación: Mariano
Casas Di Nardo.
Apacheta Sala.
Apacheta Sala.
Le Bretón, David, 1995.
“El camino de la sospecha: el cuerpo y la modernidad” en Antropología del cuerpo y modernidad. Buenos Aires: Nueva Visión:
217-249.
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