jueves, diciembre 06, 2012

Copia fiel de Analía Couceyro


Hay un mundo que imita la creación divina y que en sucesivas cintas de moebius es la metáfora de todos los interrogantes que nos podemos hacer sobre el origen de la vida. Hay un sitio que se encarga de producir con fidelidad material para transplante, mundo cerrado y claustrofóbico y que lo hace rodeado por la hipocresía de un mundo exterior que sostiene una moral dudosa. Hay una narración sobre el goce y el deseo, sobre la identidad, sobre la discriminación en ese mundo construido por mujeres, que es réplica exacta del mundo construido por un dios hombre que además las constituye. Hay violencia adentro, de afuera hacia adentro, violencia ¿qué nace de violentar las leyes de la naturaleza? Hay un simulacro de la vida, en los cuatro estadios que deben pasar las pupilas hasta completar, eufemismo de dejar de vivir, a la vez eufemismo de la “muerte”; fin que nos constituye como seres naturales o clones. Hay una mirada desde una sociedad machista, que pone en la mujer el deseo y el deber de dar, dar, dar… como destino, y además aceptarlo con alegría. Hay una rebelión que oculta en un sótano es descubierta por una Alicia nueva que cae en el pozo del conejo y atraviesa el espejo. Pero sobre todo, hay un grupo de actrices junto a la dirección de Analía Couceyro que trabajan desde el cuerpo, poniendo el cuerpo, para dar instancia teatral a un texto que abarca una temática por demás ambiciosa. La puesta nos puede provocar una amplia gama de sensaciones, nunca la indiferencia. No da tregua al espectador, que asiste a muchas de las acciones con la respiración contenida, sin darse cuenta, tenso como tensas son las situaciones, para dar cuenta del efecto cuando las luces se apagan y todo vuelve a una realidad tan parecida al simulacro. La perversidad que encierra la ciencia aunque se proponga fines nobles, y la que despliega una sociedad que la requiere y la recrimina de igual manera, es también una de las tantas vueltas infinitas que ese mundo encerrado en un universo nos presenta en la corporidad de esas niñas /mujeres que son objeto de la necesidad, el deseo, de los otros, afuera y adentro de ese mundo falsamente protegido. Vida y muerte, nacimiento y completud; y un mandato de dar hasta el vacío absoluto, metaforizado en ese urgencia de poseer del otro aquello que lo identifica, las bombachas o el pelo. La intensidad de la escritura dramática se materializa con creces en la escritura escénica, no es tarea fácil teniendo en cuenta los temas cruciales que aborda la obra, por un lado, y las 17 actrices en espacio escénico no muy amplio, por otro. Al funcionar cada engranaje con precisión el signo teatral va adquiriendo una textura intensa que requiere de un espectador activo. No nos es ajeno el incremento del sometimiento sobre el cuerpo  en nuestra sociedad actual – desde la moda, la publicidad, la ciencia y el poder - y su manifestación más perversa: la clonación humana. Sostiene Le Bretón que “la fábrica del cuerpo humano entra [nosotros hoy podríamos decir que ha entrado] en la era de la reproducción industrial” (1995: 245). La fábrica o el instituto científico Harvest responde a diferentes intereses sociales, económicos y políticos – nada que nos asombre – y funciona gracias a un poder anónimo y reticular. Los diferentes grupos de niñas / adolescentes no sólo son vigiladas por el personal del establecimiento sino, también, por ellas mismas; la sumisión, la denuncia y la discriminación han sido copiadas de manera casi innata a estas hembras sin peligro de extinción. Continuando con Le Breton:

El cloning lleva a su extremo a la lógica del cuerpo alter ego puesto que la referencia del sujeto está sólo en sus características genéticas, es decir en una parte indefinible del cuerpo contenido en cada una de las células, pero que contendría en germen al sujeto…La reproducción humana por clonación, como si se tratara de un esqueje vegetal es una procedimiento técnico basado en la ocultación del cuerpo y, especialmente, de la sexualidad. (240)

Si estos personajes femeninos son, en principio, una “copia fiel”, luego algo se manifiesta como una proto-individualidad, algo en su memoria que ni ellas mismas saben explicar pero que las diferencia y las impulsa a buscar en la música (como expresión artística más allá de lo racional) y en la unión la fuerza necesaria para poder rebelarse ante un destino previsible: un cuerpo-máquina reproductor de vida. Quizá las pequeñas prendas íntimas femeninas sea el leitmotiv teatral: cada personaje con su feminidad propia que las diferencia de sus pares y de los individuos machos. Además, es interesante el ritmo coreográfico de algunas escenas, la música en vivo sobre el final y los continuos desplazamientos, tanto en el espacio escénico como por la escalera de acceso al espacio teatral. Esta profusión de temas y de actrices, desde una perspectiva ontológica y artística, le otorga al hecho teatral un dinamismo particular que no es caótico; una propuesta sin fisura que puede provocar en el espectador muchos interrogantes.  









Copia fiel  Dramaturgia: Analía Couceyro, Fabián Díaz, Francisco Sendra, Wenceslao Tejerina y actrices. Dirección: Analía Couceyro. Elenco: Maité Ovejero Quinteros, Dominique Maucci, Lola Banfi, María Emilia Ladogana, Eugenia Blanc, María Belén Fernández Díaz, Magalí Mella, Dorina Di Modica, Cecilia Peredo, Julia Garriz, Gisela Scafati, Lara Sol Gaudini, Viviana Ghizzoni, Maiana Vega García, Carolina Fernández Kostoff, Sabrina Dana y Virginia Azzaretti. Asistentes de dirección: Fabián Diaz, Francisco Sendra, Wenceslao Tejerina. Diseño de escenografía: Felix Padrón. Asistente de escenografía: Gabriela Kohatsu, Nazareno Moyano. Vestuario: Lara Sol Gaudini y Nadyn Sandrone. Iluminación: Marco Medici. Sonido: Gustavo Semmartin. Maquillaje: Daniela Godoy. Coreografía: Vicky Carzoglio. Fotografía: Marco Médici. Tema "Para Vallentine": Jimena Martínez. Prensa & Comunicación: Mariano Casas Di Nardo.
Apacheta Sala.












Le Bretón, David, 1995. “El camino de la sospecha: el cuerpo y la modernidad” en Antropología del cuerpo y modernidad. Buenos Aires: Nueva Visión: 217-249.




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